Muere un talento loco

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René Houseman, el último wing, fallece a los 68 años, por un cáncer a la lengua. Campeón mundial en 1978, deja huella por su personalidad y sus excesos. También pasó por Chile, cuando jugó en Colo Colo en 1982.



René Houseman, quien murió ayer a los 68 años, víctima de un cáncer de lengua con el que luchaba desde octubre, llegó a Chile dando explicaciones. Fue en 1982 cuando el presidente de Colo Colo, Naín Rostión, y el técnico albo de la época, Pedro García, viajaron a Buenos Aires para convencerlo. Cuatro años antes, el Loco había sido campeón del mundo con Argentina, de la mano de César Luis Menotti y Mario Kempes. Eso sí, sus indiscutibles méritos deportivos, que no se remiten a la estadística sino que alcanzan a sus exquisitas condiciones técnicas, chocaban con el antecedente que marcó su vida y su carrera: su adicción al alcohol y el cigarrillo. Había que convencerlo de dejarlos. Nadie pudo.

"En Santiago se ha hecho mucho barullo en torno a mi contratación por parte de Colo Colo. Yo no puedo ir a explicarle a cada persona o a cada periodista que lo pasado, pasado está y que ahora vengo en busca de mi última posibilidad", declaraba en la extinta Deporte Total. De Huracán, el club que lo identificó, salió a la fuerza. Se había ausentado de los entrenamientos sin aviso y el técnico Alfio Basile lo sentenció. "Conmigo, Houseman no juega más", dijo el Coco. Y así fue.

García, quien se impacta al conocer el deceso de su ex dirigido, conocía el riesgo que corría cuando los albos se propusieron ficharlo. "Sabía de su comportamiento. Fue importante ir a Argentina para pedirle lo que queríamos de él. Nunca falló a un entrenamiento. Nunca faltó a una obligación deportiva. Con Colo Colo se comportó a la altura", asegura.

El aporte del Loco en el equipo de Macul, en todo caso, no se condijo demasiado con su condición de figura: apenas seis goles en 33 partidos, considerados el Campeonato Nacional, la Copa Chile y la Libertadores. "Quedó en deuda por las condiciones que tenía", sentencia Leonel Herrera.

Sus ex compañeros, de todas formas, no lo olvidan. Primero por su inagotable capacidad con el balón. "Hacía cuestiones raras con la pelota. La deuda es por las condiciones que tenía. Debió ser uno de los mejores argentinos que pasó por Chile, pero no se entregó como un profesional", dice el mismo Herrera, quien insiste en el otro factor que marcó la trayectoria del Loco: la indisciplina. "Era impresionante lo que fumaba en el camarín, en el almuerzo, en todas partes", añade Chuflinga.

"Dentro de la cancha, su habilidad, su manejo de balón era extraordinario. Fuera de la cancha fumaba más que un carretonero. Era introvertido, observaba. Hablaba en la cancha, con la pelota. Fuera de la cancha tenía otro grupo. Con ellos salía. Es un virtuoso del fútbol", sostiene Carlos Caszely, otro que compartió ataque con él.

En el Cacique recuerdan otra de sus destrezas: los asados. "Como buen argentino, era uno de los parrillero del plantel. Le gustaba mucho. Siempre incentivó la convivencia. Era un loco lindo", describe Eddio Inostroza para graficar la partida de un personaje que, aunque defendió a River, Independiente y Huracán, pudo llegar más alto, pero nunca dimensionó su inagotable talento. Quizás era un virtuoso porque nunca le interesó.

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