El señor de las audiencias

Para bien o para mal, la televisión chilena sería distinta si no existiera Jaime de Aguirre. El director ejecutivo de CHV entiende cómo pocos qué mueve a las audiencias y cómo eso se puede traducir en rating. Desde Viña, donde estaba de anfitrión del Festival, cuenta cómo cree que están cambiando el público y la ciudadanía hoy.




SI a usted le gusta la televisión abierta y considera que hoy es más diversa y menos estirada debería ir a darle las gracias a Jaime de Aguirre. Si por el contrario, es crítico de la pantalla actual y cree que hasta los noticiarios se han farandulizado, vaya también por él. Pocas personas han influido tanto en los contenidos del medio que más consumen los chilenos como el actual director ejecutivo de Chilevisión.

Por estos días se lo puede encontrar en Viña. Llegó a la alfombra roja del brazo de la alcaldesa de esa ciudad, Virginia Reginato, desde donde los dos anfitriones  dieron la bienvenida a la versión 55 del Festival de Viña, el cuarto que organiza Chilevisión. Por eso, durante la última semana la Quinta Vergara fue su lugar de trabajo y el Sheraton Miramar su casa. A mediados de la semana se paseaba de buen humor por el hotel. Estaba contento con el debut de Carolina de Moras, sorprendido por el "extraordinario show de Laura Pausini" y entusiasmado con los buenos resultados en rating. "Creo que estamos haciendo una cosa de alto nivel. Además, yo, que siempre me pongo muy nervioso con el tema del humor y  no me río con muchas cosas, encontré que Jorge Alís, el humorista argentino, se la jugó e hizo algo inteligente y original".

-¿Por qué lo ponen nervioso los humoristas?

-Siempre he sostenido que los principales responsables, si no los únicos, de lo que pasa en el escenario son los artistas y no siempre los humoristas tienen control sobre sus rutinas. No soy quién para andar censurando, hacemos recomendaciones, pero al final, cuando el tipo está parado solo en la Quinta, a veces se salen de madre. Además, no encuentro tan divertida la tendencia al humor mas simplón y grosero. Pero a la gente le gusta mucho, se ríen, aplauden, gozan y qué vamos a hacer. Pero igual me ponen nervioso.

Pese al nerviosismo del director ejecutivo, este año se presentaron cinco humoristas en la Quinta Vergara, porque es parte de la tradición, pero también porque De Aguirre no hace televisión para sí mismo. Él entiende como pocos lo que mueve a las audiencias y cómo eso se expresa en rating. Gracias a eso en las últimas tres décadas ha tenido roles y cargos claves en los medios.

Jaime de Aguirre te ve

Para hacer su larga historia breve, hay que partir contando que a comienzos de los 70 estudiaba Derecho en la Universidad de Chile y militaba en el Mapu. Ahí lo pilló el golpe y sus ideas políticas le hicieron difícil la vida en la universidad, por lo que se retiró. Para vivir, se dedicó a la música, hizo un diplomado en sonido en la Universidad de Surrey, Inglaterra; se asoció a la productora Filmocentro y se especializó en componer jingles publicitarios. Varios de ellos son parte de la memoria colectiva ochentera como "Mírala" de Olapón o " Qué linda te ves con Ballerina". Pero sin duda, su obra musical más importante es la melodía Chile, la Alegría ya viene, el himno de la campaña del NO a Pinochet que pegó tan fuerte que muchos consideran que fue clave para derrotar al SÍ.

Tras el retorno de la democracia, Jorge Navarrete, director ejecutivo de TVN, se lo llevó como director de programación. Con Navarrete  y los directores que lo sucedieron, Carlos Hurtado, René Cortázar y Pablo Piñera, la gestión de Jaime de Aguirre fue fundamental para que Televisión Nacional pasara en menos de una década de ser el Canal 7, la señal de Pinochet, a TVN,  el "canal de todos los chilenos" y líder en sintonía.

Eso, de todos modos, le costó varias dificultades con integrantes del directorio que se quejaban de que privilegiaba el rating por sobre la calidad, una crítica que también lo persigue hoy en CHV adonde llegó hace más de una década como director ejecutivo.

De Aguirre se define como un liberal de izquierda. "Yo nunca he votado ni votaría por la derecha porque creo que ya concentra demasiado poder en muchos ámbitos", dice. Pero por otra parte, cuando se trata de televisión, ve con bastante disgusto la intervención estatal y de las autoridades, ya sea a través de regulaciones o financiamiento. "A mí los subsidios me parecen peligrosísimos, porque entre otras cosas, cuando se tiene que autofinanciar, la creatividad discurre muchas buenas ideas. Cuando uno está financiado, a veces se pierde un poco el músculo de la innovación", dice cuando explica por qué fue tan importante la decisión que se tomó en los 90 de que TVN compitiera como un canal más por sus recursos en el mercado publicitario. "Tener nuestras propias platas de nuestros propios productos nos dio mucha autonomía e independencia como canal".

