Columna de Fernando Villegas: Mesas -no masas– revolucionarias

Partido Socialista

La aseveración respecto de los méritos revolucionarios del ganar plata a manos llenas es posiblemente la más contundente manera de reconocer, sin quererlo, tanto los méritos del modelo como el profundo estado de confusión y desamparo en que se mueve no sólo el PS sino la entera comunidad de izquierda, PC incluido.




Un nuevo artículo ha venido a enriquecer la oferta de mobiliario y arquitectura de la afamada línea del diseño revolucionario. A la algo añeja Bastilla, al Palacio de Invierno de Petrogrado y a la estatuaria de la era estalinista con sus fornidos trabajadores de piedra esgrimiendo una hoz, un martillo y/o un puño en alto se suman ahora las mesas de dinero. Es lo que nos ha informado el comité que estaba y seguramente sigue estando, aunque en la clandestinidad por estos días, a cargo de las inversiones del PS. La sola existencia de ese organismo y sus actos, han afirmado personeros socialistas en la prensa, constituye un hecho revolucionario, "liberador", un salto cuántico que aleja al partido de la hegemonía de los poderosos y le hace innecesario, como otros, recurrir al dinero chavista. Esta última parte es seria, no una metáfora o un chiste; viene, de pasada, a avalar las versiones hasta ahora difusas que asocian a ciertas agrupaciones, ciertos partidos, ciertas personas y a ciertos dirigentes a un sigiloso tránsito de maletas de delicioso money provenientes de uno de los dos paraísos socialistas de América, el de Maduro.

La aseveración respecto de los méritos revolucionarios -tal vez debieron conformarse con una palabra menos comprometedora, como "progresista"- del ganar plata a manos llenas es posiblemente la más contundente manera de reconocer, sin quererlo, tanto los méritos del modelo como el profundo estado de confusión y desamparo en que se mueve no sólo el PS sino la entera comunidad de izquierda, PC incluido. El PS, como el PC, sustentan su larga identidad histórica en un ideario que pretende reorganizar la convivencia humana sobre principios no sólo distintos sino contrarios a la lógica del billete; pretendieron hacer posible el "hombre nuevo", pretendieron darle vida al "hombre comunista", querían sustituir el "qui pro quo" mezquino del comercio y la producción capitalista por la solidaridad y el "a cada quien lo que necesite" y aun hoy el fantasma de ese desiderátum se manifiesta en el "fin al lucro" que se propone para una serie de áreas, como salud, educación, etc. Nada de eso cuadra con rentabilidades fantásticas, impuestos impagos, suculentas acciones, desaforado lucro y luctuoso secretismo. ¿Qué les pasó, compañeros socialistas?

El nervio

El dinero, dijo Cicerón, "es el nervio de la guerra". Es, por lo mismo, el nervio de la política. Sin dinero no hay gigantografías, avisos radiales, activistas a sueldo, funcionarios administrativos, ingresos para los dirigentes que no cuentan con dieta, arrendar o poseer locales y mil ítems más. ¿Qué podría reprocharse entonces al PS si quiso cuidarlo para hacer todas esas cosas? ¿O al PC, dedicado al corretaje de propiedades? No es su culpa que en las economías que funcionan, las monetarias basadas en el lucro y la libre empresa, el dinero se conserva sólo si, en vez de conservarse, crece. Como los tiburones, no puede estar inmóvil sin morir. La humanidad no vive ya en una economía puramente mercantilista o agraria, estilo Roma antigua o Europa del 1500, que pueda "atesorar" su riqueza. El oro, de valor intrínseco, puede atesorarse; los valores expresados en papel o en bits, no.

