Agente de la CIA en Chile entre 1971 y 1974: "No supimos que se produciría el Golpe hasta dos o tres días antes"

El ex oficial de inteligencia Jack Devine tenía 31 años cuando llegó al país. Es el primer agente que operó en Chile que habla abiertamente sobre su labor en esos años.




"El 9 de septiembre de 1973 estaba comiendo en el Da Carla, un restaurante italiano en Santiago, cuando un colega se me acercó a la mesa y me susurró en el oído: 'Llama a casa inmediatamente, es urgente'". Así comienza el artículo que Jack Devine publicará en el próximo número de la revista Foreign Affairs y que fue adelantado hace algunos días en el sitio de la publicación en Internet. El relato es un extracto de una narración más extensa que aparece en el libro que Devine lanzará el 3 de junio titulado Good Hunting, sobre sus más de 30 años en la Agencia Central de Inteligencia de EEUU (CIA). Una carrera que lo llevó a intervenir en la campaña para apoyar a los mujaidines en Afganistán durante la invasión soviética o supervisar la operación de captura de Pablo Escobar en 1993, pero que comenzó en Chile, en 1971, en pleno gobierno de Salvador Allende, a los 31 años.

La narración, titulada "Lo que realmente pasó en Chile" es el relato más completo de un ex agente de inteligencia de EEUU sobre sus operaciones en Chile previo al golpe de 1973. Hasta ahora, la mayor cantidad de información sobre las acciones encubiertas en ese periodo provenían de los documentos desclasificados por el gobierno de EEUU. El relato de Devine le pone un rostro al trabajo de la CIA en Santiago y cómo se vivieron esas tensas horas previas a la acción de las Fuerzas Armadas. "Tu amigo llamó desde el aeropuerto. Está dejando el país. Los militares decidieron moverse. Va a suceder el 11 de septiembre. La marina lo va a liderar", fue lo que le dijo su esposa cuando llamó a su casa tras interrumpir su comida en el Da Carla. Fue entonces, asegura, cuando la CIA se enteró del golpe. "Nosotros no apoyamos el golpe, no trabajamos con ellos, ni instigamos a los militares", sostiene.

Desde su oficina en Nueva York, Devine aceptó conversar telefónicamente con La Tercera sobre ese periodo, en la primera entrevista que concede un ex agente de la CIA en Santiago durante esos años a la prensa chilena. Un diálogo donde recuerda su participación en algunos hitos que marcaron ese periodo en Chile y reconoce los errores que se cometieron, en especial el intento de la Casa Blanca en 1970 por intentar impedir la elección de Salvador Allende en el Congreso. "No fue una operación bien concebida ni bien planificada", asegura, y precisa que la CIA no conocía el plan de Viaux que culminó con la muerte de Schneider. "Al final fue el general Viaux con un grupo de radicalizados el que lo llevó a cabo (...) y fracasó". Devine defiende, sin embargo, las acciones de apoyo a la oposición durante esos años, asegura que sus vínculos con los militares eran muy malos y sostiene que los mejores informes los recibían de los comunistas: "Eran muy objetivos sobre las dificultades que enfrentaban y pesimistas sobre la sobrevivencia de Allende".

¿Cuáles eran sus instrucciones cuando llegó a Chile?

Llegué en septiembre de 1971 y me fui en mayo de 1974. Fue mi primera misión y estaba feliz de haber sido enviado a Chile por dos razones. Primero es un país hermoso, su gente es fascinante, igual que su historia y su tierra. Segundo, para Washington en ese momento había dos temas centrales de política exterior, uno era Vietnam y el otro Chile. Y el interés en Chile se basaba en la preocupación por Cuba, el temor de que se instalara otra Cuba en el Cono Sur de Latinoamérica. Muchos de sus lectores probablemente no recordará la Guerra Fría ni la lucha que se libraba en esos años. Nuestros informes señalaban entonces que los rusos realmente no creían que las urnas fueran el camino para llevar al comunismo al poder. El partido comunista tenía una visión muy clara de lo que estaba pasando en Chile. Los mejores informes para entender lo que pasaba los recibíamos del partido comunista. Eran muy objetivos sobre las dificultades que estaban enfrentando y pesimistas sobre la sobrevivencia de Allende. Hay que darles el crédito, eran muy buenos analistas políticos.

¿El Partido Comunistas no confiaban entonces que el gobierno de Allende fuera a durar?

Sí, correcto. Incluso Rusia, hacía el final del gobierno, tampoco entregó mucho apoyo... Después de un cierto punto ellos estimaron que Allende no iba a lograr vencer en una futura elección y que había riesgos de que su gobierno colapsara.

¿Volviendo a su labor en Chile, en qué consistía?

