Alberto Salas, a 11 días de dejar la CPC: "Lo que más me dolió fue la colusión, eso para mí fue mucho más duro que las reformas"

Alberto salas CPC

Pronto a concluir su período en la CPC, Alberto Salas se despide hablando de todo. De su conocida y cercana relación con la Presidenta Bachelet, de la nula posibilidad de influir en el gobierno y de su dolor más grande en estos últimos dos años: la colusión en el mercado del tissue. En su opinión, en este gobierno Chile se farreó la posibilidad de llegar a ser desarrollado durante esta década.




Quedan pocos días para que deje la presidencia de la CPC, ¿fue más difícil de lo que pensaba?

Ha sido el desafío más grande que he tenido en términos profesionales, gremiales y humanos.

¿Pero fue más difícil de lo que pensó?

Fue más demandante de tiempo de lo que yo pensaba. Me tocaron tiempos muy complejos...

Once días faltan para que Alberto Salas Muñoz (ingeniero civil en minas de la U. de Chile, 63 años, tres hijos) abandone la presidencia de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), el máximo sillón de la representación empresarial del país. El próximo 30 de marzo, las seis ramas que componen la multigremial elegirán al candidato de consenso, el ex canciller Alfredo Moreno, como nuevo mandamás de la casona de la calle Monseñor Sótero Sanz por los siguientes dos años.

"Me tocaron tiempos muy complejos", dice Salas. Y tiene razón. Durante su período, el gobierno de la Presidenta Bachelet aprobó reformas como la tributaria y la laboral que impactaron directamente al sector empresarial, y también durante los últimos dos años se conocieron diversos escándalos empresariales, como la colusión en el mercado del tissue o el financiamiento ilegal de la política. Pero pese a este escenario -que lo obligó a estar prácticamente todos los días encima de la coyuntura-, con orgullo sostiene que como CPC lograron levantar la cabeza y mirar al largo plazo. Como ejemplo, dice, tres hitos: la creación de la comisión de productividad, que elaboró un informe con 109 medidas; el comité de pensiones, que concluyó con una propuesta formal que se le entregó al gobierno, y la actualización de los códigos de ética de todos los gremios asociados.

A días de dejar la CPC, Salas se despide hablando de todo. De su origen como empresario nacido en Paipote, de sus mayores dolores como líder gremial, de la pérdida de influencia en el gobierno y de su comentada y cercana relación con la Presidenta Bachelet. De su futuro, la mayor parte de su tiempo la dedicará a Inacap, centro de formación técnica del que es presidente desde diciembre, donde su desafío, dice, será transformarla en una institución "de clase mundial".

"En estos dos años nos tocó un escenario que en lo económico estuvo marcado por un crecimiento muy mediocre. Con este 2017 vamos a completar cuatro años con crecimiento cerca del 2%; es lo más malo en 30 años. Chile es líder en Latinoamérica, redujo la pobreza 35 puntos en 25 años, subimos la esperanza de vida en 10 años, pasamos de un universo de jóvenes en la educación superior de 250 mil a 1.200.000, y pasamos de un ingreso per cápita de US$ 4 mil a US$ 24 mil. Vimos la posibilidad de ser el primer país desarrollado de Latinoamérica a la vuelta de la esquina. Ese camino que parecía tan cerca resultó ser muy difícil, y lo prueban dos cosas: de todo el hemisferio sur del mundo, solo hay dos naciones que son desarrolladas, Australia y Nueva Zelandia. En América Latina, de México al sur, ningún país ha logrado ser desarrollado. No era fácil, se pensó que estaba a la mano y que el crecimiento ya no era relevante…".

¿Y de quién es la responsabilidad de esto?

Se descuidó el crecimiento. Es cierto que hubo variables externas que no nos ayudaron, pero esa es una parte muy menor al lado del tema interno.

El ministro Valdés dijo en una entrevista en La Tercera que "cuando a mí me dicen que todo lo que pasa en Chile es debido a la reforma tributaria, yo digo: sabe qué, no le creo".

