El puto amo

Guede

Irreverente, polémico y exitoso. Pablo Guede se salió finalmente con la suya . Su turbulento gobierno durante un semestre irregular terminó triunfal. Radiografía de la mente del gestor de la última estrella. El técnico deja en suspenso su continuidad.



Julio Bascuñán se lleva el silbato a la boca y decreta el final del partido en Concepción. Inmediatamente, todas las cámaras lo buscan a él, al responsable del último éxito albo. El DT sonríe, emocionado, pero todavía comedido, y se funde en un sincero abrazo con sus familiares y sus pupilos. Con aquellos que lo respaldaron. Esos mismos que irrumpirán después en la sala de prensa para lanzarle agua a un estratega que, esta vez sí, logró salir a flote triunfante.

Porque ayer Pablo Guede ganó uno de los torneos más irregulares, polémicos y parejos de los últimos años. Y su nombre quedará asociado a la conquista. Gran parte de las portadas, fotografías y líneas de tinta publicadas durante los últimos seis meses fueron para él. 510 días y 509 noches después de su presentación, el estratega argentino consiguió bajar a la tierra de Pedreros la 32ª estrella del club más ganador del país. Lo habían contratado para eso. Para volver a ganar. Y terminó cumpliendo.

El entrenador que había vuelto a hacer de Palestino un estado independiente dentro del planeta fútbol; el técnico del último ascenso de Nueva Chicago y el que pasó como un ciclón por la banca del más famoso Ciclón argentino -sumando en seis meses un título (Supercopa), muchos adeptos y otros tantos enemigos-, volvió a salirse con la suya. Y otra vez en Chile, ese terruño en el que asegura sentirse "el puto amo". Cómo enrrostrarle ahora aquella altiva afirmación al último cacique del Cacique.

Pero su éxito en Macul no fue inmediato. Tras un arranque deplorable, su Colo Colo alcanzó a ser quinto en el Apertura 2016 y, eso sí, obtuvo su 11ª Copa Chile, en diciembre, goleando en la final a Everton. En el Clausura 2017, fue mejor en cuanto a balance clasificatorio (segundo), pero también más doloroso y traumático.

Un semestre torcido desde la tempranísima eliminación en la fase previa de la Libertadores a manos de Botafogo; salpicado de despidos (como el del preparador de arqueros, Julio Rodríguez); marcado por denuncias de sapos y de espías; y aliñado con ruda y con vinagre. Unas prácticas esotéricas éstas que no consiguieron evitar el naufragio, ni la entrega de la corona a la U, el eterno rival, tras el recordado empate de la penúltima fecha ante Antofagasta. Un descalabro mayúsculo que desencadenó un nuevo proceso de transformación. Del equipo, pero, sobre todo, del técnico.

Nacido en Buenos Aires el 11 de noviembre de 1974, Pablo Adrián Guede Barriero (43) debutó como futbolista profesional a los 18 años en las filas del Deportivo Español. Y el 22 de julio de 1997 se ganó su primera portada. El fútbol se había paralizado en Argentina. Campagnuolo, Pontiroli, Fuentes, Castillo, Potenzoni y Guede, jugadores del Deportivo Español, habían conseguido desencadenar una de las mayores huelgas de futbolistas en el país. Reclamaban su libertad de acción luego de no haber quedado establecida la prórroga de sus contratos de trabajo. El terremoto interno dividió a los profesionales, dejó retratado al presidente de la AFA, enfrentó a referentes históricos de la Selección (Ruggeri en favor de mantener el paro; Maradona abogando por levantarlo) y requirió incluso de la mediación del presidente de la República. Fue así como Guede, el sindicalista, el delantero anónimo del Bajo Flores, obró su primera revolución y se prometió no volver a pasar inadvertido.

