Una tragedia con nombre y apellido

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La víctima, Germán Mancilla, el verano pasado, en un balneario de la zona.

La fiscalía investiga. El MOP analiza. Los residentes denuncian. Y una familia es la que sufre. La de Germán Mancilla Pulgar, de 24 años, ingeniero agrícola y única víctima fatal del viaducto Cancura, que hace una semana, de madrugada, se desplomó en Osorno. Él, simplemente, iba a su trabajo.


Dicen que los fierros rechinaban. Que de lejos parecía que se movía. Vibraba. Que cada vez tenía menos base, porque se robaban la arena de sus pilares. Todo eso dicen, o decían. Son historias de pueblo viejo. Leyendas, ahora recitadas como letanía. "¡Se iba a caer, si todo el mundo lo tenía claro!", cuentan en Cancura. Los lamentos sobran, suman y siguen en la salida suroriente de Osorno. "Sabíamos que estaba malo, pero nadie escucha a estos viejos de por acá", predica doña Eulogia, de esas residentes a las que ya se les pierde el rastro de la década en que llegó.

Mitos. Murmullos. Folclor.

Germán Mancilla Pulgar, de 24 años, no parecía demasiado asiduo a esas habladurías de campo, en la Región de Los Lagos. Callado, la impronta de "Tatán" era otra. Trabajar y mirar al extranjero. Al estudio, a lo fáctico. "Buen cabro, súper práctico, él", describe una de sus excompañeras de curso.

El bichito de mateo lo tuvo siempre, desde la Escuela Agrícola de Río Negro, establecimiento gratuito que recibe a jóvenes de sectores rurales. Pero se le acentuó el año pasado, tras una beca y pasantía en Nueva Zelandia.

Ese era su mundo.

El joven era ingeniero agrícola. Y la pasada madrugada del sábado 23 de junio iba al trabajo. Sí, al trabajo. Alrededor de las 3.20 horas salió de su casa. Partió en la camioneta de su empresa, la lechera Manuka, junto a dos compañeros. Por la Ruta U-55, rumbo a la ex Hacienda Rupanco, ubicada a unos 45 kilómetros de su hogar, donde era administrador de sala de ordeña.

El resto ya se conoce. Nadie tiene por qué imaginarse que el puente que está allí todos los días, una noche no va a estar. Que se va a caer, más encima con niebla y sin luces que lo adviertan. Pero así pasó con el viaducto Cancura, que une Osorno y Puerto Octay. Las habladurías resultaron ciertas. A eso de las 3.40 la estructura colapsó y se desplomó, provocando la caída de dos vehículos al río Rahue.

Seis personas quedaron heridas. Todos ya fuera de riesgo vital. Y una fallecida: Germán Mancilla. Tatán.

Desde "lechador"

Eran tres hermanos. El muchacho era el menor. Soltero. Vivía con sus papás. "Se veía con toda su energía y alegría, por haber iniciado hace poco su vida laboral, le encantaba", cuenta María Paz, la hermana del medio.

Efectivamente, Mancilla había comenzado a trabajar en la firma Manuka en enero pasado. "Era empeñoso, bien querido", recuerda un compañero. Entró como lechador, aquellos que se las entienden directamente con los bovinos, pero una semana antes del accidente fue ascendido a encargado de sala.

"Ese día compró una botella de champaña para celebrar en familia, pero no quiso abrirla hasta que llegara su hermano mayor. Lo estaba esperando", cuenta su padre, también llamado Germán.

En el barrio de Francke, al otro lado de Osorno, veían a Tatán como de perfil bajo y muy cercano a la afición de su progenitor por el mundo tuerca. Siempre lo ayudaba a correr en el autódromo de la ciudad. Su tío, el exconcejal de Osorno Juan Carlos Velásquez, dice que "si no estaba pensando en trabajar, era en el autódromo".

Mancilla egresó del Liceo Agrícola de Río Negro en mayo de 2011, como técnico agrícola. Luego decidió seguir estudiando. Entró a la Universidad Técnica Inacap de Osorno y en 2016 se tituló como ingeniero en Producción Ganadera.

María Angélica Fuentes, jefa docente del establecimiento, dice que el muchacho era "muy proactivo en los estudios, pero también le gustaba jugar fútbol en las pichangas con sus compañeros".

Otra docente comenta que "para nosotras era habitual verlo hasta muy tarde como empaquetador en el Líder (supermercado). Siempre fue así de aperrado".

En el liceo también tienen grabado un aspecto distintivo de Mancilla: su familia. "Los papás siempre estaban presentes, participaban en todas las actividades, son un clan", comenta el jefe de producción del liceo, Germán Fuentes.

En tercero medio, Tatán fue monitor en avicultura. En cuarto asumió la misma labor, pero en la zona de lechería.

Le iba bien. En junio de 2017, cinco alumnos de Inacap viajaron a Nueva Zelandia como parte del Programa de Intercambio para Jóvenes Agrícolas, para perfeccionar labores en predios lecheros de ese país. Allí estaba Mancilla.

Aquella vez fue entrevistado para una revista interna del centro de estudios: "Siempre ha sido un sueño perfeccionarme en mi área de trabajo", contó.

Volvió a fines de 2017 y en enero entró a trabajar a la Hacienda Manuka, donde fue ascendido una semana antes del accidente. La firma le dispuso una camioneta para que pudiera viajar los 45 km a su nuevo puesto. Y otro detalle: ya no tenía que llegar de madrugada. Era jefe. Entraba a las 8.00. Pero como sus amigos seguían en el área lechadora, que exige madrugar, aquel sábado 23 de todos modos los llevó temprano en el vehículo.

Los famosos áridos

El exconcejal Juan Carlos Velásquez asegura que en su período edilicio, entre 2012 y 2016, presentó una serie de documentos y denuncias "en torno a la extracción de áridos en Cancura, que se apunta como una de las posibles causas de la caída de parte del puente".

No es un tema baladí. La familia evalúa los pasos legales a seguir, mientras la fiscal Leyla Chahin, de Río Negro, dirige la indagatoria penal. El viernes, el Presidente Sebastián Piñera le pidió la renuncia al subdirector de Obras y al jefe de puentes del MOP.

Números, informes, peritajes.

Mancilla padre, en todo caso, se enfoca en otra cosa. En algo que él ve olvidado: "Aquí lo importante es que se murió mi hijo. Hubo seis personas heridas y una fallecida. Y ese no era un puente colgante. Era una construcción grande, que tenía que ser buena, y estaba mala".

Ya hace una semana que Tatán condujo por última vez en la U-55. El funeral fue masivo. Y su familia aún conserva esa champaña con que iban a celebrar su ascenso.

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