En 1970, la administración de Nixon quiso bloquear la elección de Allende. Le pidió entonces a la CIA que tratara de fomentar un golpe. Los documentos muestran que la CIA le dijo que las condiciones no eran buenas y habría un baño de sangre. Pero la Casa Blanca dijo "háganlo igual, inténtelo". No fue una operación bien concebida y ejecutada. La acción que fue un fracaso y el general Schneider fue asesinado. El país entonces dio un giro a favor de Allende y en ese momento no hubo ninguna esperanza de bloquear su elección. La Casa Blanca determinó entonces que no se realizarían más conspiraciones con los militares y que en cambio se trabajaría con elementos de la oposición para ayudarlos a defender sus posiciones . Eso fue lo que la CIA hizo desde el 70, después de lo de Schneider hasta que Allende fue derrocado.

Entonces, ¿usted niega que la CIA colaborara en cualquier forma con la preparación del golpe?

Puedo negar categóricamente -y en eso me apoyan los documentos-, que la CIA haya trabajado con los militares para derrocar a Allende.

Pero sí tuvieron contactos en ese período con los militares.

Sí, si había contactos, pero como fuentes de información, aunque no eran muy buenas, desde mi punto de vista. Déjeme explicarle una cosa para darle alguna idea de la perspectiva de la CIA: en junio de 1973 se produjo el famoso tancazo y algunos militares se desplegaron frente a La Moneda y después fueron convencidos de retirarse. Y lo que la CIA interpretó de ese hecho -incluido yo mismo- fue que los militares iban a permanecer leales a la Constitución y no iban a fomentar un golpe. Esa fue nuestra visión oficial en junio de 1973. Lo que no sabíamos -y supimos sólo después del golpe- fue que los militares tuvieron una reacción completamente opuesta. Los altos oficiales en el Ejército quedaron preocupados de que la institución militar se quebrara y se perdiera la disciplina. Entonces lo que ese intento hizo fue que las tropas comenzaron a moverse. En ese momento decidieron que empezarían a preparar un golpe militar. Nosotros no lo sabíamos entonces.

Pero, según recuerda en el artículo de Foreign Affairs, usted recibió información tres días antes...

Se dio el caso que yo tenía una pareja conocida, no militares, pero sí cercanos a los militares, que me indicaron que el golpe venía. Eso fue tres días antes. El país sentía que estaba avanzando hacia un golpe, pero no teníamos informes de que este realmente se produciría hasta dos o tres días antes, y la información no provino de alguien que estuviera activo en las fuerzas armadas. Así fue como la CIA se enteró del golpe. Lo que sucede hoy es que mucha gente confunde el fracaso que se produjo en 1970 con lo que pasó en 1973, pero puedo decirle categóricamente que la CIA no tuvo trato con los militares en la preparación de ese golpe.

¿Usted piensa que el gobierno de Allende podría haber llegado hasta las elecciones de 1976?

Mi visión es que en 1973 no había forma de que se pudiera recuperar políticamente. Estaba acabado. La UP estaba acabada. Déjeme ser bien claro. El partido comunista sentía que Allende estaba acabado en 1973, los rusos lo creían. En otras palabras estaba en tan malas condiciones que no había nada que se pudiera hacer para salvarlo.

Se ha discutido mucho sobre el plebiscito que Allende supuestamente anunciaría ese mismo 11 de septiembre. ¿Ustedes tenían información de eso?

Había mucha discusión sobre ese plebiscito, muchos informes, pero probablemente Allende se dio cuenta de que si iba al plebiscito podía acelerar las perspectivas de una respuesta militar.Yo honestamente creo que habría perdido el plebiscito. Su popularidad era tan baja que muchos de mis colegas del lado político, no de la CIA, pensaban que él habría caído de todas maneras.

Usted recuerda un encuentro del jefe de la oficina de la CIA con el general Augusto Pinochet, después de que este fuera designado Comandante en jefe del Ejército. ¿Cómo fue ese encuentro y que opinión se llevó de Pinochet?

Fue en realidad el número dos de la oficina de la CIA. Su trabajo era desarrollar contactos con los militares por motivos de inteligencia, no para llevar a cabo acciones. El estaba evaluando a Pinochet y -se equivocó, se equivocó mucho- porque no pensaba que tuviera la determinación ni la fuerza para liderar una acción. Ahora, una de las cosas que está en mi artículo y en el libro de Nath Davis, el entonces embajador de EEUU en Chile, es que pese a lo que hizo Pinochet, él fue el último que firmó. El Almirante Merino le mandó una nota diciéndole que estaba iniciando un golpe y si estaba con él. Merino fue donde el general Leigh y él firmó, luego fue donde el director general de Carabineros y, al final, el último fue Pinochet. Le tuvieron que poner presión. En septiembre de 1973 ni siquiera sus colegas estaban convencidos si firmaría y ellos sabían que no podían dar un golpe sin el Ejército.

