Fatiga de la compasión

Gamboa


2017 terminó incendiado. Para los árbitros no hubo regalos ni fuegos artificiales, sí fuego cruzado. Gamboa y Osses fueron fusilados. Ellos que siempre vistieron de negro, ahora visten de colores, pero sólo como efecto visual para que el garabato y escupitajo dé en el blanco. Nunca se ganan el aplauso del respetable. Deben tomar decisiones en segundos sin medir las consecuencias de la derrota injusta o el triunfo merecido. Ante el error caen guillotinas. Ante sus yerros no hay paciencia. En estos tiempos atribulados, ni con los más desposeídos hay compasión. Ésta se fatiga rápidamente por la velocidad e indiferencia de los tiempos.

Cierto, Gamboa se olvidó del reglamento: inconcebible. Osses es el que selecciona a los jueces y es tan responsable como el infractor. En una empresa no existen los malos obreros, existen los malos gerentes que siempre deben responder por mala selección de la mano de obra.

¿Qué sucede con dirigentes, entrenadores y jugadores que se equivocan? Para ellos sobra compasión.

¿Alguien se ha preguntado cómo es su formación? Los árbitros titulados que dirigen juveniles ganan $130.000 más o menos. En esta administración les bajaron los honorarios. Entrenan por su cuenta sin preparador físico. Históricamente no fue así. Antes eran todos contratados por la ANFP. Ahora no. INAF en dos años titula a Pedro, Juan y Diego, pero si tiene una carrera universitaria lo faculta en seis meses. ¿Un profesor de música en seis meses me garantiza que sabrá más de uno que estudió dos años?

Sólo los entrevistan cuando hay caos por artimañas de actores y hordas animales. Así y todo son bastante más educados que los jugadores. Y como en todos los ámbitos, se equivocan y se seguirán equivocando. Jugadores profesionales y amateurs; denle la mano aunque muerdan el polvo de la derrota. A los humillados y denigrados eso los reconforta. Entre los más odiados por las masas vociferantes son dictadores y árbitros. Con los primeros no hay margen de compasión; con los segundos, ésta se fatiga en un segundo.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.