Gutenberg Martínez: "La tradición de la Presidenta líder de la coalición no está operando"

El ex diputado y líder DC asegura que un cambio de gabinete "no soluciona los problemas del gobierno", ya que hay deficiencias de diseño en las que la influencia del ministro del Interior excluye al resto del equipo político y donde la Presidenta tiene un rol distante de los partidos que no ayuda a que la Nueva Mayoría resuelva sus diferencias.




El próximo verano de Gutenberg Martínez estará lejos de ser de descanso: a fines de febrero debe oficializar si decidirá competir por la presidencia de la DC. Y eso supone que los meses estivales serán de recorridos por el país, reuniones y tratativas varias.

El ex diputado -considerado uno de los oficialistas más críticos al gobierno de Michelle Bachelet- aún permanece, en todo caso, en proceso de evaluación y, por ello, rehúye el tema. A cambio, ha concentrado sus energías en acotar su análisis sobre la baja en las encuestas de la Mandataria, La Moneda y sus reformas, y sentencia que "los problemas no se solucionan simplemente con un cambio de gabinete", porque lo que "hay que examinar son las formas estructurales del gobierno".

Se ha instalado un ambiente de compás de espera, de paralización en el gobierno. Al parecer, existe un consenso amplio sobre la necesidad de un cambio de gabinete, pero éste no se hace. ¿Cómo lo ve usted?

Hay un cierto compás de espera y eso está más o menos instalado en términos de un cambio de gabinete. Creo que eso está un poco equivocado, porque falta realizar un esfuerzo real de diagnóstico más completo, de tal modo que las medidas que se tomen partan de un análisis compartido y que puedan eventualmente culminar con algunos cambios en el gabinete. Los problemas no se solucionan simplemente con un cambio de gabinete. Si nosotros no tenemos un diagnóstico compartido podemos seguir tomando decisiones que eventualmente no sean compartidas por la ciudadanía.

¿Cuál es su diagnóstico frente a la baja en las encuestas?

Hay una insatisfacción que se nota en la valoración de la política y que se manifiesta en las tasas de aprobación de los personajes públicos que van en baja constante, de encuesta en encuesta, que llegaron a estar en el 80% en el pasado, y hoy día las tenemos en la tasa del 50%. Por otro lado, están las tasas de respaldo a la Nueva Mayoría y Alianza versus las tasas de independientes, que son las que aumentan constantemente, que superan el 50%. Y, en tercer lugar, es un hecho que la sociedad es muy individualista y, a su vez, hay un factor en cuanto al progreso. Los chilenos se han acostumbrado a un progreso permanente y, por lo tanto, les choca de inmediato cualquier circunstancia que muestre una suerte de estancamiento, que es lo que podríamos estar hoy día observando con el crecimiento ya anunciado del 1,8. Es decir, creo que hay un conjunto de elementos más profundos que hay que tener presentes antes de entrar al análisis propiamente más político.

La desvalorización de las instituciones, el decaimiento de las figuras públicas, son fenómenos que se vienen arrastrando hace un tiempo, no son recientes. ¿Cree que se han profundizado en este período?

A lo menos no han disminuido y probablemente han aumentado un poco.

Lo que se ha señalado hasta ahora respecto de la baja del gobierno se relaciona más bien con el contenido de las reformas, pero lo que usted plantea supera ese diagnóstico…

Mi conclusión de esto es que lo primero que falta es un proyecto nacional, un proyecto de país, una sensación, por así decirlo, como la que hubo en la transición, que había una disposición en positivo a una creación conjunta. Era un estado de ánimo que se expresaba en la búsqueda de acuerdos, donde todo el mundo estaba en una buena onda. Se sentía que se estaba reconstruyendo un país. Hoy día, lo que hay es esa ausencia, no hay un proyecto país, no hay un sentido patriótico, no hay un sentido nacional, de chilenidad. A cambio, hay una ausencia de expresión colectiva, del uso del nosotros. Creo que en lo profundo es donde tenemos un problema. Las encuestas referidas al gobierno y a las distintas alianzas no cabe ninguna duda que son muy preocupantes, y teniendo este trasfondo lo hace más preocupante, porque quiere decir que si uno quiere recuperar la valoración  tiene que tener en claro que no bastan las medidas de corto plazo, sino que tiene que tener presente estos otros problemas que son de largo plazo, que afectan a la política y son cuestiones de mayor envergadura. A mi juicio, esto implica que hay que examinar las formas estructurales del gobierno.