De Aguirre es un decidido defensor de la autorregulación de la industria televisiva.  "En general, es sabido que la institucionalidad es más conservadora y reacia a los cambios que la sociedad misma" y le preocupa el actual proyecto de ley que hay en el Congreso que aumenta las atribuciones del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) sobre los canales.

Esas características explican en parte por qué en 2002 después de una década en el canal público, lidiando con el directorio, le pareció tentadora la oferta de CHV. "Era un canal que tenía un ADN interesante para desarrollar: esa cosa laica, sin la mirada tan pesada que tenía el Estado o la Iglesia sobre sus canales. Además, me parecía un buen desafío poder desarrollar una televisión de servicio público desde el ámbito privado", explica. Pero el salto era grande. En ese momento el canal que hoy dirige "era muy pobre, tenía dificultad hasta para pagar los sueldos, muy poca consideración comercial y bajo rating", dice. Pornovisión o Chulovisión, le decían.

Bajo su administración aparecieron o ganaron notoriedad programas como Primer Plano, SQP, Tolerancia Cero, En la Mira, El Club de la Comedia, Yingo, Talento Chileno, Infieles o el Teatro en CHV. Reforzó el área de deportes y cambió la forma en que se presentaban las noticias en televisión con un noticiario que les asigna mucha importancia a los temas de delincuencia y seguridad ciudadana, privilegia la calle y a la gente común por sobre autoridades o fuentes especializadas, y que además no sigue los criterios de relevancia que tradicionalmente han orientado el trabajo periodístico.

"No estamos para ponerles micrófono sólo a las autoridades. A mí me enorgullece cuando aparece la señora llorando con los mocos colgando porque tiene un problema en su población, me enorgullece haber privilegiado la expresión popular en sus noticiaros, darle protagonismo a la gente, aunque nos hayan criticado. Esa filosofía de pequeñas historias para grandes temas ha producido hasta modificaciones legales, como en el caso Zamudio, que comenzó con un email que llegó al canal, nos preocupamos del caso y terminó en la Ley Antidiscriminación", dice.

-¿Cuál ha sido su rol en generar una sensación de malestar entre la población? 

-Nosotros sí tenemos la filosofía de ponerle a la gente el micrófono y cámara para que se exprese y muestre sus problemas y reclame. También para que sea feliz, por eso tenemos el Festival de Viña o el Club de la Comedia...

-¿No exacerban lo negativo?

-Ese es un reclamo muy común de las elites.

-¿Sí?

-Lo he escuchado mucho. Nada de lo que digo significa que yo no cometa errores, como los diarios, radio o todo el mundo, pero editorialmente hablando no creo que sea un error ponerle el micrófono a la gente. Al revés, muchos temas se solucionan porque lo hacemos. Es mas cómodo y entretenido el mundo cuando nadie reclama, pero como no es el caso de Chile, me parece que cumplimos un rol social de fiscalización importante.

Sintonía fina

La defensa contra las críticas han sido siempre los buenos resultados. A partir de 2002, con la llegada de su nuevo director ejecutivo, CHV comenzó a vivir un ciclo de crecimiento sostenido de casi una década, ciclo además que iba en contra de la tendencia del resto de los canales que reducían sus rating cada año, producto de la penetración del cable. Así CHV llegó a ocupar el primer lugar en sintonía, liderazgo que perdió los dos últimos años, en los que ha estado peleando entre el segundo y tercer lugar. Pese a eso, una década después de instalarse en ese canal, De Aguirre compite con el resto de los canales como uno más, está sentado en el Hotel Sheraton, a cargo del Festival de Viña.

"¿Nos hemos vuelto burgueses, dices tú?", pregunta cuando uno le hace ese comentario.

-No, digo que le ha ido bien en CHV, no más.

-Ahhh, bastante bien.

-Son casi 30 años en que le ha resultado ¿cuál es la receta?

-Nunca trabajar solo.  Siempre he trabajado en equipo, siempre me ha gustado diseñar caminos colectivos.

En general, a De Aguirre se le reconoce que es un buen líder y que forma buenos grupos de trabajo, por eso fue un golpe fuerte cuando en 2012, su amigo y gerente general, Mario Conca, con quien trabajaba desde sus tiempos en TVN, dejó CHV para irse a Mega.

