Opuestos desde la jefatura

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La constante exposición pública de Mosa al mando de Colo Colo y su posición de debilidad que le obliga a ceder al capricho de aliados que necesita, frente a la discreción y delegación de funciones bajo la que se refugia Heller después de un inicio nocivamente protagonista. Dos formas antagónicas de ejercer la presidencia de un grande.



Con prácticamente un año de diferencia, Carlos Heller (7 de abril de 2014) y Aníbal Mosa (24 de abril de 2015) asumían como presidentes de Azul Azul y Blanco y Negro, las concesionarias que manejan el destino de los dos equipos más populares del país. Ambos llegaban a sus puestos como confesos hinchas y quizás por eso el sello tan parecido de los primeros años de gestión.

El tema es que mientras uno asumió una nueva estrategia con el paso de los meses, el otro sigue pareciendo el patrón del club y sus decisiones. Coincidencia o no, sus resultados, deportivos y de gestión, son una suerte de reflejo de esos estilos.

En sus primeros años, Heller se caracterizaba por aparecer con frecuencia en los medios. Muchas veces sin ponerle freno a sus palabras, lo que muchas veces le traía problemas gratuitos al club. Se exponía demasiado. Heller, cuentan desde la propia concesionaria, "hacía y deshacía a su antojo". Y eso, después de algunos consejos que atendió, cambió. Porque si bien sigue siendo el accionista mayoritario y, por ende, quien termina por zanjar cualquier discusión, se arropó con una serie de especialistas en los distintos estamentos del club. Hay gerentes, asesores y personas a cargo de cada tema específico. Y prácticamente desapareció de la exposición pública. Al contrario de Mosa.

José Yuraszeck, cuando se marchaba del directorio de la U en marzo de 2016, ya lo había advertido. "El tema principal es que la estructura completa de Universidad de Chile no está funcionando", apuntó el ex directivo azul.

Heller tomó el guante y, aconsejado por sus asesores, comenzó a perder protagonismo a propósito. Así, por ejemplo, en la tienda azul es posible individualizar claramente al propio Heller como presidente, a Mario Conca como vicepresidente (aunque ya sin tanta influencia), a Pablo Silva como director ejecutivo, a Eduardo Álamos como gerente general, a Ronald Fuentes como gerente deportivo y a Sabino Aguad como asesor deportivo. Todos ellos con cargos -y responsabilidades- bien definidas. A pesar de que, por ejemplo, existan diferencias de opinión entre el técnico Hoyos y Fuentes, el cargo de este último se mantiene incólume. "Hay una buena gestión, hay un cariño por el club, se están tratando de hacer las cosas de la mejor manera posible así que seguimos trabajando en la misma senda, que nos han diferenciado en los últimos años", decía ayer Pablo Silva, director ejecutivo, tras la junta de accionistas.

En Macul la realidad es muy opuesta. Hay cargos, pero según han acusado propios y ajenos del directorio, "todo lo decide Mosa y en el último tiempo, también Guede". En el cuadro popular se reconoce a Mosa como timonel, a Paul Fontaine como vicepresidente y a Alejandro Paul como gerente general. Del resto, ni sombras. Hasta julio del año pasado hubo un director deportivo (Óscar Meneses), pero sus diferencias con Guede lo sacaron del Monumental. Y de ahí en adelante el cargo quedó vacío.

Hoy, reafirman en Pedreros, "Guede y Mosa pasaron a controlar todo. Designan, despiden, contratan... hacen lo que quieren". Lo anterior, en un menor tono, también lo explica Daniel Morón, recientemente incorporado al directorio albo y quien será propuesto como sucesor de Mosa en la testera. "Colo Colo es muy grande para que lo maneje una persona. Creo en el rol del director deportivo para el primer equipo, fútbol joven y femenino. Colo Colo debe tener una política deportiva", aseguró ayer.

Sin ir más lejos, Mosa le permitió a Guede asignar a dedo a la persona que se quedará a cargo del fútbol formativo. Y aunque hoy están absolutamente distanciados, el ex técnico de San Lorenzo puso en ese cargo a Manuel Crespo, hombre de su confianza. Como se pelearon, el fútbol base del Cacique deambula en la incertidumbre. Distinto a lo que ocurrió en el CDA, donde Azul Azul designó a Miguel Ponce, un especialista (entrenó a la Sub 17 de Chile), y lo mantendrá en su cargo independiente del entrenador del primer equipo.

Los números de uno y otro también tienen algo que decir. Blanco y Negro, con Mosa a la cabeza, perdió $3 mil millones en 2017, el resultado más bajo del actual presidente. Bajo su mandato, Colo Colo no registra números azules. Y si bien Azul Azul, presidido por Heller, también arrojó pérdidas (por $ 1.428 millones), la cifra, aunque alta, logró reducir el déficit en relación a los $ 4.500 millones de 2016. "Desarrollamos hace dos años un plan de trabajo de mediano y largo plazo como club responsable, en el cual hemos cumplido las metas. Nuestras pérdidas han ido disminuyendo y nuestra estrategia futura es seguir disminuyéndola", agregó Silva.

Hay diferencias también en torno a sus formas de proceder en sus respectivos directorios. Ambos son los accionistas mayoritarios, pero uno es controlador y el otro, no. Heller, dicen en Azul Azul, "toma las decisiones, pero escucha a las contraparte para evitarse conflictos". En Blanco y Negro la situación es muy diferente. Hay dos bloques y el Club Social, por ahora aliado con Mosa, es quien siempre puede volcar en favor de una trinchera las decisiones. Conocido es la nula relación entre Leonidas Vial y Mosa, los líderes de los dos bloques. "Nos pasaron la aplanadora", dijo Vial tras uno de los últimos directorios blancos. "Los tres sectores del directorio pueden convivir (Vial, Mosa y CSyD). Acá debe haber una política deportiva de fondo", fue el ruego de ayer de Morón.

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