Felipe Avello: El incomparable

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Gestó su carrera haciendo locuras en la TV y hoy se ha reinventado como comediante de stand up, con cerca de 300 shows por año. Su rutina no se parece a nada, el público lo quiere y él dice que encontró su trabajo ideal.




Pese a que se sube a un escenario a hacer lo que hace cualquier comediante de stand up —es decir, más que a contar chistes, a hacer observaciones sobre nuevas costumbres, contrastarlas con las de nuestros padres, reírse de su propia vida o empujar ocasionalmente los límites del humor con algún comentario cruel o sexual—, lo suyo realmente no se parece a nada.

Mucho tiene que ver con una cosa de actitud, con cómo cuenta lo que cuenta. Se para con extremo relajo, como si estuviera en el living de su casa. A ratos eso es casi literal: antes de que suene la canción de Lady Gaga que da inicio a su rutina en el Teatro Mori Plaza Vespucio —mientras la sala termina de llenarse y con un tono coloquial— da la bienvenida al público, le recuerda a los que vinieron meses antes que la rutina está igual, molesta moderadamente a los que llegan tarde y uno duda si esto es parte o no del show. Esa sensación de desconcierto, que provoca entre risa y una cuota de nervio, vuelve varias veces.

Vuelve, por ejemplo, en la mitad, cuando cede sorpresivamente el escenario a dos alumnos de su Taller de humor y desarrollo personal. "Son mis negocitos", cuenta alegando que el teatro se queda con el 70 por ciento de la recaudación (aprovecha de reírse de uno de sus dueños, Gonzalo Valenzuela, así como más tarde se burla de otros famosos: Nano Stern o Mario Horton). Sus alumnos son dos jóvenes, un hombre que está medio nervioso y una mujer que lo hace mejor. Es la primera vez en su vida que se presentan y lo hacen frente a 250 personas. "Es parte de la malla curricular", explica Avello a la audiencia.

Mayor desconcierto hay al final. Tras terminar su stand up (aunque nunca uno está seguro de cuándo realmente termina) vuelve del camarín cargando un bolso con merchandising: alfajores y tazones estampados con su cara. Prácticamente la mitad del público sube al escenario a comprarle y eso que los tazones cuestan cinco mil pesos. No queda claro si esto obedece a que estaba mal económicamente, como dijo durante el show. "No, si todo es verdad", me dirá al final de ese día. Puede ser: compruebo que su número de celular es el mismo que dio varias veces durante la rutina.

Actitud aparte, el contenido de su humor también es muy peculiar. Sus chistes siempre son más de lo que parecen. "Tengo 43... la edad de Cristo", dice y la gente ríe sin saber si se burla de la frase cliché, de la tontera de modificarla, de que se quiere rebajar la edad o de todo al mismo tiempo.

Otras veces recurre a la típica observación picaresca, pero la aborda diferente, como en sus relatos sobre Instagram o un chiste sobre cómo va filtrando mujeres en Tinder que se vuelve progresivamente más oscuro. Otras hace humor absurdo, también con su sello, como cuando hablando de su separación (fact check: verdad), dice "pero yo he estado bien…", con un tono aflautado. La reiteración de la frase en distintos momentos va cambiando su significado.

"Es un genio de la comedia contemporánea", opina Fabrizio Copano, quien se acercó de chico a él como admirador y hoy son amigos. "No sólo en Chile, sino que en Latinoamérica. No conozco a nadie que llegue a ese meta-meta-meta humor que tiene. Ni si quiera creo que lo que hace es stand up, es como arte performático. Es muy como complejo y sencillo al mismo tiempo".

La comediante Paloma Salas, que comparte escenario con Avello todos los lunes en el bar Comedy del Barrio Italia, tiene una visión parecida. "Es de los mejores de Chile, por lejos. Tiene chistes que no le puedes robar porque si los digo yo no funcionan, son como inherentes a su personalidad, su cara, la polera que tiene ese día, cómo habla". Dice que el tener chistes que sólo los pueda contar él "le pasa a los comediantes muy secos solamente". También repara en su personalidad inaprensible: "Le pedís algo chistoso y dice algo serio. Le pedís que sea serio y hace algo al revés. Nunca es lo que tú esperas".

Le digo a Avello que lo que hace no se parece a nada. "Nooo, no coincido", responde.

Reinventarse

Estas son algunas de las cosas que Avello hizo durante las últimas dos décadas en TV, su hábitat desde que egresó de periodista: darse besos apasionados con ancianas en un segmento del programa SQP; crear el personaje de Bryan Tulio, un stripper que aparecía en cámara en diversos contextos; crear "La pequeña Hillary Clinton", una versión enana de la ex candidata y cuyos videos llegaron hasta la TV gringa; postularse a rey del Festival de Viña, ganar el concurso, celebrar con un piscinazo en sunga y quitársela en el agua; entrevistar a Sebastián Piñera y molestarlo en el que entonces era su propio canal. Pasó por casi todos los canales y su humor desvergonzado llevó a que algunos lo suspendieran o echaran. Trabajo no le faltó porque, como tenía al público en el bolsillo, siempre le volvían a ofrecer. (También escribió algunas columnas memorables, como una en The Clinic sobre un aventura amorosa en Nueva York).

