Una batalla con ecos milenarios

Marruecos

Marruecos e Irán se miden hoy en un Grupo que comparten con los favoritos España y Portugal. Chocarán dos técnicos similares, pero dos naciones con historias contrastantes.



Librada a orillas del mar Báltico, el inédito partido que disputarán este viernes Irán y Marruecos se perfila como una gran batalla deportiva de complejos trasfondos políticos y religiosos.

Países musulmanes, cada uno de ellos se arroga el liderazgo de las dos ramas enfrentadas del Islam: Marruecos, de mayoría suní, presume de que los genes de su familia real proceden de la estirpe del Profeta Mahoma.

Irán, por su parte, es el único estado del mundo que se define como chií, la corriente -ahora minoritaria- que en el siglo VII se escindió de la ortodoxia a causa de las discrepancias sobre la sucesión en la incipiente comunidad islámica.

Los chiíes consideraban que el liderazgo le correspondía a Ali, primo del Profeta, casado con Fatima, su hija más querida, mientras que los futuros suníes defendían que la cabeza del califato debía mantenerse en manos de los jefes tribales y militares que acompañaron a Mahoma durante la conquista de la Península Arábiga.

Un pulso político que con los años se transformó en una disputa religiosa y que en los años 80 retornó a su origen arrastrado por la revolución islámica de Irán y las pulsiones de la Guerra Fría.

Un duelo por la influencia en la convulsa región de Oriente Medio que desde entonces libra el régimen iraní de los Ayatolá, apoyado en parte por Rusia, y la Arabia Saudí radical suní wahabí, a la que apoya Estados Unidos, y por supuesto Marruecos.

Hermanados por el fútbol, desde hace días iraníes y magrebíes chocan las manos, intercambian parabienes, se abrazan y animan ruidosamente a sus selecciones conscientes de que la victoria no es solo un anhelo si no una necesidad si aspiran a progresar a la segunda fase.

Con un ojo puesto en Sochi, donde Portugal y España cierran la primera jornada del Grupo B, ambos comparten una perspectiva similar: un triunfo y una eventual caída de uno de los dos favoritos les colocaría en una situación inmejorable. Tres puntos en el casillero, un rival directo eliminado y mucha, mucha presión, para la selección que falle en el choque ibérico.

La batalla se decidirá muy probablemente en el mediocampo, ya que ambos técnicos, el portugués Carlos Queiroz (Irán) y el francés Hervé Renard (Marruecos), comparten una concepción similar: rocosos en defensa y muy disciplinados en el juego posicional, confían en la fuerte presión en el centro como primer paso de un ataque fulgurante.

Ambas escuadras han recibido escasos goles, tanto en los partidos de clasificación como en los amistosos previos al Mundial. La defensa marroquí, liderada por el central del Juventus de Turín Mehdi Benatia, no concedió un solo gol en los encuentros decisivos de la ronda africana de clasificación.

Alireza Beiranvand, el arquero del Persépolis no recogió un solo balón de las redes en nueve de los 10 partidos de clasificación, encajando dos en el último choque oficial, cuando los de Queiroz ya habían sacado el billete a Rusia.

A esta eficacia defensiva, añaden ataques de gran calidad, poco anotadores, ciertamente, pero que rentabilizan al máximo las pocas ocasiones de gol que se generan.

Con toda probabilidad, Queiroz partirá de salida con la joven promesa del Rubin Kazan, Sardar Azmoun, y con la fiabilidad de ambidiestro Alireza Jahanbakhsh (AZ Alkmaar), máximo goleador (21) de la liga holandesa.

Ambos son delanteros habituados a sobrevivir como atacantes aislados, conscientes de que las oportunidades suelen ser escasas.

El DT Renard, en tanto, brilla por sí mismo: es el único técnico extranjero en ganar dos veces la Copa de África; en 2012 con Zambia y en 2015 con Costa de Marfil. Desde su llegada, Marruecos ha encadenado 18 partidos sin derrotas.

Frente a él, en el otro banquillo, Queiroz también aparece como una estrella. Desde que en 2011 asumiera el banco destinado a Javier Clemente, el ex del Manchester United y del Real Madrid ha dotado de pragmatismo, y sobre todo regularidad a una selección que encadena dos mundiales consecutivos.

Y lo ha sabido combinar con las grandes dosis de talento que alberga la selección iraní: en especial el que atesora Said Ezatolahi, quien sin embargo se perderá el debut por la roja que vio ante Corea del Sur en las Eliminatorias.

A diferencia de Renard, el portugués no pudo realizar la preparación que deseaba, con rivales que decidieron echar pies atrás en sus amistosos ante la presión que ha ejercido Trump contra el gobierno iraní, en un conflicto político-depotivo menos notorio que el abortado choque de Argentina e Israel, pero no por eso menos frustrante.

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