Jorge Moller: "Si no planificas terminas con turismofobia"

Entrevista a Jorge Moller
Santiago 4 de agosto del 2017 Entrevista al director de la ONG Regenera y representante de Chile en el consejo Global de turismo sustentable Jorge Moller (en la imagen) realizada en el sector del Apumanque. FOTO: Javier Salvo/ La Tercera

Chile será este año, por primera vez, sede de la Conferencia sobre turismo sostenible. El empresario turístico, quien forma parte del equipo organizador del evento, dice que la sustentabilidad es la vía para escapar de algunos de los peligros que amenazan a la industria de los viajes.




Dice que es de la Tierra porque no tiene arraigo, que es "de dónde lo llamen". Pero creció en Santiago, en La Florida en los años 70, "cuando aún era campo". Porque Jorge Moller, de 52 años –más de 30 dedicado al turismo– le preocupa la naturaleza.

Durante muchos años trabajó en su emprendimiento, Darwin's Trails, y actualmente es el director de su propia ONG –Regenera–, la que se dedica al desarrollo del turismo sustentable y con la que asesora a otros emprendedores en lugares como Robinson Crusoe, Puerto Williams y Chiloé. Además es miembro de la mesa y representante en Chile del Consejo Global de Turismo Sostenible (GSTC), institución que realizará su conferencia anual por primera vez en nuestro país del 6 al 9 de septiembre en Coyhaique, algo que, según Moller, es un hito para el turismo local. El año pasado, el evento fue en Corea del Sur.

Las conferencias del GSTC atraen a expertos, autoridades y empresarios de todo el mundo ligados al turismo sustentable, concepto que para Moller se resume en una sola idea: visión de futuro.

Actualmente, explica, Chile sólo se ha preocupado de promocionarse. Pero ya hay suficientes turistas –alrededor de seis millones de personas– dando vueltas por el país y ahora es tiempo de planificar la oferta. "Cuando haces mucha promoción y ninguna planificación, llenas la casa de visitas, no dimensionaste el comedor y te queda la embarrada. Ahí empiezan los colapsos".

Y la turismofobia, tal como está ocurriendo en distintas ciudades del mundo.

Sin duda. Si no haces una correcta planificación terminas con turismofobia, que es lo que hoy puede empezar a pasarle a los habitantes de San Pedro de Atacama, Isla de Pascua o Puerto Natales, que muchas veces se ven desbordados por los visitantes.

¿Qué aporta el turismo sostenible o sustentable para evitar eso?

Una planificación que considera, al momento de desarrollar una experiencia, la gestión local. Un proyecto sostenible derrama (que es una palabra que me encanta) a la comunidad, y para eso debe contemplar economía colaborativa, inclusión social y respeto por el medioambiente.

El lugar del lujo

¿Es el turismo un sector clave en la economía del país?

Por supuesto, y el único sostenible dentro de los cinco primeros: minería, forestal, pesquero, agrícola... puros extractivos. El turismo, cuando es sostenible, no es destructivo sino todo lo contrario, regenerativo.

¿Cómo se llega a ser sostenible?

Menos mal que no es un tema de plata. O sea, si quieres hacer cambios estructurales, como cambiar tu red eléctrica o de aguas servidas, sí hay que hacer un gasto. Pero para mí lo prioritario es la gestión sustentable a nivel social. Porque lo ambiental ya es como obvio, sabes que no puedes botar el agüita cochina al río ni tirar la basura, no hay mucho que discutir al respecto. Yo no asocio tanto la sustentabilidad a cambiar las luces LED, eso es como básico.

Entonces, ¿qué hay que cambiar?

Hay que apreciar lo que está a nuestro alrededor, ponerlo en valor y que perdure para futuras generaciones. Eso significa recuperar espacios biológicos y culturales que han sido dañados. Desde ir al rescate de tradiciones y relatos locales, algo intangible que no tiene que ver con inversión, sino con orgullo y pertenencia, a regenerar espacios naturales e incluir a tus visitantes en ese trabajo, por ejemplo, invitar a los turistas a coparticipar en procesos de reforestación, lo que se podría hacer en Torres del Paine.

¿Nos falta valorar lo que tenemos?

