Cuesta quedarse con una imagen de Derrick Rose. Puede ser aquella que lo consagró como el novato del año en 2009 con la camiseta de los Chicago Bulls. O quizás algunos años más tarde, en la misma ciudad donde deslumbró Michael Jordan, cuando recibió el premio al mejor jugador de la temporada (MVP). El mérito de aquel reconocimiento es que jamás alguien lo había conseguido a tan corta edad (22 años). Son podiblemente sus momentos más gloriosos en la NBA. Instantáneas que presagiaban una carrera brillante y plagada de títulos. Pero aquello nunca se convertiría en realidad.

Para desgracia de Rose, los anillos de campeonato nunca llegaron. Y lo único que terminó coleccionado fueron operaciones en sus rodillas lastimadas, que no lo dejaron en paz. En definitiva, que pusieron freno a su vertiginosa carrera. Quizás aquella sea la imagen que todos guarden del base. La del jugador que a partir de 2012 debió batallar más fuera que dentro de la cancha para intentar volver a ser lo que siempre anunciaban los especialistas. Algo que al parecer ya no podrá ser.

Y es que a sus 29 años, el base está pensando seriamente en el retiro. De hecho, abandonó la disciplina de los Cleveland Cavaliers, quinteto al que llegó en el último receso, frustrado por no poder rendir al más alto nivel. Esta vez no eran sus rodillas las que le sacaban de la cancha. Un esguince de tobillo otra vez lo ponía en la lista de descartados. Ahí Rose pareció decir basta.

El MVP de 2011 vuelve a caer así en las tinieblas de las lesiones. Su cuerpo parece decir basta. Las articulaciones comenzaron a ser el talón de Aquiles de Rose en el primer partido de PlayOffs de la temporada 2011/2012. En aquel encuentro ante los Sixers, los Bulls perderían a su nuevo héroe por una lesión en el ligamento cruzado de su rodilla derecha. Lo mejor que se había visto por Chicago desde la era Jordan quedaba en un impasse de tiempo indefinido.

Durante tres años pasó más en la sala de recuperación que en el parquet. Aquello le restó confianza y comenzó a germinar los primeros síntomas de frustración. Pese a todo, su paso a los Knicks en la temporada pasada no fue malo. Sus números en 64 partidos así lo reflejaron: 18 puntos de promedio y poco más de cuatro asistencias por partido. Igualmente, tuvo pocos interesados, salvo los Cavaliers, club acostumbrado a sumar veteranos baratos para rodear a Lebron. En Cleveland, donde firmó por solo 2,1 millones, con la intención de revalorizarse y pelear de una vez por todas por el anillo de campeón al lado de James, apenas alcanzó a jugar en 11 de 18 partidos, antes de llamarse a un retiro voluntario.

Por ahora, nadie quiere aventurar nada sobre su futuro. Todavía hay quienes guardan esperanzas de verlo de nuevo en el parquet. La última palabra la tiene Rose, quien ya no puede vivir con este calvario, que ya lleva más de cinco años.