Escuchar música mientras se practica ejercicio mejora el rendimiento hasta 20%

Una melodía tiene efecto directo en las ondas cerebrales alfa, asociadas a tranquilidad.




Michael Phelps, nadador norteamericano que en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 superó todos los récords, con 11 medallas, tenía una particular rutina previa: media hora antes de competir se conectaba a su iPod y escuchaba artistas como Jay-Z, Eminem, Snoop Dogg y 50 Cent.

El efecto de la música en el deporte tiene en Phelps un ejemplo de excelencia, pero sus beneficios también pueden ser apreciados por aficionados. Así lo indica Costas Karageorghis, miembro de la Asociación Británica de Ciencias del Deporte y el Ejercicio, quien comprobó que la música puede actuar como estimulante o sedante a la hora de ejercitarse.

En un estudio a 12.500 corredores londinenses, Karageorghis constató que cuando se escoge cuidadosamente la música, las personas mejoran entre un 15 y 20% su resistencia física. Factor que además, ayuda a sentirse mejor, sobre todo, al trabajar a alta intensidad.

MAS ENERGIA Y MENOS FATIGA
Al combinar ejercicio y música se experimenta mayor energía, se   reduce la tensión y la fatiga, dice Karageorghis. Este efecto se debe a que potencia las ondas cerebrales alfa, relacionadas con la tranquilidad y relajación, activando el hemisferio izquierdo del cerebro. Esto produce un estado denominado flujo, condición que permite que la persona sólo se enfoque en la actividad deportiva.

Felipe Gallardo, sicólogo clínico de la Clínica U. de Chile Quilín, explica que, al igual que en todo aprendizaje, cuando el deporte es una práctica cotidiana es asumida por el cerebro de una manera automática: "Al realizarla por tanto tiempo aburre, el cerebro no le da importancia dentro de sus prioridades y se vuelve automática y monótona". Es ahí donde las canciones favoritas son el elemento innovador que permite al cerebro tener otros estímulos y continuar el proceso.

Karageorghis dice que no le agrada imponer el estilo de música porque la elección es individual. Sin embargo, para maximizar los beneficios recomienda considerar el tiempo que se escucha música, sus cualidades rítmicas y armónicas, y la melodía. "Si se selecciona cuidadosamente, puede mejorar el nivel de cansancio. Aunque no impacte cuán fatigado se sienta, a alta intensidad la música hace la fatiga más placentera", asegura. Karageorghis comprobó que cuando una persona entrena al 75% de su máximo pulso cardíaco, la música reduce la percepción de esfuerzo en un 10%.

Para que la música sea efectiva, se deberían sincronizar los latidos por minuto (bpm) con una música de cinco bpm sobre los latidos. Así, si se corre a 125 bpm, una canción de 130 bpm sería perfecta, dice el experto. Sin embargo, investigaciones han mostrado que hay un efecto techo: cuando se incrementa más allá de los 145 bpm, tiene un efecto negativo. El rango óptimo es cerca de los 120-135 bpm (lo que en música clásica es equivalente al allegro o vivace).

Rodrigo Cauas, sicólogo deportivo, señala que la música ayuda a aumentar el nivel de activación: se siente mayor energía para ejecutar la actividad. Sin embargo, a los deportistas que compiten puede desconcentrarlos de lo que ocurre con su organismo. "Cuando uno está corriendo con sensación de fatiga y va preocupado de la música, tiene menos posibilidades de concentrarse en la fatiga y mejorarla de alguna manera. Si voy con una lesión en el tobillo, lo mismo, porque no estoy pendiente de la lesión",  sostiene Cauas.

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