Y eso que su flamante tercer proyecto, el Colo Colo 3.0, a punto estuvo de durar un solo partido. El 9 de julio, 50 días después de dejar escapar el Clausura, un equipo de Primera B, Deportes La Serena, lo situó al borde de la eliminación copera tras endosarle una humillante goleada (4-1). Un encuentro que el propio Guede calificó como "una vergüenza" y tras el que se apresuró a presentar su renuncia. Pero Aníbal Mosa -a esas alturas su único apoyo en Macul- se las ingenió para apaciguar su ira. En un partido marcado por la polémica, Colo Colo consiguió dar la vuelta a su llave (4-0) para superar la primera ronda de la Copa Chile.

Cuando peor pintaban las cosas en el seno del club, con una nueva limpieza del DT (se llevó por delante a referentes como Justo Villar, y a piezas importantes del organigrama, como el gerente deportivo, Óscar Meneses), llegó un nuevo acto de reivindicación: una Supercopa ganada a la UC y por 4-1. Un título menor, pero balsámico, que precedió al arranque del Transición, el 30 de julio.

De jugador, con su carta de libertad en la mano, el joven Pablo Guede trazó carrera en España. Militó allí, a caballo entre la Segunda y la Segunda División B, en el Xerez, el Elche, el Poli Ejido, el Real Jaén, el Melilla y el Málaga, equipo al que ayudó a ascender a la categoría de plata y donde encontró, como ha confesado en múltiples ocasiones, su "lugar en el mundo". En España fue donde entró en contacto con el ex entrenador del Barça Tito Vilanova. "Había jugado en el Elche con Vilanova y después hizo el curso de entrenador con él. Tenían una relación estrecha, pero acá en Argentina empezaron a decir que era poco menos que un alumno de Guardiola y no es así. Sólo fue una influencia", precisa, a propósito de sus inicios, Matías Navarro, el autor de Respirar fútbol, el libro que desmenuza el ideario de Guede bajo el sugerente epígrafe: "Conceptos de un inconformista".

Tras colgar los botines en 2006, Guede se radicó definitivamente en Málaga y fue allí donde se produjo su estreno en los banquillos. En El Palo, de Tercera. "Llegó porque tenía un negocio de hostelería como a unos siete kilómetros del barrio de El Palo, en un pueblo que se llama El Rincón, y venía a veces a jugar al fútbol con los amigos. Había sido jugador de una pila de equipos y quería ser entrenador. Me decía: 'Francisco, quiero dedicarme a esto'. Lo llevaba en la sangre y se tenía una fe muy grande", desclasifica Francisco Serrano Moe, delegado del club desde hace casi una década, a quien el DT regaló una camiseta de Colo Colo en su último viaje a Andalucía. Y Fernando González, ex coordinador del club, amigo íntimo y responsable de su debut en la dirección técnica, agrega: "Siempre ha sido un ganador. Cuando armamos el equipo de El Palo, decía: 'Vamos a ascender'. Y nadie nos creía, pero terminamos ascendiendo. Pablo es muy familiar, tiene tres hijos (Axel, Aiona y Nerea), pero también muy apasionado con el fútbol. Muy directo y muy competitivo, siempre hay que decirle que baje un cambio".

Fue en 2013 cuando Guede decidió regresar a Argentina para asumir las riendas de Nueva Chicago, logrando el ascenso al Nacional B. Una irrupción tan meteórica como inesperada que le abrió las puertas de la cordillera. Y llegó el llamado de Palestino, su trampolín definitivo. Logró clasificarlo a la Libertadores 36 años después y enamoró por su fútbol vistoso a pese a quedar eliminado en la fase de grupos. Se ganó un nuevo ascenso, esta vez sideral, hasta la banca de San Lorenzo, donde apenas alcanzó a dirigir seis meses. Allí se proclamó campeón de la Supercopa Argentina, humillando a Boca Juniors (4-0), y allí fue también finalista del torneo doméstico, cayendo con estrépito en la final ante Lanús por los mismos dígitos. Su salida rumbo a Colo Colo, tras condenar al ostracismo a dos referentes del club (Mercier y Romagnoli) y ganarse la enemistad de parte de la hinchada y la directiva, se produjo finalmente en julio. "No diría que acá lo toman como conflictivo, pero lo que no provocó de ninguna manera fue indiferencia. No pasó desapercibido", reflexiona su biógrafo.

