En su centenario, editan primeros libros del surrealista Gómez-Correa

Llegan en gran formato Las hijas de la memoria (1940) y Cataclismo en los ojos (1942).




Habían revolucionado el Liceo de Hombres y las fiestas públicas de Talca con lecturas y discursos venidos de otras esferas. Era la década del 30 y Enrique Gómez-Correa, Braulio Arenas y Teófilo Cid dejaban un registro en la provincia como escritores y promotores de una literatura desbordante.

"Nosotros hicimos época, sacudimos Talca", recordaría en una de sus últimas entrevistas Enrique Gómez-Correa (1915-1995), uno de los fundadores del grupo La Mandrágora, que expandió el surrealismo en Chile.

Ya en Santiago, el movimiento siguió levantando polvo en la escena literaria local, ahora con la participación de Jorge Cáceres. Cercanos a los poetas Vicente Huidobro y Pablo de Rokha, eran furibundos "antinerudianos". En 1940 irrumpieron en un homenaje a Pablo Neruda en el salón de Honor de la Universidad  de Chile, que aplaudía su gesta por los españoles traídos en el barco Winnipeg. La Mandrágora acusaba a Neruda de plagiario.

"Huid de los concursos, de los premios literarios, de la lepra y de Neruda", decía Gómez-Correa, quien ese mismo año editó su libro de poemas Las hijas de la memoria, que a su vez se covertía en la primera publicación surrealista chilena. El título, que incluye prosa, está dividido en tres partes: El arte erótico, La violencia y Rayos X.

"Me asombró constatar lo atrevido que es, la osadía y libertad, la violencia y lucidez en el lenguaje", señala Marcelo Mendoza encargado de la nueva edición del ejemplar que ahora edita el sello Mandrágora.

El rescate de la primera obra de Gómez-Correa, nacido el 15 de agosto de 1915 en Talca, se une a otros títulos que han llegado a librerías y que celebran un siglo desde su nacimiento. Es el caso de su segundo poemario, Cataclismo en los ojos, que siguió la huella del movimiento francés liderado por André Breton en la primera mitad del siglo XX.

EL ARTE Y LA CÓLERA

Estudiante de derecho, Gómez-Correa fue el más entusiasta de La Mandrágora. Mientras el grupo publicaba la revista del mismo nombre, entre 1938 y 1943, él continuaba con una producción que alcanza los 25 libros, incluyendo su tesis: Sociología de la locura. El poeta vivió a fines de los 40 en París, donde hizo amistad con Breton y con el pintor belga René Magritte, quien lo retrataría y a quien el chileno dedicó el libro El espectro de René Magritte.

"Fue surrealista toda la vida: si revisas sus primeros poemas y los comparas con los últimos, no distingues la diferencia en su voz. Es muy notable esto. Ni Braulio Arenas ni Teófilo Cid  fueron surrealistas: se formaron así, pero llegaron a otras cosas", dice Mendoza, quien entrevistó al autor en 1987 y volvió a hacerlo poco antes de su muerte, el 27 de julio de 1995.

Viajero, lector, traductor de Apollinaire, Gómez-Correa también fue diplomático. En los 60 y 70 fue destinado a Suiza, Líbano, Siria, Yugoslavia y Guatemala. El Golpe Militar de 1973 terminó con su carrera.

"La verdad es que el surrealismo no se vivía mucho en la casa, a pesar de los cuadros y grabados que desde niño me impresionaban", cuenta Xavier Gómez, hijo del autor de El calor animal. "Sentía que, desde las paredes donde colgaban, me hacían guiños de advertencia. Y era normal que por las noches sufriera algunas pesadillas... Las portadas de sus libros me llamaron la atención desde muy chico".

Los últimos doce años de su vida los pasó en cama, debido a un cáncer a los huesos, en una vieja casa ubicada en Providencia. "Yo, que he amado tanto a las plantas y que las considero superpoderosas, ahora estoy terminando mis días como una de ellas", dijo Gómez-Correa, que en su primer libro dedicó versos a El arte de orinar; Vomitar, a veces, es la mejor solución y La cólera es la medida de todas las cosas.

"No es posible saber a punto fijo si esto es una fuga o es que vamos partiendo. De no ser así, el cielo rasgaría su fondo duro y en un maravilloso vuelo derramaría todos sus lechos de algas y de gigantes, sin otra lamentación que la de la mano despegada de su cuerpo", escribió el autor hace más de 70 años.

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