Elena Ferrante, encanto y misterio

Nadie conoce su rostro ni su verdadera identidad. El último éxito de la literatura mundial, admirada por Zadie Smith y James Wood, prefiere el anonimato. La amiga estupenda, primer tomo de su saga sobre dos amigas en Nápoles en los años 50, acaba de llegar a Chile. 




Poco antes de publicar su primera novela, en 1991, la escritora envió una carta a sus editores. Elena Ferrante estaba en ese momento especial que a todo autor emociona, cuando deja de ser un inédito y su libro comienza una nueva vida en la calle. Pero a diferencia de otros escritores, ella no quería publicidad. Tampoco exposición. “No pienso hacer nada para L’amore molesto, nada que involucre un compromiso en persona con el público”, escribió en su carta. “Ya he hecho lo suficiente para este largo relato: lo escribí. Si el libro vale algo, esto tendría que ser suficiente”, agregaba.

Veinte años después, Elena Ferrante es el nuevo fenómeno de la literatura internacional. Si años atrás los críticos de EEUU y Reino Unido se deslumbraban con Roberto Bolaño y hasta hace poco con el noruego Karl Ove Knausgard, este es el minuto de Elena Ferrante.

Durante años fue un secreto en Italia, una escritora admirada por la crítica y pocos lectores. Pero en 2002 su libro I giorni dell’abbandono rompió los límites: alcanzó categoría de bestseller. Entonces despertó el interés en EEUU.

La consagración ocurrió con el lanzamiento de la saga Dos amigas: cuatro novelas que abarcan más de medio siglo, desde la posguerra en Nápoles hasta la actualidad, a través de la historia de dos chicas, Lenù y Lila, que son como los polos magnéticos de la Tierra.

The New York Times la proclamó como “una de las grandes novelistas de nuestro tiempo”. The Guardian habló de de ella como “la nueva sensación mundial global”, y en The New Yorker se ganó el aprecio del crítico James Wood, quien celebró su honestidad literaria. Comparada con Elsa Morante y Alice Munro, Elena Ferrante ha conquistado fans insospechados, desde las escritoras Zadie Smith y Alice Sebold hasta Gwyneth Paltrow y James Franco.

El primer volumen de su saga, La amiga estupenda, acaba de llegar a librerías chilenas, sin fotografía de autor ni mayores datos biográficos. Naturalmente, el misterio de su identidad se volvió un elemento central de su poder seductor. Como sugería Janet Mansfield en The New York Times, su anti publicidad es la mejor publicidad posible.

Desde luego, ella no es la primera escritora que cultiva el arte de la invisibilidad. Thomas Pynchon es tal vez el mayor referente entre los autores elusivos. Claro que al lado de Ferrante, escribió James Wood, Pynchon es un publicista libertino.

La enorme valoración de sutrabajo literario la llevó hasta las exclusivas páginas de The Paris Review. La revista fundada en París en 1953, con sede en Nueva York, es sinónimo de lo más selecto de la literatura mundial. Célebres son sus entrevistas de los 50 a Faulkner, Hemingway o Nabokov. En la primavera boreal de 2015, Ferrante se unió a esa tradición.

La entrevista no fue fácil, por cierto. Elena Ferrante no quería abandonar su anonimato; la revista no acepta preguntas por correo. Finalmente, fue realizada por sus editores, los únicos que conocen su identidad. En la conversación, ella profundizó en los motivos para mantenerse en la penumbra: “Dos décadas es mucho tiempo, y las razones por las decisiones que tomé en 1990, cuando pensé por primera vez en evitar los rituales de la publicación, han cambiado. En ese momento, tenía miedo de salir de mi caparazón. Prevaleció la timidez. Después, llegué a sentir hostilidad contra el medio, que no presta atención a los libros. No es el libro el que cuenta, sino el aura del escritor. Si el aura ya está y los medios lo refuerzan, el mundo editorial te abre las puertas y el mercado te da la bienvenida con felicidad. Pero si no está allí y, milagrosamente, el libro se vende, los medios inventan al autor, con lo cual el autor termina vendiendo no sólo su trabajo, sino a sí mismo también, a su imagen”.

Violencia doméstica

¿Qué se sabe de Elena Ferrante? Muy poco. Se dice que nació en Nápoles pero ya no vive allí. Al parecer estudió literatura. Una de las teorías es que se trata de un escritor, Domenico Starnone, también napolitano y con un estilo similar. Starnone lo niega, irritado. Todo esto ha levantado una polémica feminista: ¿Ya que Elena Ferrante es tan buena, tiene que ser hombre?

Su obra de hecho encara el machismo, la violencia y la miseria doméstica de Italia en la posguerra, desde la historia de las dos amigas en Nápoles. Todo arranca con una desaparición: Lila, hoy ya mayor, desaparece sin dejar rastro. Lenù, convertida en escritora, recrea su historia juntas:  “Aquella vez en que Lila y yo decidimos subir las escaleras oscuras que llevaban, peldaño a peldaño, tramo a tramo, hasta la puerta del apartamento de don Achille, comenzó nuestra amistad”, escribe.

Relato de crecimiento e iniciación, Mi amiga estupenda es una historia sobre los pliegues de la amistad femenina, su complicidad, celos y rivalidades. También sobre el despertar del amor y la adolescencia. Y sobre las relaciones familiares en un majestuoso escenario en ruinas: la Italia empobrecida y aún con sombras de fascismo. Con un estilo transparente e imágenes de gran poder emocional, Ferrante construye una voz próxima, un lazo de intimidad con el lector.

De ahí también el interés en ella. Los lectores la sienten como una amiga y quieren saber de su vida: “¿Ella bebe? ¿Fuma?”, se preguntaba un crítico en EEUU. Pero Ferrante prefiere no aparecer: el encanto del misterio continúa.

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