Hawking al cierre: 4 pistas para entender su vida

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Esta madrugada en Cambridge no sólo partió el científico brillante que nos habló de los agujeros negros, el origen del universo y de mucho más también: de Dios, del destino del planeta, de esos temas que remecían no sólo el intelecto, sino el corazón y el esqueleto.


Ha muerto Stephen Hawking y se siente tristeza profunda. Esta madrugada en Cambridge no sólo partió el científico brillante que nos habló de los agujeros negros, el origen del universo y de mucho más también: de Dios, del destino del planeta, de esos temas que remecían no sólo el intelecto, sino el corazón y el esqueleto. Esta madrugada partió también el hombre que era esperanza, esa luz de optimismo en medio del difícil camino de quienes, como él, están prisioneros en sus propios cuerpos con una enfermedad tan maldita como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).

Es difícil condensar en un par de episodios a quien vivió de manera tan intensa, que entregó tanto a la física, que escribió libros, que viajó tanto, que fue un respetado profesor, que inspiró películas, que recibió premios, que se despachó tantas frases contundentes y provocadoras. A riesgo de ser absolutamente injusto con una biografía y una vida con esas dimensiones, aquí van algunas pistas.

Uno, la enfermedad. A los 21 años fue diagnosticado con ELA. Ese desorden neurológico que hace que los músculos del cuerpo se van rigidizando hasta transformarse en inservibles y ser ser la cárcel de mentes y corazones que se mantiene sanos. No hay forma de vencer el mal, que siempre es progresivo. Hawkings llevaba más de medio siglo de lucha contra eso, y eso ganaba aplausos: quienes sufren ELA no duran más de pocos años. He conocido a varios enfermos con ELA y siempre terminábamos hablando de la batalla de Hawking, como un impulso de esperanza. No quiero pensar la pena que los envuelve en estos momentos.

Dos, la ciencia y el pop. Hawking no sólo hizo aportes claves a la ciencia, por lo que es considerado uno de los más grandes físicos de la segunda mitad del siglo XX, sino que también fue un ícono del cultura popular. Apareció en The Big Band Theory, en Star Trek y fue personaje de Los Simpson. Él alimentaba ese halo de estrella pop: celebró sus 60 en un globo aerostático; y -en una imagen que dio vuelta al planeta- probó la gravedad cero a bordo de un Boeing 727.

Tres, el incansable. Se movía en silla de ruedas; y al final sólo se comunicaba moviendo una mejilla: ese movimiento leve, a través un complejo circuito electrónico, formaba palabras sobre una pantalla; muy lentamente. Eso no le impidió moverse por el mundo. Llegó incluso dos veces a un país tan remoto como el nuestro. Estuvo en Santiago, en Valdivia, en la Isla de Pascua. No se le escapó siquiera el fin del mundo, porque Hawking fue también a la Antártica.

Cuatro, la voz de alerta. Hawking hablaba a partir de la ciencia, pero no sólo sobre ella. Era un hombre preocupado de la humanidad. Por eso llamaba a cuidar del planeta, a asumir esa responsabilidad. Una amiga me decía recién al whatsapp, lamentándose: "¿Y ahora quién nos va a advertir que estamos haciendo todo mal?". Hawking llamaba también a expandir los límites. Sin miedo, en lo que fue una de sus últimas obsesiones, hablaba de vida extraterrestre y cómo imaginaba una llegada muy parecida al desembarco de Colón en América.

Hay tanto por recordar de Hawking. El hombre que siempre se movió de manera estelar. Lo escribió bien en las redes sociales un físico que fue su amigo y lo quería: Hawking nació el día en que murió Galileo y murió el día en que nació Einstein.

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