Ignacio Agüero, cineasta chileno: "Me parece saludable que todos hagan las películas a su antojo en Chile"

El realizador de El otro día prepara Cómo me da la gana 2, documental sobre cineastas chilenos de hoy.




La pregunta es una herramienta que Ignacio Agüero maneja con destreza. Las hace en el instante menos pensado y de la manera más cándida posible. Casi sin que se note. No son consultas inquisitivas, sino piezas de un gran puzzle que se resolverá al final de la proyección. Con ese tipo de preguntas dio a conocer la labor de Alicia Vega en los talleres infantiles de cine, en Cien niños esperando un tren (1988), la siniestra realidad de los desaparecidos en los hornos de Lonquén en No olvidar (1982) y a los inexperimentados cineastas chilenos del año 1984 en Cómo me da la gana (1985). A 30 años de aquel registro sobre los titubeantes pasos  fílmicos de Cristián Lorca, Joaquín Eyzaguirre, Francisco Vargas, Andrés Racz  o Tatiana Gaviola,  Agüero prepara una segunda parte, a la que simplemente llamará Cómo me da la gana 2.

“Siempre le he dado vuelta a la idea de que una película puede generar otra. Por ejemplo: mi primer documental No olvidar, sobre los ejecutados de Lonquén, me ha motivado  incluso a hacer un guión de ficción”, comenta Agüero, quien está en la mitad de la filmación de Cómo me da la gana 2 y que espera estrenar  a mediados del 2015. “Cuando una película tiene el número 2 es porque la anterior ha sido muy exitosa. Se supondría que a Cómo me da la gana le fue muy bien, pero este caso es la excepción, porque yo creo que no la vio nadie o casi nadie”, explica el autor de El otro día (2013), que exhibió el viejo filme de 1985 en las oficinas de publicidad de Arnaldo Valsecchi.

Ocupado además en el guión de otro documental que se llamará Un día (“acerca de lo que pasa en la esquina de mi casa”), Agüero recibió en diciembre el premio Príncipe Claus, que anualmente entrega el rey de Holanda a once artistas del mundo. El próximo miércoles en la Cineteca Nacional del Centro Cultural La Moneda, la embajada holandesa oficializará en nuestro país aquel galardón.

¿Qué le interesa mostrar en Cómo me da la gana 2?

Lo que más me atrae es mostrar el proceso de hacer cine: no el porqué, pues no creo que sirva para mucho, sino lo que pasa mientras filmas, qué tomas eliges, qué locaciones introduces, cómo pones a los actores. Es un cuestionamiento que me hago desde mi primera película. Me lo preguntaba ya en 1985.

¿Qué es lo que más ha cambiado desde entonces?

Que en ese tiempo los tipos sabían que las películas que hacían  no las iba a ver nadie o iban a ser las únicas de sus vidas. Y a nadie le preocupaba tampoco. Ese absurdo de hacer cine sin importar quien lo verá es atractivo. Ahora no:  los directores tienen en general una conciencia muy clara de público y escenario, filman para el festival que viene. Mientras ruedan una película ya se está pensando en filmes futuros. No tiene nada que ver con el descampado de los 80.

Pero su nuevo documental conserva el viejo título, ¿Quiere decir que algo sigue igual desde los años 80?

Si. Que todos hacen las películas más o menos a su antojo. Hay una diversidad que me parece muy saludable. Permanece el sentido entonces de esa canción de Lucho Aránguiz, que era la que le daba título a la película del 85. A pesar de que hay un marco más grande de creación, el cine chileno aún tiene una cosa autoral muy bonita, no es industrial. Hay miradas individuales y distintas.

¿A quienes está filmando?

Es como una cazuela de película. Hay muchos directores, con diversas inquietudes. Están José Luis Torres Leiva, Marcela Said, Marialy Rivas, Sebastián Lelio, Niles Atallah, Cristián Jiménez, Alicia Scherson, Alejandro Fernández, Fernando Guzzoni, Pablo Larraín, Christopher Murray, Tiziana Panizza, José Luis Sepúlveda, etcétera. Además muestro a Alicia Vega, quien ya va en su taller de cine número 30: en Cien niños esperando un tren estaba recién en el segundo. También filmo a algunos directores que no conoce nadie. Es más: aún no sé a cuántos voy a dejar. Quizás los desconocidos terminan siendo los principales. Uno va descubriendo la película mientras la hace. Esto no es un informe o catastro del cine chileno. Eso sería muy aburrido. No quiero dar cuenta de nada, sino que responde a pequeñas inquietudes personales.

Una de las fortalezas de Cómo me da la gana es la espontaneidad, ¿Cómo logra eso acá?

Bueno, tengo que pedir permiso y acordar con los directores para ir al set. Es decir, no puedo llegar y meterme. Sin embargo, una vez ahí, trato de operar con la mayor libertad posible, de buscar  espontaneidad y de no forzar nada. Hay algo de la filmación por asalto de la anterior película que debo conservar.

Ciertamente el cine de ahora es menos politizado del que se podía hacer en los 80 o incluso 90

Bueno, antes la clase obrera estaba en la calle, era evidente. Ahora ese mundo social ya no está a la vista, sino que permanece bajo la alfombra. Y lo que hacen algunas películas más intimistas es acceder a experiencias del Chile de hoy por otros lados. Prefiero que no haya un cine obligatorio. Nadie tiene una gran misión o más bien cada cual tiene su propia misión: algunos hacen cine para solo ganar dinero, otros para descubrirse a sí mismos y están los que quieren conocer el mundo. Es decir, La batalla de Chile ya fue. O quizás habría que hacer una nueva La batalla de Chile y  ver qué pasa en nuestro país en este momento.

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