Este año, al empate sin goles frente a Antofagasta, siguió una victoria en Rancagua y a ésta un nuevo empate contra Palestino y otra derrota, en el Monumental, ante la UdeC. Una seguidilla de resultados que dejaron a Colo Colo rezagado en la tabla y a Guede, una vez más, al límite de su crédito. Pero el ávido lector de las novelas sobre liderazgo de Robin S. Sharma, amante del cine, el pádel, el mate y el rock and roll (su hijo se llama Axel en honor del vocalista de Guns N' Roses Axl Rose), se guardaba un penúltimo as en la manga: el Superclásico ante la U.

La incontestable goleada del 27 de agosto ante la U (4-1) dio un nuevo impulso al DT, pero la eliminación en octavos de la Copa, días más tarde, terminó de alejarlo definitivamente de la hinchada. Ante un rival mucho más pequeño. Iberia, y que consiguió derrotarlo en los dos partidos. Las facciones más radicales del club públicamente pidieron su cabeza.

El empate ante Iquique en el norte dejó el tercer proyecto de Guede demasiado tocado. A siete puntos de Unión (a esas alturas, sólido líder) y alcanzado casi el ecuador del Transición, el sueño del campeonato comenzaba a alejarse otra vez de Macul. El distanciamiento con la hinchada (que respondió sistemáticamente con pifias al anuncio del DT por los altorparlantes) era más que evidente, y sólo el apoyo de algunos pesos pesados del camarín parecían sostenerlo. Pero entonces llegaron los resultados. Irrebatibles. Acompañados de un juego quizás no del todo vistoso, pero efectivo. De los nueve encuentros disputados desde aquel en Cavancha (e incluido el de ayer) Colo Colo ganó ocho. Ante todos sus rivales directos. Y en algunos casos, como ante Audax (0-3) o Unión (5-2), con autoridad de campeón.

Un solo tropiezo (el de Temuco, el 28 de octubre) amenazó con lastrar la recuperación. Y volvió a sacar a relucir el lado más histriónico del DT, que terminó cumpliendo un partido de sanción por sus desatados e incontrolables entreveros con el cuarto árbitro Patricio Polic en el túnel de camarines. Sus recurrentes quejas sobre los arbitrajes (una constante), sus manidas teorías de la conspiración y su convicción de la existencia de filtraciones de su entorno más inmediato, terminaron desencadenando su particular día de furia, el 3 de noviembre.

La antepenúltima fecha representó además su retorno al pasado (que vio, por suspensión, el partido desde la tribuna) y sus jugadores, que lograron vencer en la agonía al mismo rival (Everton), en el mismo escenario (Sausalito) y por idéntico resultado (2-3) que en la misma jornada del torneo anterior. Pero esta vez el desenlace fue muy diferente. Y con su triunfo ante Curicó, primero, y ante Huachipato ayer, Colo Colo logró adjudicarse el esquivo título para el deleite de su entrenador.

Un entrenador que, en el que podría haber sido su último partido en Colo Colo (su contrato no vence hasta mediados del año próximo, pero su continuidad sigue en suspenso) pudo por fin reinar. Y hacerlo a su manera. Porque Colo Colo terminó imponiéndose en la adversidad, la verdadera patria de Guede, un adiestrador tan especialista en granjearse enemigos como en sacar rédito de las situaciones más adversas. Un técnico que ayer, sobre el césped del Ester Roa, pudo volver a sentirse como antes. Como un conquistador. Como el puto amo del fútbol chileno.

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