¿A qué se refiere en particular? 

El régimen político chileno se caracteriza por ser un régimen presidencialista y eso implica que las funciones de un presidente son las de jefe de Estado y jefe de gobierno. Aparentemente, las funciones por parte de la Presidenta Bachelet se han concentrado en las funciones de jefe de Estado, pero nosotros -antes la Concertación, hoy día la Nueva Mayoría, que no es lo mismo- hemos agregado a esas funciones la de líder de la coalición. Pero ha habido un cambio sobre la materia, se ha empoderado a un jefe de gabinete con más facultades que las conocidas tradicionalmente sobre la materia. Eso, en los hechos, ha excluido al resto del equipo político de La Moneda, y concentra una cantidad de tareas difíciles de coordinar y de realizar. Se dice que los ministros o muchos de ellos se sienten o tienen menos atribuciones en el ámbito que propiamente les corresponde. El problema no es que sea  así, sino que cuando uno tiene un régimen político presidencialista como el que tenemos en Chile, la estructura del Poder Ejecutivo está constituida de una forma tal que si las funciones de jefatura de Estado y de jefatura de gobierno y de estructura ministerial se cambian, el cambio tiene que ser tan claro, tan bien comprendido por todo el mundo, que si no se hace con toda esa claridad, se producen problemas de funcionamiento, que afectan después decisiones ulteriores, como las reformas, las decisiones en torno a las reformas, la participación en el proceso de las reformas.

Dice que la Presidenta Bachelet se ha concentrado en ser una jefa de Estado más que una jefa de gobierno, ¿cuál es la diferencia en la práctica?

Es lo que aparece. Por ejemplo, cuando se produce la reunión de los ministros con los presidentes de partidos y los jefes de comités, en que se definió como prioridad el tema de la reactivación económica, el tema de la delincuencia, la educación, la salud pública y del transporte, apareció para algunos analistas como que faltó en ese cuadro la presencia de la Presidenta. Creo que el rol de la presidencia ha estado muy centrado en los temas de Estado y quizás sería necesario o conveniente que su presencia en los temas de gobierno y en temas de liderato de la coalición pudiera ser mayor.

¿Por qué se transforma en un problema la existencia de un ministro del Interior empoderado? 

No está claro su rol. Cuando los partidos -con distintos lenguajes- plantearon que era necesario reforzar la conducción política, la respuesta que se dio fue que el ministro del Interior estaba solo, como que los otros ministros no colaboraban, que se le cargaba la mata. Mi impresión es la contraria. Los otros ministros no son incluidos como se incluía antes, que se hablaba del equipo político de La Moneda, en que uno observaba que había una integración. Dicho de otro modo, ¿cuál es el rol de los tres ministros? ¿Cuál es el rol que en un equipo político juegan los tres?

¿Cuánta responsabilidad en los problemas de gobierno están relacionados con la expertise de los ministros, con que sean figuras nuevas, que no tengan experiencia en gobernar?

Puede ser en algunos casos que obviamente la seguridad se adquiere, en parte, con las experiencias, pero también creo que se debe a problemas del sistema decisional, del diseño. La lógica de un sistema decisional implica clarificar muy bien los roles y los ámbitos de decisión de todo para que el engranaje funcione bien. Lo mismo cuando se habla de los cambios de gabinete, creo que cualquier institución moderna tiene sistema de evaluación permanente, donde evaluar es parte del sistema, y por lo mismo, cuando se hace una nadie se siente.

Usted insiste en que esto no es un tema de expertise, ¿el problema entonces en el diseño de gobierno? 

