Pese a problemas de salud, Phil Collins brilla con sus hits

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Alrededor de 50 mil personas llegaron a ver al ex Genesis.

El artista se presentó anoche con un sólido show ante un Estadio Nacional repleto .


Sonriente. Así entra Phil Collins, media hora después de lo programado, al escenario del Estadio Nacional. Lo hace como en todos los conciertos del último año, su gira de regreso a los escenarios: con bastón. Solo se le puede ver caminando cuando entra o sale del escenario. El resto del tiempo lo pasa en una silla; el único espacio que su espalda, lesionada hace una década, le permite ocupar en un concierto.

Y no deja de impactar ver a una figura fundamental de la música popular británica en ese estado.

Pero no parece importarle. O finge bien. "Hola, Chile. Hola, Santiago... ese es todo mi español", comienza diciendo de buen humor. Y de ahí a lo importante. Against all odds (Take a look at me now) de inmediato establece la tónica de la noche: Collins no podrá moverse mucho, pero su voz la conserva casi impecable.

Con los ripios propios de la edad, pero el británico resolvería con inteligencia sus carencias en la hora y media de su show de anoche en el recinto de Ñuñoa. El sonido un poco bajo, considerando el tamaño del lugar -mismo volumen que la presentación de The Pretenders, quienes abrieron la jornada-, pero nítido, sostenido en una banda de primer nivel, con varios colaboradores de décadas.

Como se esperaba, el repertorio no fue distinto al de las paradas recientes de la gira. Another day in paradise, Who said I would, Follow you follow me (interpretada como tributo a Genesis, con imágenes de Peter Gabriel vestido de flor incluidas) e In the air tonight sonaron frente a un Nacional repleto, pero con un público algo tibio, que guardó su efusividad sólo para el tramo final del concierto, con temas como Dance into the light, Invisible touch, Easy lover y Sussudio.

A pesar de la calidad musical, era imposible que los problemas físicos del músico no afectaran su presentación. Su inmovilidad hacían de la puesta en escena algo excesivamente estático a ratos. Quizás algo que contribuyó en una audiencia a la que le faltó complicidad con el artista.

Pero Collins y su banda intentaron todo, dentro de lo posible, para que la realidad no fuera un problema. El cierre, con Take me home, tuvo un aire de fiesta, con fuegos artificiales despidiendo el primer concierto del británico en Chile en 23 años. Las condiciones no serán las ideales, no podrá tocar la batería ni moverse como es propio de un frontman.

Pero hasta hace no tanto, el tan solo pisar un escenario parecía algo que no volvería a suceder. Pero Collins volvió como pudo. El mismo artista lo declaró en el nombre que lleva la gira: aún no está muerto. Sentado, sí. Pero no muerto.

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