El arte como necesidad y obsesión: los coleccionistas locales abren sus puertas

Desde hace años compran arte por gusto, pero también por una misión: apoyar al artista chileno.




Hace 15 años, los coleccionistas de arte se movían a hurtadillas por las galerías locales. Vivían su pasión en privado, preguntaban por el artista que les interesaba cuando nadie los veía y la mayoría callaba ante la impertinente pregunta sobre el total de su patrimonio. En los últimos años, Chile ha entrado en tierra derecha al coleccionismo abierto y sin pudores. La prueba la dio el  más joven de todos: el año pasado, Juan Yarur, hijo del fallecido millonario textil Amador Yarur, exhibió parte de su colección de arte contemporáneo, con obras de Warhol, Damien  Hirst y Paz Errázuriz, en el MAC de Parque Forestal. La inédita exposición allanó el camino a otros coleccionistas, quienes hoy muestran más interés en exhibir sus obras.

Cada uno con sus propias obsesiones y gustos, se topan en las inauguraciones y eventos internacionales de arte y hace cinco años han encontrado un enclave en común en la Feria Chaco, que dirigen las galeristas Irene Abujatum y Elodie Fulton. Para algunos, la afición le viene de niños, como a Carlos Cruz Puga, que compró sus primeras piezas de arte, dos figuras de la era Ming, a los 13 años. Otros se encantaron de adultos, como Maya Castro, quien trabajando en el Museo de Bellas Artes vio un documental de Roberto Matta y quedó prendada para siempre a su obra.

Eso sí, lo que por estos días une a un puñado de  ellos, es la convicción de alguna vez reunir su acervo para compartirlo con el público. Es el caso de Gabriel Carvajal y Ramón Sauma, quienes con un valioso patrimonio de cerca de 600 obras, sobre todo de cuadros geométricos (Ramón Vergara Grez y Matilde Pérez, entre otros) y arte joven (José Pedro Godoy y Alejandra Prieto), piensan en el futuro crear una galería. "Tenemos más obras de las que podemos colgar,  y no tiene sentido que estén guardadas. Aún no sabemos cómo, si a través de una galería abierta o con un sistema de citas previa", dice Carvajal.

En cambio, Pedro Montes, galerista de D21 y coleccionista especializado en el arte chileno de los años 70 y 80, ya tiene un plan. "El Mavi me invitó a exhibir mi colección en 2015 y estamos cerrando detalles. Justo Pastor Mellado hará la curatoría", cuenta Montes.

En los últimos cinco años, el galerista ha rastreado obras perdidas de artistas como Eugenio Dittborn, Carlos Leppe y Gonzalo Díaz. Y no sólo eso: con su galería ha editado libros y apoyado la participación de artistas en eventos como la Bienal de Sao Paulo y la Feria Pinta. "Me gusta que mi colección me permita seguir descubriendo y haciendo obras", agrega Montes, quien acaba de lanzar un sitio web sobre Las Yeguas del Apocalipsis y trabaja en la reedición de la obra Los zapatos de Claudio Bertoni. Lo mismo ocurre con Juan Yarur quien, además de adquirir obras, creó la Beca Ama, que premia con una residencia en Londres a artistas jóvenes. "Para que hayan buenos coleccionistas es esencial tener buenos museos. Esos son los espacios que inspiran", dice Yarur.

Donar o no donar

Aunque es evidente que coleccionar arte no es una necesidad, todos coinciden en que no es necesario ser millonario para comenzar a comprar. Hay obras costosas de artistas consagrados como Matilde Pérez y Marta Colvin que pueden llegar hasta los US$ 80 mil, pero también hay un grueso de obras de artistas jóvenes que van desde los mil a los 20 mil dólares. Esa ha sido la apuesta de Maya Castro. "Puedes partir una buena colección apostando por el arte joven. Charles Saatchi se atrevió a romper esquemas con los jóvenes Damien Hirst y Jeef Koons, que hoy son de los más cotizados", dice la abogada, quien desde hace más de 15 años empezó a coleccionar arte y hoy tiene una mezcla entre artistas locales como María Eugenia Villaseca, Mónica Bengoa e Iván Navarro, hasta consagrados como Keith Haring, Warhol y Liliana Porter. "Me guío sólo por lo que me gusta. No creo en los asesores. Quien necesite que alguien le diga qué comprar no es un real coleccionista. Creo que pensar el coleccionismo como inversión le quita todo el placer", dice Castro. Hace unos años, ella también pensó en abrir un espacio de arte. Levantaría un museo en Puerto Octay en un terreno familiar. "Hace unos años mi marido murió y me es imposible llevar a cabo el proyecto. Claro que sigo obsesionada con la idea".

Para el galerista Tomás Andreu, la aparición de nuevos coleccionistas podría sustituir de cierta forma el rol de los museos. "Tienen un rol de custodios de la historia. Ante la carencia de colecciones públicas, son las privadas las que ejercen este papel". Irene Abujatum cree lo mismo. "Hay que apoyarlos  por medio de la Ley de Donaciones Culturales, que en los impuestos se vea reflejado el valor de su contribución".

Para Carlos Cruz, esa es justamente la piedra de tope para la idea de legar en el futuro su colección a una institución pública. Cientista político y abogado, Cruz se ha abocado a reunir  el arte abstracto y geométrico chileno y latinoamericano de los años 40 a los 60. Partió con las antigüedades, pero rápidamente se pasó al arte más contemporáneo. "Me interesó poder recoger la mirada de lo que estaba pasando en mi juventud". Entre sus artistas destacan José Balmes, Roberto Matta, Claudio Girola y Mario Carreño. "Coleccionar es un sacrificio, y tiene que costarle al que lo conserve. Estaría encantado si una institución quiere comprar mi colección, pero no tengo por qué perjudicar a mi familia regalándolas", señala. "No me creo el dueño, siento que soy un guardián de las obras, y no he tenido problemas en prestarlas para exposiciones".

Si bien todos están dispuestas a abrir sus colecciones, el camino hacia la filantropía en Chile es largo. "Todavía no están dadas las condiciones para recibir colecciones, ¿Qué ganas con donar obras, si los museos no tienen dinero ni siquiera para iluminarlas bien? Prefiero dejarlas en el living de mi casa", concluye Montes.

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