Creo que hay un problema de participación, objetivamente. Se requiere más participación para que los proyectos sean más perfectibles, nunca van a ser perfectos, pero para que los proyectos sean mejores y más representativos, porque la Nueva Mayoría es Nueva Mayoría sobre la base de su diversidad, no sobre la base de una representación unívoca de uno de sus sectores. La Nueva Mayoría saca los votos que saca en su oportunidad por el carisma de la Presidenta, pero también por el abanico de diversidad que representa. Hay dos lineamientos que todos conocemos, la tesis refundacional o la que yo he denominado la onda retro, y otro planteamiento de valorar lo que hemos hecho en los gobiernos anteriores.

¿Cómo la Presidenta ha administrado esas dos almas? 

A final de cuentas, a lo menos hay una ambigüedad entre esas dos líneas, porque no son almas, son líneas. Y eso confunde. El punto es que en el quehacer del gobierno debe haber una línea. La virtud que teníamos o tenemos en la Concertación, porque yo siempre he insistido en que ese ámbito sigue existiendo, es que nuestras diferencias existían, pero en la acción del gobierno había una sola línea. Nosotros hemos mantenido durante este año una cierta ambigüedad, y yo creo que eso a final de cuentas no ha sido conveniente para la valoración del gobierno, el mantener pendiente esta situación. Implica que el proyecto educacional sale con una tónica, que en la Cámara se hace un conjunto de indicaciones que le cambian la tónica, que sigue pendiente la tensión y que llega al Senado sin resolverse algunas tónicas. No hay una línea de gobierno que resuelva las diferencias o logre convencer respecto de una orientación de un determinado proyecto. Esa es la tarea que cumplíamos en los gobiernos anteriores: si teníamos diferencias eso se solucionaba en esto que hoy día se denomina la etapa prelegislativa, se conversaba, se discutía.

¿Eso ha sido un factor para la baja en las encuestas? 

Si la valoración fuera positiva, si la valoración  de los estudios de opinión fueran positivos, si la economía fuera positiva, en definitiva dicho medio simple, si las cosas fueran bien, no estaríamos haciendo este análisis, pero si las cosas son preocupantes, y tenemos elecciones municipales el próximo año, algo está fallando. Algo no estamos haciendo bien. Y, por tanto, lo responsable es examinar qué es lo que no está funcionando bien. Uno tiene que revisar lo que está haciendo, tiene que adecuar lo que tiene planeado, tiene que generar nuevas políticas. Implica que se tiene que hacer un alto, no digo que tiene que parar de gobernar, gobernar es todos los días, pero tiene que hacer un alto para diagnosticar evaluar y planificar.

¿Se refiere a la Presidenta?

Al gobierno, y en un régimen presidencialista, obviamente la primera tarea le corresponde a la Presidenta.

¿Cree que la Nueva Mayoría se habría conformado y hubiese triunfado sin Bachelet?

La Nueva Mayoría difícilmente se habría constituido sin la existencia de Bachelet. Creo que ella es y era un fenómeno político que los unió a todos. Ahora que sin Bachelet hubiese ganado la derecha, no sé, porque el deterioro de Piñera y de la derecha era tan fuerte que a lo mejor otro candidato también habría ganado. No es claro que sólo se ganara con Bachelet, creo que es claro que sólo con Bachelet se constituía un acuerdo, insisto, como el de la Nueva Mayoría, y creo que sólo Bachelet ganaba con el porcentaje de votos que ganó. Pero, a su vez, creo que la derecha estaba tan complicada, que me parece que es posible que se hubiera podido ganar también con otro candidato, con un margen más estrecho naturalmente.

