Género y poder: cómo es el envío chileno a la Bienal de Venecia

El 9 de mayo parte el evento de arte más importante del mundo.




La entrada de Chile a la Bienal de Arte de Venecia fue inesperada y a su vez aplastante, cuando en 1974 el curador Carlo Ripa di Meana decidió dedicar la edición de ese año  a nuestro país bajo el lema Libertad de Chile. El evento de arte contemporáneo más importante del mundo se convertía en la mayor protesta cultural en contra del régimen de Pinochet. La brigada Ramona Parra e Inti Peredo se tomaron con sus murales las murallas de la ciudad italiana, al igual que los artistas del grupo Signo, José Balmes y Gracia Barrios.

Sin embargo, durante los años siguientes Chile no apareció más en el mapa de la bienal, excepto por dos ocasiones en que el pintor Roberto Matta fue invitado a pabellones extranjeros. El regreso oficial fue recién en 2001, cuando el curador Antonio Arévalo presentó  la obra de Juan Downey como propuesta local. Desde entonces el curador ha sido el principal promotor de Chile en la bienal. Ahora se repite el plato como comisario del pabellón, organizado entre la Dirección de Asuntos Culturales (Dirac) del Ministerio de Relaciones Exteriores y el Consejo de la Cultura y que abrirá sus puertas el próximo 9 de mayo, cuando se inaugure  la versión 56 del encuentro italiano.

"La participación de Chile en estos años ha sido contundente y se siente la expectativa del público. En el lanzamiento de la bienal, el propio curador general Okwui Enwesor  recordó la participación de Chile en 1974, como una edición clave donde se palpó concretamente uno de los objetivos de la bienal: poner el arte a la par de los contextos políticos", dice Arévalo a La Tercera, mientras camina por las calles de la Arsenale, en Venecia, donde aterrizó hace unos días para iniciar el montaje del pabellón nacional, que este año justamente está a cargo de dos artistas emblemáticas de los años 70-80: Lotty Rosenfeld y Paz Errázuriz.

Por primera vez, se realizó un concurso abierto para que curadores nacionales presentaran proyectos ante un jurado liderado por el curador cubano Gerardo Mosquera y el artista Alfredo Jaar. La ganadora fue la teórica del arte Nelly Richard, quien a mediados de los 70 impulsó con sus escritos lo que ella misma bautizó como Escena de Avanzada, un grupo de artistas quienes a través de videos, fotografías y performances desafiaron la dictadura. Entre ellos estuvo Carlos Leppe, Juan Dávila, Diamela Eltit, Raúl Zurita y por supuesto, Rosenfeld y Errázuriz.

En Poéticas de la disidencia, Richard exhibirá el trabajo político  que hasta hoy realizan ambas artistas. "Las dos reflexionan sobre género y  poder; sobre territorios, fronteras y subjetividad a través de construcciones de lenguaje reflexivas y sensibles, políticas y poéticas al mismo tiempo. Ambas demuestran su capacidad de figuración estética y de elaboración crítica para incursionar en las capas subterráneas  de la dominación capitalista y en las rendijas ocultas de la sociedad de mercado neoliberal", resume Nelly Richard.

Serán dos salas: en la primera estará la obra de Errázuriz representada por tres de sus series más elogiadas La manzana de Adán (1984), que retrata el mundo homosexual, El infarto del alma (1993), sobre parejas del hospital siquiátrico de Putaendo, y La luz que me ciega (2010), que registra a personas que padecen acromatopsia. Los trabajos, complementados con textos de Claudia Donoso, Diamela Eltit y Malú Urriola, reflejan el interés de Errázuriz de visibilizar a grupos marginados de la sociedad. Mientras, en la segunda sala se desplegará No, no fui feliz, de Lotty Rosenfeld, una proyección multimedial desarrollada especialmente para la bienal, donde se proyecta una cruz (símbolo del trabajo de la artista) que se arma y desarma, sobre imágenes de la actualidad mundial, como guerras, atentados, exilios y migraciones.

Críticas y aspiraciones

Chile logró tener su propio pabellón en el encuentro italiano en 2009 con el debut de Iván Navarro, quien en marzo criticó el actual envío chileno tachándolo de "error garrafal" y señaló que el espacio debiera ser "para artistas que no tienen una carrera internacional consolidada, como sucedió conmigo".

Nelly Richard defiende su propuesta: "Me parece atendible que algunos piensen que la participación en bienales internacionales deba responder a la necesidad promocional de artistas emergentes por verse catapultados a las redes de lo global-contemporáneo, pero depende 'desde donde se mira', porque existen perspectivas críticas de valoración artística no tan cautivas de los espejismos del mercado internacional".

Para el comisario Antonio Arévalo esta exposición es esencial porque cierra un ciclo histórico para Chile afuera. "Estas obras narran como ha sido nuestro paso hacia la contemporaneidad. No somos un país tranquilo y eso vale la pena decirlo, porque lo que pasó con Chile en dictadura no se conoce mucho. Estamos terminando de contarle ese cuento al mundo", explica.

Además, desde 2009, Chile ha ocupado un lugar privilegiado en Venecia, donde también expusieron Fernando Prats en 2011 y Alfredo Jaar en 2013: frente al pabellón de la ciudad del Vaticano y al lado del de Argentina, Eslovenia y los países árabes. Todos han comprado sus pabellones, menos nuestro país. "Hay que reincentivar la idea de adquirir ese espacio, que se transformaría en una verdadera embajada cultural para Chile y  que nos ayudaría a internacionalizarnos, si es que es eso a lo que tanto aspiramos", remata Arévalo.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.