¿Cuántos agentes de la CIA operaban en Chile en esos años?

No, no puedo decirlo precisamente. Le diré sólo esto: era un número muy pequeño. Era, después de todo, una embajada pequeña.

Pero ¿la red de informantes sí era importante?

Creo que nuestros informantes eran bien buenos. Como le decía antes, a los que les tenía más fe era a los informantes del partido comunista. Eran los más objetivos. Pero teníamos fuentes a lo largo de todo el espectro. Una de las cosas sobre los contactos con los militares que es interesante saber es que la oficina en Santiago, al menos una vez, envió un mensaje anunciando equivocadamente que venía un golpe, basado en fuentes que tenía y no pasó nada. Y la razón fue que sus fuentes no eran tan buenas. El tema era saber en qué estaban los militares y la verdad es que no estaban en nada hasta avanzado 1973. Cada vez que los veíamos la respuesta era que respetarían la Constitución y se llegaría a las elecciones. La única vez que eso se rompió, y nosotros no lo anticipamos, fue el día del tancazo. El tancazo fue un evento muy importante... no se puede subestimar cómo ese hecho aceleró la preparación del golpe.

Uno de los hechos en el que tuvo participación fue en la llamada marcha de las cacerolas. ¿Cómo fue ese proceso?

Quiero ser claro, no soy el arquitecto de esa marcha. Lo que pasó fue que había una mujer, una activa feminista, aunque no una fuente muy productiva, porque en realidad no tenía mucha información, a la que yo veía bien de vez en cuando. Sin embargo, una vez me dijo que las mujeres no estaban felices y quizá se podía hacer algo. Yo en realidad pensé que reuniría a unas cientos de personas como mucho, pero igual le pasé algunos cientos de dólares. Pensé, 'esta va a ser otra de esas protestas de mujeres pidiendo comida frente a los supermercados". Pero lo que me sorprendió fue que había muchas más mujeres como ella. Puedo decir que sí, contribuimos a eso, pero no fue nuestra marcha.

Lo sorprendió entonces el efecto que tuvo.

Sí, absolutamente. Lo que pasó, y era completamente impredecible, fue la acción de los miristas. Si hubieran dejado que la marcha siguiera habría sido el fin de la marcha, pero cuando atacaron a las mujeres, el hecho se convirtió en una noticia mundial. Ellos terminaron convirtiendo un evento nacional relativamente pequeño en una gran noticia mundial. Fue un desastre para los grupos que apoyaban a Allende desde el punto de vista de las relaciones públicas.

En el caso del paro de los camioneros, donde también se ha planteado que hubo apoyo de la CIA, ¿cuál fue la real participación?

Para ser preciso, tuvimos contacto con los camioneros y queríamos apoyarlos, pero el embajador Nath Davis no quería. Entonces, él mandó el tema a Washington, diciendo que la CIA quería hacer eso, pero que él no creía que fuera una buena idea. 'Qué creen ustedes que debería hacerse', preguntó y Washington apoyó al embajador. Entonces, nosotros teníamos el contacto, pero la realidad es que al final no nos necesitaron porque fueron muy efectivos. La CIA quería hacerlo, pero Washington dijo otra cosa.

Una de sus responsabilidades eran las relaciones con los medios. ¿Cómo era ese trabajo, tenía contacto con periodistas?.

Hubo mucha presión sobre los medios democráticos. En un minuto les cortaron su acceso a imprimir y dinero para comprar el papel de impresión. Entonces la CIA se relacionó con el área comercial de esos medios para asegurarse que siguieran siendo solventes. La CIA no escribía su material y cómo era un diario prestigioso tampoco quería que lo hiciera. En lugar de propaganda la oposición estaba mejor servida teniendo un diario que siguiera siendo respetado, contando los hechos desde su perspectiva, pero sin usar material de la CIA.

¿Usted no tuvo entonces contacto con el área editorial, con periodistas?

No, no tuvimos... bueno estoy hablando en este caso sólo de El Mercurio, pero hubo otros diarios a los que sí le entregamos apoyo y recomendamos cosas para publicar. Parte del esfuerzo era entregar información, pero francamente los periodistas no necesitaban ayuda, nadie necesitaba ayuda. No había nada tan brillante que pudiera descubrir la CIA que los periodistas locales no pudieran lograrlo también. No necesitaban a la CIA para escribir sus historias. El mayor apoyo fue financiero.

¿Ha tenido relación o se ha encontrado después con alguna de las fuentes que tuvo en Chile?

