El difícil camino para llegar a la universidad en China

Este mes, 10 millones de estudiantes chinos rinden el Gao Kao, un símil de la PSU para el ingreso a la universidad. Es la prueba final, que decide el futuro de estos jóvenes.




Si en Chile existe estrés y preocupación a fin de año cuando 270 mil estudiantes rinden la PSU, lo que sucede en China por estos días es difícil de imaginar: 10 millones de estudiantes peleándose un cupo para entrar en alguna de las 1.900 instituciones de educación superior del país.

El examen, llamado Gao Kao (que significa algo así como "la gran prueba") es un símil de la PSU, pero multiplicado varias veces. Estresa a los estudiantes y también a sus padres, que no escatiman en esfuerzos económicos, premios, amenazas e incluso trampas para que sus hijos consigan un futuro mejor, el que, al igual que en Chile, está íntimamente ligado con la calidad de la educación superior que se alcance.

El sistema educativo de China es enorme. En secundaria, son 85 millones de estudiantes. Y en educación superior, son 20 millones los jóvenes que cursan alguna carrera. Cada año, el Gao Kao selecciona a tres de cada cinco postulantes, que rinden tres pruebas obligatorias, Chino, Inglés y Matemáticas más pruebas electivas de Ciencias o Historia, las que duran tres horas cada una. La preparación es tan intensa, que en el último año los estudiantes secundarios declaran pasar entre 14 y 16 horas diarias tras los libros, con un día de descanso cada tres semanas.

ESTUDIAR BAJO PRESIÓN
La razón del estrés es simple y compleja a la vez: entre tantos millones de jóvenes iguales a ellos, deben diferenciarse entrando a las mejores universidades. Las top del país son la Universidad de Taiwán y la Universidad de Pekín, y quien entra allí asegura no sólo un trabajo bien pagado. Muchos logran entrar al aparato estatal, del que sólo saldrán para jubilar; el resto conseguirá un buen cargo en alguna empresa internacional.

Una prueba que define lo que el estudiante será por el resto de su vida. Y es la culminación de años de sacrificios y esfuerzos. Muchos niños empiezan su vida escolar a los dos años, por lo que un mal resultado en el Gao Kao puede desmoronar a una familia entera. Quizás, esta presión tenga que ver con la alta tasa de suicidio adolescente del país oriental: siete por cada 100 mil jóvenes se quita la vida.

En China, aunque a mayor escala, sucede algo similar a lo que ocurre con la admisión en nuestro país. La prueba de selección tiene detractores y defensores. Las críticas apuntan, en ambos países, a que es un test que deja poco espacio a la creatividad de los alumnos, lo que hace que las escuelas terminen siendo un instrumento para dar una mejor prueba, más que un lugar donde se privilegie un aprendizaje amplio. En China, además, se señala que perjudica a los estudiantes de sectores rurales. En nuestro país, cada vez que se entregan los resultados, se discute sobre la brecha entre colegios municipales y particulares.

UN MAR DE FAMILIARES
Mientras los jóvenes rinden los test en los centros habilitados, es común que en la cuadra que rodea al establecimiento se instalen carteles especiales pidiendo silencio.

Afuera, cientos de padres esperan la salida de sus hijos. Y pareciera ser que cualquier estrategia es válida para alcanzar los 750 puntos, el máximo de la prueba.

El año pasado -según se consignó  en medios chinos y en otros como el New York Times- se descubrió a un grupo de padres que inventaron un sofisticado sistema para que sus hijos copiaran: persuadieron a un profesor para que les faxeara las preguntas y luego daban las respuestas a sus hijos a través de audífonos casi imperceptibles. Otro caso es el de un padre que entregó a su hijo un mini scanner: mientras el niño rendía la prueba, iba escaneando las preguntas y se las enviaba al papá, quien estaba acompañado de un grupo de profesores contratados.

Aunque parezca mentira, han surgido curiosas estrategias para optimizar aún más el tiempo de estudio: en la provincia de Sichuán se implementó una sala especial para que los jóvenes se conecten a máquinas de oxígeno que mejore su concentración mientras leen las materias.

LA CARRERA COMIENZA A LOS DOS AÑOS
Entrar a la universidad es una meta que se plantea temprano y que requiere mucho esfuerzo. Ya a los dos años los niños chinos son enviados a clases de música y reciben su primera instrucción en matemáticas. En primero básico comienzan a escuchar de sus padres la idea de que deben llegar a la educación superior y no a cualquier plantel.

En su intento por diferenciarse aún más del resto de los estudiantes, muchos son enviados a países como Estados Unidos, Canadá e incluso Chile, para aprender sobre costumbres e idiomas occidentales. La jornada escolar de los niños comienza a las 8 de la mañana y termina a las seis de la tarde. De ahí, continúa con un reforzamiento hasta las 9 de la noche.

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