-¿Echa mucho de menos a Mario Conca?

-Qué pregunta más complicada: como amigo sí… No me gustó la manera en que se fue. Tan rápido y en ese sentido lo echamos mucho de menos por meses. Tuvimos que reconstruir esa área. Además, en todos estos años que trabajamos juntos hemos desarrollado una buena amistad de la cual también he aprendido mucho, así es que sí, lo hemos echado de menos. Pero nos hemos ido acostumbrado a estar sin él. Hemos construido una estructura liderada por la gerenta general Alicia Zaldívar y ya se nos pasó la pena.

-¿Hay gente a la que escucha con especial atención? ¿Referentes? 

-A la gente con la que trabajo, a mi pareja, a mi mamá... mucha, mis amigos. He tenido muy buenos referentes y maestros sobre cómo se hace este negocio: Jorge Navarrete, Enrique Correa, René Cortázar, gran amigo-referente.

-¿Cómo lo hace para identificar lo que quiere la gente? 

-Probablemente no me creo el cuento y trato de mirar mucho lo que pasa en la sociedad. Te diría que la buena televisión en todos los ámbitos, telenovelas, noticias, humor, es mejor cuando conoces bien a tu país y a las audiencias. Hay que saber qué las hace sufrir, reír, etc.

-¿Pero cómo se conoce bien al país, cómo lo hace usted?

-Me carga decirlo, pero con una dosis grande de humildad. Sin mirar de manera despectiva términos como popular, masividad y otros que se han estigmatizado. (…) Uno de los peores pecados de la televisión es mirarse el ombligo. No escuchar la voz del pueblo  es un pésimo negocio para una persona que tiene que desarrollar vínculos con la sociedad.

-¿Dónde escucha la voz del pueblo?

-En todos lados, desde mirando una micro que va atestada hasta leyendo El Mercurio. Mirando el Metro, la calle. Tratando de saber qué están pensando los estudiantes, conociendo profundamente Puente Alto. Yo leo todos los diarios. Escucho radio, de la buena y la mala y no te voy a decir cuál es cuál. Miro por la ventana del auto y no me ensimismo en el teléfono, a ver si me ilumina algo y es buen ejercicio. Viajar por el país y escuchar qué está hablando la gente. Es algo que hemos tratado de desarrollar en el canal.

-¿Y qué ve hoy en las audiencias?

-Están cambiando, desde su modo de caminar, porque hoy lo hacen mirando un teléfono. Están cambiando, porque quieren su hamburguesa ahora, la gente se está preocupando mucho de que se satisfagan sus necesidades en todos los ámbitos. Tanto se le dijo a la gente que tenía que vitrinear, elegir, abrirse al mercado. Bueno, ahora hay que mamarse cuando la gente alega que hay concentración del poder económico, cuando no tiene sus derechos a la educación bien resueltos o la salud no funciona de acuerdo a sus expectativas. ¿Dijimos que había que empoderar a la ciudadanía? Ahí esta empoderada. De repente exagera un poco, tiran unos piedrazos, pero es que es parte del proceso. La gente está pidiendo que la escuchen y si no, se hace escuchar. Pero también es una sociedad que sabe divertirse y es más liberal. (...) Estamos viviendo un momento de transición muy importante.

-¿La televisión los está escuchando?

-Hacemos un serio esfuerzo que nos ha producido muchas críticas. A las elites les carga ver tanta pobreza, discriminación, les carga ver a la señora pobrecita que pusimos en televisión diciendo cosas que no se deben.

-¿Les carga ver pobreza o la forma en que la trata CHV?

-No tengo idea.

-Sí tiene idea.

-Si me preguntas a mí, creo que les carga ver los temas que nosotros ponemos al aire, las personas que protagonizan esos temas y luego eso se envuelve en una crítica que dice: "ustedes lo hacen mal". Creo que no lo hacemos mal, sino que de una manera directa y abierta.

-Pero a partir de 2012 perdieron el liderazgo en rating, ¿qué pasó? 

- La hemos ido recuperando levemente, pero pasó que entraron a la televisión grandes empresarios con mucho poder económico que, por ejemplo, resucitaron a Canal 13  y que le pusieron mucho empeño en el MEGA. También nosotros cometimos algunos errores con dos o tres productos muy importantes que no nos funcionaron e hicieron que nuestra parrilla se viera muy complicada en 2012. Me refiero a la telenovela La sexóloga y al programa Amazonas. Dos programas diseñados para el prime time -estoy siendo de una transparencia asquerosa, que no se usa- y que no funcionaron y eso significó mucho dinero e inestabilidad programática. Pero estamos recuperando la sintonía y estamos contentos.

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