El riesgo de los vivarachos

Opazo


Una de las entretenciones de mayor masividad la entrega el fútbol, allí donde converge un mundo social, puramente humano. Pero pasan los siglos y el ser humano sigue siendo el mismo de las cavernas. De tal manera que la violencia física, verbal y gestual se observa con naturalidad. En casi todos los deportes impera la pasión desenfrenada. Un campo de fútbol es fiel reflejo de esta involución. Un animal de carne tierna siempre será presa de los depredadores. Ese cervatillo es el árbitro que frente a cualquier decisión es acosado por las fieras llámense jugadores de fútbol. Invaden su campo energético en su ira y violencia gestual. Allí donde nadie tiene la facultad de pensar, pero sí de encolerizarse.

En las gradas y dentro de la cancha, nadie recapacita. Y los proteccionistas de turno como algunos entrenadores son embrutecedores interesados que miran de soslayo buscando la adhesión de la masa popular.

¿Hasta cuándo se soportarán los majaderos alegatos, discusiones, empujones y acosos de los jugadores hacia los árbitros? El principio de autoridad se ha perdido, no sólo en la cancha sino en nuestra propia sociedad.

Transcurridas dos fechas del campeonato y ya se extravió el respeto. A fines del 2017 se concluyó hablando de errores referiles. Ahora estamos en lo mismo. Todo es compartido, árbitros frágiles sin control sobre jugadores de mala educación e ignorancia de las reglas del juego. ¿Qué dice el Sindicato de Futbolistas sobre estos comportamientos? No sólo debe defender la imagen de sus asociados en álbums de figuritas, también debe defender el buen espectáculo.

Vamos hacia un torneo mediocre de muchas interrupciones y de constantes polémicas. Donde nadie identifica a los responsables de los hechos y ninguno aplica la regla 12 entre ellas "desaprobar con palabras y acciones, causal de amonestación o más grave aún, emplear lenguaje y o gestos ofensivos, insultantes y humillantes".

Futbolistas, no maten la entretención del planeta, no se reduzcan a la imbecilidad de la emancipación del vivaracho y pícaro triunfador.

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