Los habitantes del norte de Chile han recibido un mensaje bastante marcado en al menos, los últimos 20 años: se viene un gran terremoto. La razón tras el mensaje se sustentaba en que existía evidencia sólida que había ocurrido un megaterremoto hace más de 100 años en la zona, y que la tensión acumulada en el contacto de placas en el Norte Grande era tal que había una buena chance que se produjera un gran sismo en el mismo lugar. ¿Cuál fue el primer indicio que tuvieron los sismólogos de la época para darse cuenta de que había una gran tensión acumulada allí? El hecho que no se había registrado un evento sísmico importante (de magnitud mayor a 7,5) en más de un siglo. Había una gran laguna sísmica en el norte, y eso es siempre señal de alarma. Desde esa fecha hasta ahora (año 2017) han ocurrido tres sismos importantes en la costa del norte grande: uno en 1995 en Antofagasta (magnitud M=8), otro el 2007 en Tocopilla (magnitud M=7.7), y el último registrado el año 2014 en Iquique (magnitud M=8.2). Después de esta secuencia, ¿podríamos decir que ya se ha liberado toda la tensión acumulada en la zona, y que por lo tanto no deberíamos esperar un gran terremoto en el futuro cercano? Por desgracia, no. Aún no "se ha cerrado" la laguna sísmica. Para entender esto, es necesario que repasemos lo que sabemos de sismología, en particular lo que respecta al cómo se generan los sismos, y a los parámetros que definen su tamaño.

La gran mayoría de los terremotos en Chile se generan debido a la subducción de la placa de Nazca con la Sudamericana. Como sabemos, el movimiento relativo entre placas no es continuo, si no que suele producirse con bloqueos que duran muchos años y que concluyen con un súbito movimiento de una placa respecto a la otra, liberando una gran cantidad de energía en el proceso. Pero no todas las partes de la placa se mueven juntas, y eso genera que si tomamos una imagen del nivel de bloqueo de la subducción en Chile nos encontraremos con que hay zonas más bloqueadas que otras. Pensemos en esto un poco más: si es que la subducción fuera perfectamente suave, toda la placa Sudamericana se movería hacia el oeste, a un ritmo que en Chile es de aproximadamente 6,6 centímetros por año. Es decir, ciudades como Valparaíso, Arica, y Concepción se moverían de la misma manera todo el tiempo. Sin embargo, esto no ocurre. La razón es que existe una fuerza de roce que impide este movimiento. Y ya que las placas de todas formas se quieren mover, entonces se comienza a acumular tensión, que es evidenciada por la presencia de una deformación inusual. Si tomamos como ejemplo a Concepción antes del terremoto del 2010, los datos obtenidos de las estaciones de GPS instaladas en la zona nos mostraban cómo esta ciudad se estaba moviendo hacia el este, o lo que es lo mismo, se estaba moviendo junto con la placa de Nazca. Eso mostraba que esa zona de la placa estaba totalmente bloqueada. Durante el terremoto del Maule, la placa Sudamericana a la altura de Concepción se movió más de 10 metros hacia el oeste en los poco más de 3 minutos que duró todo el movimiento. Piensen en eso, casi más de tres metros por minuto. Es muchísimo, y muestra claramente la cantidad de energía que libera uno de estos megaeventos. Durante el mismo terremoto, la sección de la placa alrededor de Iloca también se desplazó más de 10 metros hacia el oeste, pero interesantemente la zona cercana a Constitución no se desplazó tanto. Posterior al terremoto, toda la costa central siguió moviéndose lentamente hacia el oeste mientras se reacomodaban las placas. Pero ya en estos últimos años se ha comenzado a ver cómo las ciudades costeras de la VI, VII, y VIII regiones se han comenzado a mover nuevamente hacia el este, marcando claramente que las placas se están volviendo a bloquear allí. Dicho de otra manera, ya se está preparando el siguiente gran terremoto.

La evidencia que se ha adquirido en las últimas décadas nos muestra que, cada vez que hay un gran bloqueo en una zona, la cantidad de sismos que ocurre en ella es bastante baja. Esto, porque las dos placas no se mueven mucho entre ellas, por lo que no se generan terremotos. Cada vez que se genera este bloqueo (acompañado de la baja sismicidad) en una zona, hablamos de una laguna sísmica. Y dependiendo de cuán grande sea esta región es que podemos hablar de que tan grande podría ser el siguiente terremoto que se genere en la zona. Miren la siguiente figura: en ella les muestro, de manera aproximada, las zonas de rupturas de todos los terremotos de subducción de magnitud mayor o igual a 8 en la costa chilena. Mientras más rojo y amarillo sea el color, mayor desplazamiento hubo hacia el oeste durante el terremoto. Luego los colores se comienzan a difuminar, marcando que la zona de a poco empieza a bloquearse, y a almacenar tensión para el siguiente gran evento sísmico. El primer evento aparece en 1906, frente a Valparíso, y el último en el año 2015, en Illapel. ¿Pueden ver cómo las zonas se van bloqueando y desbloqueando? Más aún, ¿pueden ver cómo todo el norte grande aún no se mueve, y que por lo tanto la laguna sísmica aún no se ha cerrado? Y aventurándonos un poco más allá, ¿podrían adivinar según la animación donde se producirá el siguiente gran terremoto?

Sí, el norte grande es una de esas zonas. Si se dan cuenta, aún hay zonas que no se han movido hacia el oeste. Eso significa que aún hay tensión acumulada, que se puede liberar destructivamente en la forma de un gran terremoto. Sin embargo, también podría liberarse con una secuencia de varios sismos de magnitud mayor a 7,5. La costa de la V región también acusa una falta de grandes terremotos desde 1906 (el de 1985 fue bastante pequeño en comparación a los otros, si observamos la animación). Y si consideramos que en el pasado esta zona ha albergado sismos de magnitud mayor a 9, como en 1730, entonces tenemos que poner mucha atención allí (como ya vimos en esta columna). Hoy por hoy sabemos distinguir cuales son las zonas más bloqueadas de la corteza, pero aún no estamos en condiciones de poder decir cuando se generará el siguiente gran terremoto. Por lo mismo se hace muy importante unirnos como sociedad al respecto, y unir el conocimiento de parte de los sismólogos con la experticia en emergencias de los que saben, y además trabajar en nuestra preparación tanto en infraestructura como en lo mental.

En Chile tiembla, y mucho. Tanto así que hemos tenido 15 sismos con magnitud mayor o igual a 8 en los últimos 111 años. Y si bien nos hemos vuelto un tanto indolentes (muchos hemos escuchado variaciones de la frase "si la magnitud del terremoto es menor a 7, no me levanto de la cama"), no nos hace bien olvidar que un terremoto de magnitud 8 es un evento enorme, que libera una gran cantidad de energía, y tiene un alto potencial destructivo si es que no estamos preparados. Terremotos mucho más pequeños han generado enorme destrucción en zonas donde esta preparación no fue buena. No estamos mal, pero podemos estar mucho, mucho mejor.

Cristian Farías Vega es doctor en Geofísica de la Universidad de Bonn en Alemania, y además profesor asistente en la Universidad Católica de Temuco. Semanalmente estará colaborando con La Tercera aportando contenidos relacionados a su área de especialización, de gran importancia en el país dada su condición sísmica.