El ministro Valdés es muy serio, un profesional de excelencia, pero en esa respuesta le salió el lado político. Aquí se generaron muchas reformas simultáneas. Cuando la Presidenta Bachelet asumió y planteó una reforma educacional, y con ella una reforma tributaria para financiarla, nosotros no nos opusimos. Pero hicieron una reforma mala. Cuando salió la ley tenía 100 páginas, y los dictámenes que buscaban aclararla sumaban 1.000, y no aclaraban nada, y terminaron haciendo otra reforma. Más una reforma laboral que más bien fue una reforma político-sindical. La reforma educacional no deja a nadie contento… A eso hay que sumar que está pendiente el cambio al Código de Aguas. Y, además, deciden modificar la Constitución. Se eliminó el DL 600. Era obvio el impacto.

Usted decía que Chile vio a la vuelta de la esquina la posibilidad de transformarse en un país desarrollado, ¿cuánto nos alejamos de ese objetivo en estos últimos tres años?

Ya no será en esta década que lleguemos a ser desarrollados.

¿Y antes de este gobierno lo podríamos haber conseguido durante esta década?

Yo creo que sí. Hasta el 2014 veníamos creciendo al 5,5%, bastaba mantener unos cinco años más sobre el 5% y lo conseguíamos. No hay ningún país del mundo que haya llegado al desarrollo sin tener alto crecimiento y mejorando su productividad. No hay atajos en esto.

Su dolor por la colusión

¿Cree que los empresarios estuvieron bien representados estos dos años?

No soy yo quien pueda decirlo.

Entre los puntos altos de su mandato estuvieron, entre otros, la comisión de productividad y de pensiones, ¿cuáles fueron los puntos bajos?

Siempre las cosas se pueden hacer mejor, y serán mis pares quienes podrán juzgar cómo se hizo. Pero yo creo que los puntos bajos, o aquello que más me dolió, fue la colusión, eso para mí fue mucho más duro que las reformas.

¿Por qué?

Para poder ser desarrollados nuestra institucionalidad tiene que estar basada en confianza. Cuando se hacen cosas de esa naturaleza se rompe la confianza, y ocurre una cosa muy injusta, que es que se generaliza. Y dicen: todos los empresarios son unos coludidos. Segundo, porque creo que eso afecta la base del modelo económico, que es la competencia. Malas prácticas que vayan contra la competencia están minando la esencia de nuestro desarrollo. Son conductas que no amparamos ni ampararemos nunca. La mayoría de los empresarios no son así. Duele por eso.

Usted habla de la colusión, ¿hace una diferencia con el financiamiento ilegal de la política, que también estuvo muy presente en su mandato?

Son ilegales, pero mira, cuando en algún distrito, en el norte, un empresario dona plata a un candidato, y luego el contador le pregunta ¿cómo cuadro eso?, y acuerdan una factura, en ese momento el empresario no estaba pensando en pagar menos impuestos, estaba tratando de cuadrar la caja. Claramente, es antiético y condenable, pero el daño que se les hace a las personas no es igual que el de la colusión.

¿Y cuándo hay cohecho?

Eso es distinto, ahí hay una intención de. Es como la colusión.

Usted dice que no hay que generalizar, pero todos los años aparecen nuevos escándalos empresariales, ¿no están al debe éticamente?

Creo que para ser empresario hay que ser intachable. Con eso se genera confianza. Y esos son la mayoría de los empresarios.

A propósito, ¿cómo diría usted que son los empresarios chilenos?

Son serios. Buscan emprender dentro de las reglas del juego. Somos igual que toda la gente, en términos de que desarrollamos actividades, tenemos sueños, trabajamos mucho.

De los empresarios, en general, se dice otra cosa: que son una elite pequeña, que se juntan entre ellos, que van a los mismos colegios y que toman decisiones sólo pensando en su beneficio. ¿Eso es así?

Esa caricatura del empresario guatón fumando puro y con chaqué es muy estereotipada. Empresarios hay muchos y de muy distinta procedencia, pero con una gran similitud: todos trabajan mucho, y muy cerca de sus trabajadores.

Usted, al menos como presidente de la CPC, es bastante atípico. Viene de Paipote, mientras que la gran mayoría de los líderes que han pasado por esta casona son parte de una elite que siempre ha dominado la dirigencia empresarial. ¿Cree que eso le jugó en contra?