Pero desde hace dos años que está dedicado cien por ciento a la comedia en vivo y estas cosas, dice, son parte del pasado. De hecho, afirma que le interesa "limpiar" su show cada vez más, hacerlo incluso "más familiar". Se nota ese esfuerzo, aunque no completamente, porque hay algunos pasajes que recuerdan a su humor más extremo.

Actualmente se presenta como mínimo cuatro veces a la semana: lunes en el Comedy, martes en el Blue Pub de Ñuñoa, viernes y sábado en el Mori. Esta etapa no fue muy planificada. Dice que hasta hace algunos años ni conocía el término stand up. "Sabía siempre de los humoristas, pero si algo se catalogaba como humor, no me daba tanta risa. Me daba más risa, no sé, Bonvallet".

Partió presentando shows de Fabrizio Copano y Pedro Ruminot. Notó que en esa instancia, sometido a la presión de hacer reír, se le iban ocurriendo cosas y, las que funcionaban las mantenía (asegura que ese es el método que mantiene hasta hoy: nunca ha escrito un guión). Siguió con un ciclo de presentaciones el 2012 en el teatro Alcalá, donde buscaban probar shows nuevos. No se atrevía solo, así que llamó a otros tres comediantes. Felipe Avello y gente nueva del humor se llamó el espectáculo. "No sabía qué decir", recuerda.

Seguía trabajando en TV, pero estas primeras aproximaciones al escenario le abrieron el apetito. Lo mismo pasó con viajes a Buenos Aires, donde conoció la bullante escena de stand up de esa ciudad; como público, yendo a clubes y siguiendo a comediantes. "Vi esto de los bares y dije 'mucho mejor, libertad total'. Y cada vez me interesaba menos la TV".

Todo eso facilitó la aproximación a este mundo al que llegó definitivamente hace sólo dos años. Mientras todavía trabajaba en La Red, recuerda que la ex chica reality Pamela Leiva lo empezó a llevar a todo tipo de bares a presentarse. Uno era Wild West, en Maipú. "Al principio me daba miedo, pero decía 'tengo que hacerlo si quiero dedicarme a esto'".

Hoy es de los que más se presentan y de los más exitosos. Y con tanto desplante que cuesta creer que alguna vez tuvo miedo. Dice que el año pasado tuvo casi 300 presentaciones, incluyendo muchas en regiones y días con más de una. Aunque está consciente de que hay divisiones y resquemores en la escena de la comedia local, no se siente de ningún bando. "Soy amistoso con todos porque vengo de la TV, donde nadie hacía algo parecido, no tenía a nadie. Entonces acá me sentí muy acompañado. Me encanta lo que hacen todos. Cómo no voy a empatizar con gente que hace lo mismo".

¿Qué pasa con todas tus locuras de años anteriores?

Fue una etapa, a propósito, y dejé de hacerla. Ya no me parece divertido.

Tienes un CV super largo. ¿Has tratado de editar algo de tu página de Wikipedia?

Sí, pero me lo sacan. He tratado de cambiar cosas que dicen que hice tal cosa icónica en la TV. Trato de poner algo más general, sin detalles, que no tenga mucha importancia.

Pero te tiras todo el rato para abajo, con tu show también.

Sí (risas). Con justa razón. Pero no es que me tire para abajo. Entiendo que al show le va cada vez mejor, pero no le doy mucho mérito.

¿Cuál sería tu trabajo ideal?

Me gusta el escenario. Es lo que más me gusta. Todo lo otro, la preparación, me agota. ¿Pero estar arriba del escenario? Un relajo.

¿Algún plan en el cine? Has actuado en varias comedias chilenas.

Sí, desafortunadas, desafortunadas. No eran buenas. No me sacaron provecho (risas). Pero en serio. Yo si me dedicara a hacer películas serían tan buenas…

¿De qué tratarían?

Haría algo más serio. O como esas comedias argentinas con Ricardo Darín.

¿Como Relatos salvajes?

Claro, algo así.

Ambicioso.

No, pero creo que podría. Pero como no lo haré, nunca se va a saber si podría o no.

El profesor Avello

"Me parece notable lo que ha hecho, esta reinvención como comediante, haciendo algo único", dice el periodista y animador de televisión Eduardo Fuentes, quien años atrás vivió con Felipe Avello. "Ha estado alejado del mainstream, pero es delirante en vivo y me sorprende esa capacidad que tiene para reinventarse".

¿Cómo es como persona? "Encuentro que no es que cambie mucho. Nunca sabes si está hablando en serio o en broma. Siempre está en un modo que parece personaje, pero la verdad es que no es personaje, porque es él". Agrega que es culto, que lee mucho y que con él se pueden tener conversaciones profundas.

Francisca Riffo (21), estudiante de la PUC y uno de los alumnos que se subió al Mori a presentarse en la mitad del show, dice que su impresión es de una persona tranquila y que era paciente como profesor. Cuenta que era todo verdad: primera vez que se subía al escenario y que presentarse en vivo fue parte del taller. Lo tomó porque quería aprender comedia y de chica le gustó su humor. "Me daba mucha risa su estilo natural, no preparado como pasa con muchos humoristas".

En el taller le llamó la atención su sencillez. Recuerda que los alumnos le decían que era seco y él no se lo tomaba en serio. "No, hay mejores", respondía.

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