El problema del PS y de cualquier otra entidad que hoy proponga "transformaciones profundas" emerge de la contradicción entre la necesidad de preservar su existencia física en medio de "esas economías que funcionan" y la necesidad paralela de mantener su identidad ideológica, aparato espiritual sin cuya maquinaria dejan de ser lo que son para convertirse en algo similar al PR, a saber, una mera agrupación inercial con un milagroso candidato y un timbre de agua. Lo que venden ambas colectividades y también otras, incluyendo algunas aun "puras" porque sólo existen en la calle y no han tenido necesidad ni tiempo de ocuparse de temas domésticos, es el reemplazo del lucro por la solidaridad y la sustitución de la codicia por el amor o algo parecido. El problema consiste no sólo en practicar lo contrario de esa prédica, sino además que esa antinomia ni siquiera tenga la excusa de ser un recurso táctico para alcanzar dichos Grandes Fines, lo cual ocurre por una sencilla razón: ninguna de esas metas maravillosas ha probado ser posible y/o eficaz, como lo demuestran los numerosos experimentos sociales fallidos celebrados hasta la fecha, desde la solitaria "ciudad del sol" intentada por algunos visionarios de la reforma cristiana del siglo XVI a la sociedad socialista erigida en Europa a punta de tanques T-34 luego de la Segunda Guerra Mundial. Y como dichos paradigmas no han logrado funcionar porque NO PUEDEN hacerlo, el ideario se ha ido convirtiendo, según el caso y el turno, de sueño en pesadilla, de hipótesis en fantasía, de propuesta en nostalgia, de discurso en cantinfleo y de proyecto en simple trademark.

Contradicciones sistémicas

Lo de las inversiones no es entonces, como muchos dentro del propio PS y en la prensa parecen creerlo y examinarlo, un tema "ético" derivado de la mala conducta de algunos personeros o derivado de un "error", otra vez por causa de ciertas personas; es un tema sistémico. Sencillamente el PS y sus socios de coalición manotean y zozobran en una situación imposible y de larga data. Hoy se manifiesta con escándalos sonoros porque vivimos un lapso shakesperiano lleno de "ruido y de furia", pero el problema era el mismo cuando se ocultaba en profundo silencio tras el estruendo del chalaneo celebrado alrededor de los "temas valóricos". Lo imposible de este doloroso trance lo determina no la mala voluntad o codicia sino la situación misma, la cual pone al progresismo-leninismo en la postura de estar financiando sus alegatos contra el modelo recurriendo a recursos extraídos y creados dentro de la lógica del modelo. Más aun, revelándose año a año y década a década lo imposible de materializar los principios fundacionales de dicho sector, estos carecen de excusas para cualquier maquiavelismo monetario intermedio justificado por dicha eventual materialización. Los fracasos, crímenes, pobreza, asfixia cultural y reduccionismo mental del socialismo de la URSS y sus satélites podían aun tolerarse a 30 o 40 años del inicio del experimento; podía creerse que serían corregidos; podía argüirse que eran defectos de juventud; podía esperarse todavía una madurez lozana y fructífera. Un siglo después nadie puede ilusionarse con eso. La sociedad socialista ha desaparecido como referente porque, como se mire, el socialismo fue un completo fracaso y con él se han desplomado sus axiomas. Sin esa "infraestructura" ha desaparecido hasta su nombre y por eso sus actuales expresiones políticas y semánticas, eludiendo sistemáticamente la palabra "socialismo", flotan suspendidas en el vacío en similar condición a las de quienes esperaban el fin de los tiempos luego de la muerte de Cristo.

Muñecas rusas

Es el deterioro intelectual y moral de estos credos, derivado de su fracaso fáctico, el que explica su huida desde la racionalidad o siquiera el raciocinio hacia invocaciones rutinarias cuyo origen doctrinario se ha olvidado o ha sido distorsionado. Como esas muñecas rusas, las "matrioskas", donde una encierra a otra y esta a otra, la contradicción que hoy enfrenta el catecismo de la izquierda versus la realidad encierra una más, la existente entre dicho breviario, desprovisto de sustancia tangible pero articulado, versus su actual expresión verbal, contundente sólo en la materialidad de su falta de inteligencia. Por eso era inevitable que hoy ni siquiera un eslogan pueda ser proferido con claridad. Le sucede a toda doctrina sin referente en el mundo real NI SIQUIERA si lo ubica en el futuro, en la forma de promesa o de sueño. Sin eso el discurso progresista, tal como lo oímos cada día de labios de sus voceros y candidatos está condenado a dar vueltas en círculos y refugiarse en la indefinición y las frases hechas. Su voz dice tan poco de inteligible como un difuso eco llegando muy débil y muy tarde.

¿Qué queda entonces sino simplemente sobrevivir al amparo de las mesas de dinero?

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