Un fracaso que ya es costumbre

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A nivel Sub 20, Chile suma sólo cinco participaciones mundialistas en 30 años, una de ellas como anfitrión. En la Sub 17, el panorama es peor: no clasifica a un mundial desde 1997. Eso sí, fue tercero en Japón 1993.




La escena ya se torna repetida. Pero no por ello deja de ser dura. Termina la primera ronda del Sudamericano de Ecuador y Chile, después de caer frente a Colombia y sumar apenas dos puntos, con el agravante de anotar apenas dos goles en cuatro partidos, vuelve a casa sin premio. Humillado. Hay llanto y desconsuelo entre los futbolistas. La Rojita no irá al hexagonal final y menos al Mundial de Corea del Sur, el objetivo que se habían trazado la ANFP y el técnico Héctor Robles, quien ayer, pese al rotundo fracaso de su gestión, fue ratificado en el puesto.

Pero hay un detalle. El tropiezo no es novedad. Y no puede considerarse una casualidad. Y es que en los últimos cinco sudamericanos, el combinado chileno ha estado dentro de los cuatro mejores solamente una vez. Fue en 2013, cuando la escuadra que dirigía Mario Salas, actual entrenador de Universidad Católica, clasificó a Turquía. En el Sudamericano de Argentina, con figuras como Igor Lichnovsky, Bryan Rabello y Nicolás Castillo logró el último pasaje mundialista.

El recuerdo más destacado se sitúa seis años antes. En 2007, la generación dorada, comandada por Alexis Sánchez y Arturo Vidal, que luego conformaría la base del actual bicampeón de América, logró clasificarse a la cita global que se jugó en Canadá, en la que remató tercero.

Las escuadras de Salas y de José Sulantay fueron excepciones, claro está. En Venezuela 2009, un combinado que tenía a figuras como Charles Aránguiz, Boris Sagredo, Alfonso Parot, Carlos Labrín, Rafael Caroca, Marco Medel y Mauricio Hormona Gómez, quien sería el goleador de la escuadra de Ivo Basay, consumó una victoria y tres caídas. Así, se despidió de toda chance de alcanzar un cupo en el Mundial de Egipto

Dos años después, en Perú, al menos la Rojita llegaría al hexagonal final. Lorenzo Reyes, César Pinares, Bryan Carrasco, Luis Felipe Gallegos, Alejandro Márquez y Álvaro Ramos comandaban a la escuadra de César Vaccia, que nunca convenció. En la primera ronda fue derrotada fácilmente por Argentina y Uruguay, pero las victorias sobre Perú y Venezuela consumaron el paso a la fase final, donde solo fue capaz de conseguir una victoria. El fracaso se agrava porque los cinco mejores del hexagonal llegaban al Mundial de Colombia.

Hay más. O menos, si se mira desde el punto de vista de los objetivos incumplidos. En 2015, la experiencia de Hugo Tocalli no fue suficiente para conducir correctamente a una selección que tenía como estandartes a Sebastián Vegas, Cristián Cuevas, Pablo Galdames, Bryan Véjar, Marcos Bolados, Luciano Cabral y Diego Rojas. Solamente un triunfo ante Venezuela alegró un poco una actuación débil. Una derrota ante Brasil, otra ante Colombia y un papelón frente Uruguay (6-1) terminaron por concretar una nueva eliminación.

A nivel Sub 17, la situación es igual de dramática. La década del noventa fue particularmente generosa, después de una racha negativa que partió en 1985, en Argentina. Chile llegó al Mundial de Japón en 1993, de la mano de Leonardo Véliz y un contingente liderado por Sebastián Rozental y Manuel Neira, que logró el subcampeonato en el Sudamericano de Colombia. Cuatro años después, asistió al de Egipto. En la nómina de Vladimir Bigorra sobresalían Juan Francisco Viveros, MilovanMirosevic, Manuel Villalobos y Cristián Álvarez.

Después, sólo decepciones. Nunca más se avanzó a la fase final de un Sudamericano y en dos procesos se ocupó el último puesto del torneo: con Roberto Álamos, en 2001, y el argentino Alfredo Grelak en Paraguay 2015. Pese al revés en canchas guaraníes, Chile disputó el Mundial como anfitrión. La ANFP se vio forzada a cambiar de mando técnico antes del torneo planetario y se lo confió a Miguel Ponce. Algo se alcanzó a mejorar.

Falta un plan

Razones para los continuos reveses hay varias. Véliz, por ejemplo, repara en la falta de una política formativa concreta y seria. "No hemos sabido afrontar la verdadera formación, que debe emanar de un estamento centralizado como la Dirección Técnica Nacional de 1990", sostiene. Ese estamento, en el que también intervino el actual timonel de la ANFP, Arturo Salah, adoptó como modelo la escuela francesa, que es una de las mejores en el mundo. En ella se establecen etapas que el futbolista en formación debe cumplir ineludiblemente y que abordan desde un proceso paulatino de su desarrollo técnico hasta su inserción definitiva en la alta competencia, nunca después de los 18 años. "Acá, a esa edad, todavía se les considera niños. Vamos retrasados ahí. A los 17 años un joven ya no experimenta mayor evolución en el crecimiento óseo y muscular. Es el momento de trabajar fuerza y potencia.Y eso acá no se hace", amplia el ex delantero de Colo Colo y Unión Española.

Sulantay, mundialista en Holanda 2005 y Canadá 2007, apunta que "talentos ha habido toda la vida, lo que falta es trabajarlos bien. Los técnicos somos muy egoístas, Nadie se junta a conversar, exponer o discutir trabajos, como lo hacen los argentinos y uruguayos, a compartir ideas. En este tiempo nadie nos preguntó nada a Véliz ni a mí. Y falta ser más creativos y no tanto copiar modelos, sólo lo importante. Hay que ponerse al día. Ir a un Mundial no abre puertas, abre portones".

En tanto, Roberto Hernández, apunta a los criterios de selección de los jugadores que compiten en las series inferiores. "El fútbol que tiene que ser selectivo por excelencia, se hace masivo. Al fútbol pueden jugar todos y ojalá lo practiquen todos. Ya lo hacen las mujeres, los gordos, los flacos, los altos, pero tiene que haber una diferencia fuerte con el fútbol de formación para el profesionalismo. En Chile no hay siete mil jugadores de divisiones inferiores para proyectar. Y se dilapidan los recursos", dice.

En cambio, Cristián Saavedra, ex ayudante de Claudio Borghi en Colo Colo, se concentra en los errores de la gestión de Robles. "El gran problema es que no tuvo variantes a nivel de juego ofensivo. Era muy predecible. Mucho pelotazo frontal, que es lo más fácil para los defensas, que además eran altos. Y por abajo tampoco salía nada. Se les arrancaba la pelota, no podían controlar", sostiene.

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