Se lo pregunto, porque algunos sostienen que han sido las críticas de figuras más asociadas a la ex Concertación, las que han generado parte de la actual crisis de respaldo… 

Todos los análisis son subjetivos, pero trato de hacer análisis más objetivos. Honestamente, no sé qué es primero. A mí me da la impresión de que hay hechos que influyen en la población independientemente de nosotros, por ejemplo, en el caso del Transantiago. Que éste no funcione les molesta a los ciudadanos por encima de cualquier discusión política. Y si la reforma educacional, los padres o apoderados sienten que les limita su libertad, me da la impresión de que pasa lo mismo. Además, no veo que las críticas hayan sido tan duras. Habrá una, dos, tres expresiones de repente que pudieron haber sido duras, pero yo recuerdo en los gobiernos anteriores haber visto llegando a un senador con un ataúd a La Moneda.  No he visto ningún ataúd circulando por el centro de Santiago. O sea, uno podría hacer recuerdos digamos de gobiernos antiguos nuestros, creo que no hay punto de comparación con los niveles de disidencia, o de díscolos que había en gobiernos anteriores respecto de lo que se ha dado en este gobierno. Creo que ha habido bastante mejor comportamiento.

Algunos incluso plantean un revanchismo en el tono de las críticas de los sectores de la ex Concertación. Una suerte de pasada de cuentas. 

No siento que haya luchas de poder en torno al gobierno. Que hay enfoques diferentes sí los hay. Pero no hay expectativas de poder, de gente que quiera llegar, que quiera entrar al gobierno. Conozco bastante gente que ha decidido no entrar en él.

¿Y cómo ve a la DC y la relación con sus socios?

No cabe duda que hemos tenido un problema en la relación. A nivel de partidos, en lo nacional está mejorado. En los otros ámbitos los problemas se mantienen; en mis recorridos en la base DC constato una gran molestia. Pero no hay mal que por bien no venga. Se ha generado un espacio de unidad en la reacción muy notable. Una conciencia en fortalecer al partido y su identidad, en mejorar nuestra competitividad electoral, en recuperar la línea de apertura a la sociedad y el mundo independiente que siempre nos caracterizó. A ser lo que somos y no lo que otros quieran que seamos.

Queda claro que usted señala que los problemas no se solucionan con un cambio de gabinete, sino que un rediseño más profundo. 

El tema de fondo es cuál es el diagnóstico de la realidad chilena, cómo se entienden que deben ser los procesos de reforma, cuál es su radicalidad y cuál es la capacidad de efectuarlos. Creo que allí es donde está planteado lo que hay de diferencias entre nosotros. Espero que a partir de estos estudios de opinión, de esta tendencia de opinión, hagamos un análisis en profundidad, no caigamos en el escapismo de dar esto por olvidado, en la esperanza de que en tres, cinco, seis meses más venga otra ola de encuestas que varía en la situación. Lo que yo digo es que lo que hay que hacer en este momento es hacer un alto, evaluar, estudiar bien lo que está pasando y ver si es posible que construyamos comunitariamente un diagnóstico en que estemos de acuerdo. Si no es posible construir un diagnóstico en el que haya un 100% de acuerdo, bueno, veamos qué porcentaje de acuerdo, pero que lo peor es que cada uno interprete esto como quiera. De lo que estamos hablando es de un tema más macro.

Eso supone un nuevo rumbo.

Yo ni siquiera quiero provocar a nadie, porque si uno dice sí supone un nuevo rumbo, un giro, la gente se queda con ese titular, yo me declaro más modesto frente a las diferencias que tenemos. Simplemente, hagamos un diagnóstico.

Ha extrañado, le hubiese gustado que la Presidenta arbitrara de mejor manera la convivencia de la Nueva Mayoría?

Siento que es cierto que la Presidenta tiene una relación distante respecto de los partidos. Eso es veraz. Y que, por lo mismo, esta tradición nuestra de que el Presidente de la República fuera jefe de Estado, gobierno y líder de la Concertación hoy día no está operando. Obviamente, a mí me interpreta la tradición, en términos de que el gobierno siempre ayudó a que la coalición         -que, además, le era muy necesaria para su propio respaldo- pudiera ponerse  acuerdo o generar políticas en las cuales todos se sintieran representados

¿Espera que eso cambie?

No sé. Creo que es un ideal que uno siempre tiene la convicción que así se funcionaba mejor, pero no parece muy viable en lo que uno ve hoy día. Ojalá, Dios quiera que pudiera cambiarla.

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