Abogada y periodista siria-estadounidense: "El régimen de Basher Assad no se va a ir en el corto plazo"

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En conversación con La Tercera, Alia Malek dice que "todos piensan que es mejor Assad, el diablo conocido, que el Estado Islámico, el demonio loco".




Era abril de 2011 cuando la abogada y periodista estadounidense de origen sirio, Alia Malek, decidió recuperar el departamento de su abuela en Damasco. En ese momento, en Siria se habían desatado fuertes protestas contra el régimen de Basher Assad. "Cuando la Primavera Arabe comenzó fue un momento emocionante para todos aquellos que habían esperado un cambio por mucho tiempo, después de que Medio Oriente se encontrara estancado", cuenta Malek en conversación con La Tercera.

"Siempre comento que si bien nací en 1974, había estado esperando ese momento desde 1967, cuando las naciones árabes fracasaron y entraron en un período de mucho estancamiento, de gobernantes totalitarios y en vez de que hayan sido los islamistas los que provocarían el cambio era la gente común. Estaba muy optimista en abril de 2011 y quería volver a Siria en ese momento", rememora.

Si bien esta abogada de derechos humanos y periodista residía desde hace años en Estados Unidos, no era ajena a Siria. Siendo niña, emigró junto a sus padres, pero había visitado el territorio sirio y la región en varias ocasiones. Finalmente, la experiencia que vivió entre 2011 a 2013 la plasmó en el libro The Home That Was Our Country, A Memoir of Syria (El hogar que era nuestro país, una memoria de Siria), publicado en febrero.

"Siempre quise que las personas conocieran Siria de la manera que yo la conocía. Me fui a vivir a Damasco en abril de 2011. Sabía que ese era un momento importante y pensé que iba a haber un cambio positivo y progresivo. Quería estar ahí, ser testigo de eso. Quería hacer un buen periodismo, porque hablo el idioma, conozco la cultura, no lo iba a describir como un lugar exótico, entiendo qué es importante y qué no. No tengo miedo a los musulmanes, no creo que escribiría sobre ellos", explica.

¿Cómo era la vida en Siria ese momento?

Había mucho optimismo, pero al mismo tiempo había mucha cautela, relacionada con el miedo. Creo que es algo con lo que ustedes en Chile pueden entender cómo era bajo (Augusto) Pinochet. Siria ha estado bajo los Assad por 40 años. Es un Estado policial, donde los disidentes y las personas de la oposición desaparecían. Fuimos ingenuos de pensar que no habría violencia en una situación como esa. El régimen trabajó muy duro por encarcelar, desaparecer o sacar del país a los oponentes que eran seculares, la sociedad civil, personas que tenían principios detrás su política, que no eran violenta o islámicas. El hecho que el régimen arrestara a esas personas refleja la clase de conflicto que al régimen le interesaba, porque si veías que la oposición era secular y pacífica, ellos no iban a poder sobrevivir. Pero si los mostrabas como que eran extremistas, que estaban armados, esos grupos no se iban a ver mucho mejor que el régimen. Y eso es lo que se ve ahora, porque todos piensan que es mejor Assad, el diablo conocido, que el Estado Islámico, el demonio loco, que es menos predecible. Y todos ellos están sobreviviendo, así es que su estrategia está funcionando.

¿Cuándo comenzó a cambiar todo?

Durante los primeros ocho meses, cuando arremetieron contra los civiles y la oposición no violenta, cuando empezaron a liberar de la prisión a criminales violentos y que no estuvieran tan preocupados para que la crisis escalara. Creo que estaban interesados de que escalara.

¿Por qué cree que la Primavera Arabe en Siria se desarrolló de forma distinta a Egipto o Túnez?

Es complejo. Egipto es un contexto diferente, porque ya tenían más libertad política, donde parecía que los intereses del Ejército no estaban completamente atados a (Hosni) Mubarak. En Siria hay grupos que de verdad creen que tienen un status existencialista. Creo que en Siria había más personas que tenían miedo del caos en general. No hay que olvidar que Siria limita con Líbano e Irak. Además el régimen sirio era aliado de Irán, que dejó claro que iba a invertir en la sobrevivencia del régimen. Todas las cosas que se podrían haber predicho que pasaran, ocurrieron. Los turcos abrieron sus fronteras, los países del Golfo comenzaron a armar a los grupos de su interés, algo que habían hecho durante mucho tiempo en otros países. Eso le echó leña al fuego. Además, Estados Unidos, o lo hizo maliciosamente o de forma ignorante, pero le echó leña al fuego al no forzar que todas las partes se sentaran a negociar y llegaran a una solución que no fuera militar; no lo hicieron. Habían dinámicas al interior de Siria que no eran iguales que en Egipto.

Aún tiene familiares en Siria, ¿Qué piensa cuando ve las imágenes de la guerra?

Es muy doloroso. Parte de mi familia está en Alepo. La calidad de vida que tienen, el trauma que han tenido que sobrellevar. Esto es algo que uno no le pueda desear a alguien. En Damasco, por ejemplo, hay cortes de agua, de luz, no es una vida fácil, no es digno.

¿Hacia dónde va el conflicto?

Ahora parece que el régimen no se va a ir en el corto plazo. Parece que Irán y Rusia tienen un objetivo común. Muchas generaciones ven que no tienen futuro, es una sociedad traumatizada y muy dividida.

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