Louise Glück, la poeta intimista sorprendida por el Premio Nobel

“Mi calle está llena de periodistas”, decía ayer la poeta premiada, que salió con mascarilla a la puerta de su casa en Cambridge, Massachusetts.

Autora de una obra que explora en el duelo y la pérdida, la poeta norteamericana de 77 años se sintió asombrada por la distinción. “Creo que no estaba preparada”, dijo. Con ella, la Academia Sueca ha premiado 16 escritoras en 120 años.


Aún restaban 15 minutos para las 7 de la mañana cuando sonó el teléfono en casa de Louise Glück, en Cambridge, Massachusetts. La poeta de 77 años recién había despertado. Desde Estocolmo, el secretario de la Academia Sueca le anunció que había ganado el Premio Nobel de Literatura. “No recuerdo lo que dije, pero tenía algo de sospecha. Creo que no estaba preparada”, recordaría más tarde.

Instantes después se puso al teléfono Adam Smith, de la Fundación Nobel Media, y el estupor de la poeta quedó registrado. “Creo que no puedo con esto”, dijo en una grabación difundida por la organización. “De verdad creo que necesito tomar un café ahora”.

De un modo imprevisto, Louise Glück, autora de una poesía intimista y reflexiva que suele explorar en las relaciones humanas y las pérdidas, recibió ayer el Premio Nobel de Literatura. Su nombre no estaba en los pronósticos y ella fue la primera sorprendida.

“Mi primer pensamiento fue que no tendré amigos, porque la mayoría de mis amigos son escritores”, dijo la autora nacida en Nueva York en 1943. “No sé realmente lo que significa... Es un gran honor”.

Académica en Yale, con más 50 años de trayectoria y una docena de libros publicados, su obra ha recibido numerosas distinciones, desde el Pulitzer a la Medalla Nacional de Humanidades. Anders Olsson, presidente del comité del premio Nobel, destacó ayer “su inconfundible voz poética que con austera belleza universaliza la existencia individual”.

Autora de poemarios y ensayos en los que dialoga con la tradición clásica, como Averno, Ararat o El iris salvaje, Louise Glück ha escrito una poesía sugerente y esencial, alejada de la esfera pública. Por ello, se sintió “totalmente asombrada de que eligieran a un poeta lírico estadounidense blanco. No tiene sentido. Ahora mi calle está llena de periodistas. La gente sigue diciéndome lo humilde que soy. No soy humilde, pero pensé, vengo de un país que ahora no se piensa con cariño, y soy blanca, y hemos tenido todos los premios. Así que parecía extremadamente improbable que alguna vez tuviera que lidiar con este evento en particular en mi vida”, comentó a The New York Times.

Con sus indudables méritos, la premiación de Louise Glück interrumpe años vergonzosos para el Nobel: en 2018 el premio fue suspendido debido a los escándalos sexuales vinculados al esposo de una de las académicas, condenado por violación, y en 2019 la distinción del austríaco Peter Handke fue recibida como un insulto en los Balcanes, debido a sus simpatías por el líder serbio Slodoban Milosevic, condenado por genocicio.

“Lo que parece haber hecho la Academia es que han optado por una poeta que, en cierto sentido, está estéticamente, imaginativamente, en desacuerdo con nuestra época”, dijo a The Guardian Michael Schmidt, su editor en el Reino Unido. “Ella no es de ninguna manera una voz por ninguna causa, es un ser humano comprometido con el idioma y con el mundo. Y creo que hay una maravillosa sensación de que ella no es polémica, y tal vez esto es lo que se celebra”.

Con ella son 16 las escritoras que han recibido el Nobel en 120 años. A través de su obra la Academia vuelve a distinguir a la poesía, género ausente desde 2011, cuando premió al poeta sueco Tomas Tranströmer. Del mismo modo, reconoce nuevamente a una creadora de Estados Unidos tras Toni Morrison, quien ganó en 1993.

Muerte y poesía

Nacida en una familia acomodada, Louise Glück tuvo una infancia solitaria en Long Island, marcada por la muerte de una hermana antes de que ella naciera. “Su muerte no fue mi experiencia, pero su ausencia sí lo fue”, escribió.

Admiradora de William Blake, TS Eliot y WB Yeats, sus lecturas dejarían huella en su obra, así como la grave anorexia que sufrió en la adolescencia. Debido a ella, abandó el instituto y no completó sus estudios en Columbia. Paralelamente, comenzó un psicoanálisis de siete años que le permitió profundizar en sí misma. “El psicoanálisis fue una de las grandes experiencias de mi vida. Me ayuda a vivir y me enseñó a pensar”, dijo.

En su poema Dedicación al hambre, escribió: “Comienza tranquilamente/ en ciertas niñas:/ el miedo a la muerte, tomando como forma/ dedicación al hambre,/ porque el cuerpo de una mujer/ es una tumba; aceptará/ cualquier cosa”.

De algún modo, su voz adoptó un estilo austero, desnudo, con versos delgados y “hambrientos de adjetivos”, como lo describió un crítico de The New York Times. “Me atraen las elipsis, lo no dicho, la sugerencia, el silencio elocuente y deliberado. Lo que no se dice, para mí, ejerce un gran poder”, escribió.

En estos meses de pandemia, culminó un nuevo poemario que gira en torno a uno de sus temas, el duelo. “He escrito sobre la muerte desde que pude escribir. Literalmente, cuando tenía 10 años, escribía sobre la muerte. Sí, bueno, yo era una chica vivaz. El envejecimiento es más complicado. No es simplemente el hecho de que estás más cerca de tu muerte, es que las facultades con las que contabas (gracia, fuerza física y agilidad mental) están comprometidas o amenazadas. Ha sido muy interesante pensar y escribir sobre ello”, adelantó.

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