Abuelos en espera

Listas de espera de 1.200 personas y un mínimo de seis meses en suspenso es la realidad de los ancianos vulnerables que buscan ingresar a un hogar.




Ismenia es silenciosa, apenas puede moverse, no tiene hijos y hace mucho tiempo se separó. De sus 83 años, lleva casi tres  en lista de espera para ingresar a un hogar de ancianos. Su cuñada, María Elena Martínez  (65), es su apoderada, y con gran esfuerzo ha tenido que hacerse cargo de sus cuidados durante este período. “Lleva tanto tiempo esperando y ella no puede estar sola. Tiene una artrosis en cuarto grado, no camina. También tiene una demencia senil leve.  Y yo tenía que viajar todos los días para cuidarla. A cocinarle, a hacerle las cosas. Ya últimamente se me hacía difícil (…). Yo también soy una persona adulto mayor, tengo 65 años. Mi esposo, el hermano de ella, tiene 80  y es operado de un cáncer al colon”, cuenta.

María Elena ha tratado infructuosamente de ingresar a su cuñada a un lugar donde pueda recibir los cuidados adecuados y que sea económicamente accesible, pero los centros destinados a personas de escasos recursos están llenos y los cupos disponibles prácticamente no existen.

Carolina Ramos, encargada del Programa de Participación Social del Centro de  Salud Familiar (Cefam) de la Municipalidad de Santiago cuenta que  llegan muchos casos de adultos mayores que necesitan ingresar a un Establecimiento de Larga Estadía para Adultos Mayores (Eleam). “Acá los ayudamos a hacer la postulación, pero uno le explica a la persona que mínimo son seis meses de espera. Eso es lo  mínimo,  habría que tener mucha suerte o estar muy grave para esperar menos que eso.  La realidad es que, en general, estos hogares están repletos”, dice Carolina.

La necesidad de encontrar un lugar para los ancianos radica mayoritariamente en su desamparo o en el peso que significa para sus familiares, pero también en que requieren cuidados especiales antes de que sea muy tarde. “También hay que pensar que son personas que, en la mayoría de los casos, están enfermas, y ha habido ancianos que han muerto antes de que se genere una vacante para ingresar a algún hogar”, recuerda Carolina.

La lista de Las Rosas

El viernes  es un día ajetreado en Fundación Las Rosas.  Al final de cada semana se cita a los postulantes que, previó análisis, se consideran más vulnerables para evaluar en qué lugar de la lista de 1.200 ancianos en espera que tiene la institución se ubicarán. La posibilidad de ingresar en un corto plazo es remota, pues los cupos varían muy poco cada mes y dependen mayoritariamente del fallecimiento de alguno de los residentes.  Esta fundación es el centro más grande de Chile en cuanto a cobertura, cuentan con 2.200 cupos repartidos en 30 centros a nivel nacional y aun así no dan abasto. Sus postulantes en su mayoría son ancianos con pensiones  básicas solidarias ($ 93.543), pocas redes de apoyo, o familiares que no pueden hacerse cargo de ellos. “Aquí llegan personas con toda una carga emocional, nos lloran, nos suplican, nos presionan. Ojalá pudiéramos ayudarlos a todos, pero es imposible”, reconoce  Jocelyne Calderón, jefa de admisión de la Fundación Las Rosas.

“La lista de espera fluctúa entre las 1.200 y 1.300 personas. Cada cierto tiempo vamos actualizando el registro. Una vez al mes pasamos a todos los inscritos por Registro Civil para ver quiénes han fallecido, por ejemplo. Cuando hay personas que han pasado harto tiempo en la lista de espera, llamamos para saber si todavía lo necesitan. Y aun así, a pesar de que se hacen estas actualizaciones, el número no baja”, dice Jocelyne.

El principal criterio de ingreso es la gravedad de la situación del anciano, su vulnerabilidad social o económica. “La lista de espera no es por orden de llegada. La lista se organiza en relación a necesidades de urgencia de cada caso”.

Aunque el término “urgencia” puede ser subjetivo, Jocelyne cuenta que hay casos extremos en que simplemente no se puede esperar. “La semana pasada ingresamos a un señor de 67 años, postrado y cognitivamente muy mal.  A él lo cuidaba su hermano mayor, de 80 años, que también tenía un deterioro cognitivo. Y esta persona de 80 años tenía que cuidar, limpiar, alimentar a su hermano, pero obviamente se veía muy limitado. (...) Un día encontraron a los dos tirados en el suelo, casi en posición fetal.  Cuando le preguntaron, el hermano mayor contó que su hermano se había caído de la cama y él no lo pudo levantar, y que al verse impotente se acostó al lado de él, esperando a ver si los encontraban. Entonces era una situación de vulnerabilidad extrema”, dice.

La oferta del Estado

En Chile, la oferta para este sector de la población es escasa. Hoy existen sólo 12 establecimientos de larga estadía ciento por ciento estatales (distribuidos en seis regiones del país) que reciben adultos mayores en situación de vulnerabilidad. En noviembre de este año se sumaría uno más en la Región de Antofagasta. Considerando este nuevo centro, serían 658 los cupos cubiertos por los centros del Estado. El grueso de la oferta para adultos mayores vulnerables o con dependencias son cubiertos por organizaciones sin fines de lucro que logran cubrir 5.707 plazas (Fundación Las Rosas, con 2.200; Hogar San Vicente de Paul, con 1.200, y el Hogar de Cristo, con 800, son los más grandes).

Rubén Valenzuela, director nacional del Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama), señala que “existe la necesidad de contar con establecimientos de larga estadía a nivel nacional, considerando el incremento de las personas mayores en el país y de la dependencia a mayor edad (sobre 80 años).

Respecto de si esto cubriría la demanda que hoy existe, Valenzuela agrega: “Actualmente se encuentran en distintas etapas (aprobación y diseño) nueve establecimientos de larga estadía más, con lo que se duplicaría la oferta de plazas para adultos mayores, de las que se cuentan actualmente. Sin embargo, esto es insuficiente y, por lo tanto, se debe invertir también en generar otros dispositivos, tales como centros diurnos, hospitales de día,  cuidados domiciliarios, entre otros, que permitan  a las personas mayores recibir servicios de calidad y en su propio contexto”.

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