Una de las cosas que haces en el mundo de la inteligencia, una de las cosas dolorosas, es que haces buenos amigos, muchos de tus aliados son buenos amigos personales, pero cuando dejas el lugar los dejas atrás por razones de seguridad. Hay eso sí una excepción, un buen amigo mío, al que llamé cuando volví en los 90. El estaba retirado y nos tomamos un trago juntos en recuerdo de los viejos tiempos. Pero eso fue estrictamente personal, él ya no estaba involucrado en política local y lo vi por amistad.

¿Se puede saber quién es?

No, no se puede.

¿Cómo vivió el 11 de septiembre, después de haber informado que venía un golpe?

Washington no creyó nuestro informe sobre el golpe. Nosotros estábamos confiados, porque conocíamos a nuestra fuente, pero tampoco estábamos 100% seguros. Yo fui a la oficina y el jefe de la estación estaba ahí y dos o tres administrativos. Pasamos la noche. Cuando despertamos y vimos para afuera -el golpe se supone que empezaba a las 7, según nuestra información-, y no pasaba nada, entonces pensamos que nuestro informante estaba equivocado. Luego, poco a poco, fuimos recibiendo información de que había empezado el levantamiento de la Marina y entonces estaba claro. Mandamos luego a alguien al Hotel Carrera para que nos informara que estaba pasando en La Moneda, porque no teníamos visibilidad. En términos relativos el golpe mismo no duró tanto, la gente pudo hacer sus actividades normales por un par de horas, la gente llegó a la oficina. Pero luego se anunció que habría un toque de queda y todos se fueron excepto el jefe, yo y un par de personas más. Nos quedamos ahí sin saber que permaneceríamos encerrados por dos o tres días. Hubo un toque de queda absoluto por unos pocos días. Quedamos ciegos sobre lo que estaba pasando y no sabíamos de la gente en el Estadio Nacional. No teníamos información porque nuestras fuentes también estaban encerradas.

¿Qué pensaba que pasaría?

No conocí a nadie que pensara que los militares iban a llegar y se iban a quedar en el poder. Todos creían que los militares iban a actuar y luego, en un periodo corto de tiempo, llamarían a una elección y volveríamos a un sistema democrático y constitucional como al que estaba acostumbrado Chile. Nadie anticipó el nivel de las violaciones a los derechos humanos. Pero tomó un tiempo antes de que nuestros informes nos indicaran la seriedad de la represión del gobierno de Pinochet.

¿Tuvieron contactos con gente de las fuerzas armadas en los días posteriores al golpe?

La CIA tiene normalmente relaciones con los gobiernos extranjeros por motivos de inteligencia, independiente de que sea un gobierno de izquierda o de derecha. Uno tiene que relacionarse con las personas que hay al frente. Y lo reitero, inmediatamente después, no estaba claro qué era lo que teníamos delante. Pero la relación comenzó a enfriarse muy luego, no fue una relación cálida. Yo personalmente no tuve contactos con ellos. Cuando me fui, en mayo de 1974, mi visión personal es que debíamos tener operaciones encubiertas para tratar de que Pinochet devolviera a Chile al cause democrático.

¿Perdió informantes de izquierda en los días posteriores al golpe?

La mayoría de los contactos sobrevivieron bien. En el artículo de Foreign Affairs me refiero a un miembro del partido socialista que era una muy buena fuente, una muy buena persona. El fue el único que yo conocí personalmente que fue torturado y encontré eso perturbador. Cuando estás ahí y vez a alguien físicamente dañado por la tortura te queda una impresión muy duradera. No es lo que uno querría en un mundo democrático. Yo he sido por años crítico de la tortura.

A más de 40 años del golpe, ¿cuál es la autocrítica que hace de su participación en Chile en esos años?

Aprendí tanto de esa experiencia que llegué a valorar el proceso democrático aún más a causa de la forma en que todo terminó. Fue una experiencia de aprendizaje y lo que planteo en el libro, donde propongo acciones encubiertas en Siria o en Ucrania o en Medio Oriente, es lo que llamo la acción política, la influencia. Cuando se trata del uso de fuerzas militares tengo más dudas. Cuando pienso en Chile, pienso en las malas operaciones encubiertas y las buenas. El intento de la Casa Blanca de intentar un golpe en 1970 fue una mala operación encubierta. Distinto es apoyar a la oposición democrática contra lo que se veía como un gobierno apoyado por la extrema izquierda, por Cuba. Muchos dirán 'pero Allende fue un demócrata'. Por eso yo le dije que pensaba que la mejor salida era una elección, no un golpe. Y lo que hacíamos era apoyar y sostener a la oposición democrática para que lograra llegar a una elección. Las propias políticas de Allende aceleraron ese enfrentamiento quizá inevitable.

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