Nunca me he sentido discriminado ni distinto. Si eso fue una ventaja o no, no lo sé, habría que haber vivido la otra opción. Pero lo que puedo decir es que la experiencia empresarial mía sí es un activo, porque me ha permitido conocer de cerca el mundo de los trabajadores; la minería tiene esa riqueza.

Relación con el gobierno y con Bachelet

¿Por qué cree que usted no consiguió ser más convincente con el gobierno durante estos dos años?

Es que con el gobierno tenemos visiones distintas. No compartimos los instrumentos o caminos que creemos que son los que Chile necesita para crecer y desarrollarse. Y cuando eso ocurre, ya no es tema de convencer o no. Uno entrega propuestas u opiniones respecto de determinados proyectos, pero ellos tienen otra visión, legítima. Ahora, tengo que reconocer que siempre tuve las puertas abiertas con las autoridades.

¿Pero no logró convencerlos…?

Tienen una visión distinta. Y eso es impermeable.

¿Usted hace un mea culpa de estos dos años?

Las cosas siempre se pueden hacer mejor.

¿Pero es evidente que los gremios han perdido influencia?

Tenemos una sociedad más empoderada en la ciudadanía, más democrática, y eso es positivo. Hay una mayor distribución del poder, pero eso no significa que uno no pueda representar a un sector para colaborar al mejor desarrollo de políticas públicas. No es algo fácil de medir. Son muchas las instancias en que uno conversa y donde se logran ciertas cosas, eso es propio de la acción gremial. Nosotros no somos gobierno, lo que hacemos es entregar nuestra visión para que la autoridad haga buenas políticas públicas.

De usted siempre se ha dicho que tiene una relación cercana con la Presidenta Bachelet, ¿es así?

No soy amigo de la Presidenta Bachelet, tengo una relación de dirigente gremial a Presidente de la República. Tenemos gran confianza, siempre he podido plantearle todos mis puntos de vista, me escucha, alguna vez hemos discutido temas, recuerdo una vez sobre el litio, pero siempre manteniendo una buena relación.

¿Y de dónde viene esa relación más cercana?

Uno tiene maneras de ser, propias de la personalidad de cada uno, y de repente con alguien se siente más afín. Recuerdo la primera vez que conversamos fue en su primer mandato, cuando se inauguró una planta de Enami en Paipote. La Presidenta fue a inaugurarla y yo iba como vicepresidente de Sonami. Ahí alguien le contó que yo era de Paipote y conversamos, no me creía que yo hubiera estudiado en esa escuelita. Así nos conocimos, y luego he tenido muchas posibilidades de conversar en viajes con ella…

¿Alguna anécdota que pueda desclasificar…?

Son conversaciones privadas con la Presidenta.

Más allá de lo personal, ¿cómo cree que será recordada la Presidenta?

Hoy, como el gobierno de más bajo crecimiento en los últimos 30 años. A futuro será recordada por el mérito de su historia y habrá que evaluar los efectos de sus reformas en el largo plazo.

De las reformas, ¿cuál le preocupó o le preocupa más?

El anuncio de la reforma a la Constitución, con eso recibí muchas llamadas, mucha inquietud, se lo conté a la Presidenta, de Londres y otros lugares, preguntando qué es esto, porque genera incertidumbre.

¿Qué consejo le daría a Alfredo Moreno?

Ninguno. Los desafíos de la CPC son los del país: crecimiento, igualdad de oportunidades, educación, trabajar de cara a la ciudadanía con ética, y cada presidente colocará su sello, y no me cabe la menor duda de que un hombre de la categoría de Alfredo Moreno, con su capacidad intelectual, su experiencia de gobierno y su gran liderazgo, será un gran presidente.

¿No cree que tendrá un conflicto de interés si es que Piñera llega a ser presidente nuevamente?

Son hipótesis para las que falta tanto. Habrá que verlo en su momento, pero él siempre ha demostrado ser muy independiente.

¿Cree que se necesitan nuevos liderazgos empresariales, para renovar las caras?

Nosotros tenemos muy buenos dirigentes, obviamente al pasar el tiempo tienen que venir nuevos dirigentes. Pero más que recambio, lo que necesitamos tener es legitimidad en los liderazgos.

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