Muchísimo. Allí está la gran oportunidad de este país, que tiene un contenido cultural gigante que nos cuesta mucho ver y es importante para una experiencia de viaje. Siempre estamos tratando de imitar modelos extranjeros. Uno de los focos de Regenera ha sido "trabajar mucho con el mundo rural y su identidad local". Moller afirma que con ellos se está haciendo un trabajo de autoestima, "que entiendan que ellos han guardado un patrimonio cultural importante que en la actualidad es el santo remedio para un ser urbano que quiere volver a reencontrarse con estas cosas simples del campo y la naturaleza".

¿Qué hay que recuperar en Chile?

Recetas antiquísimas que se pueden poner en valor y la elaboración de esas comidas con productos de cada lugar. Que los guías sean locales y con un buen relato. Eso entre muchas otras cosas que hoy el consumidor está prefiriendo.

Pero ese consumidor del que habla es sobre todo extranjero.

Sí. Europeo, norteamericano y algunos latinoamericanos, pero no creo que sea sólo para extranjeros. Ha habido un cambio. ¿Cuántas tiendas North Face y Patagonia había hace 15 años y cuántas hay hoy? Esas les venden a los chilenos, no a los gringos. Esto responde a un interés del chileno por equiparse y salir a disfrutar de nuestra naturaleza. Ha ayudado también que la calidad del servicio ha mejorado y han bajado mucho los precios de los vuelos. Aunque el chileno no busca necesariamente, aún, una oferta sostenible, sí la aprecia, y lo que nos toca es educarlo para que sea consciente de este interés y vaya por esos servicios.

Muchos chilenos se quejan de que viajar por Chile es caro.

Tenemos un problema que se llama estacionalidad. Los empresarios del sur quieren cosechar en cuatro meses lo de un año completo y eso encarece los precios. Hoy se puede viajar más barato, pero nos estamos fijando siempre en los productos que hacen un marketing super intenso como los hoteles de lujo. Con la ayuda de internet puedes armarte tu propio viaje de una forma más económica. Pero hay que ser proactivo y un poco más aventurero, porque cuando te organizan el viaje entras a un plano de elite.

Es difícil competir con un paquete todo incluido en el Caribe por 500 mil pesos.

Pero a República Dominicana vas con 500 turistas más, en cambio al Paine o Natales vas con 30 si la sabes hacer bien. Y vas a ver algo bastante más original, más local e inédito, que estar sentado tomando caipiriña a la orilla de la playa.

¿No le parece agradable estar en una playa tomando caipiriña?

Es una propuesta que les gusta a algunas personas. Pasar la tarjeta de crédito y dejarse regalonear en el spa, con las sábanas de 400 hilos de Egipto y la gastronomía super sofisticada. Es una cultura de viajes, pero no la mía. Yo soy de los que creen que el lujo no está dentro del hotel sino afuera. En un increíble guía que me dé una interpretación del lugar con sentido único; una comida muy local, cuya receta y su cocinero tengan una historia. Para mí eso es lujo. Y por supuesto, una cama limpia también, una rica ducha, pero creo que hemos caído, en muchos casos, en pretender que el lujo está en el bronce.

La gobernanza

Moller hace hincapié en el diálogo que debe haber entre el gobierno central, local y las comunidades para construir un proyecto que permee a todos y proteja los destinos de posibles amenazas.

¿Cómo convencer a una comunidad local de que vale la pena invertir en turismo sostenible cuando una empresa minera les ofrece miles de empleos de un día para otro?

Es uno de nuestros grandes desafíos. Obvio que un proyecto minero genera mucha más riqueza inmediata, ¿pero a costa de qué?, ¿el costo ambiental quién lo paga? No se puede competir contra la minería, las forestales, que en 10 años tienen resultados. El turismo está pensado para mis bisnietos, es una propuesta de largo aliento que va a sostener al planeta. Lo otro es pan para hoy y hambre para mañana. Por eso tiene que estar ahí el Estado, para promover iniciativas con una mirada de largo plazo. Es lo que llamamos la gobernanza.

¿La gobernanza?

Sí. Tenemos que educarnos en el potencial que tiene el turismo sostenible, pero también incentivar a que haya vocaciones turísticas, apuestas estratégicas, desde los gobiernos. Para lograr eso nos falta mejorar dos cosas: primero el trabajo gremial –que en Chile es muy ombliguista y poco asociativo– y la gestión público-privada, donde aún hay desconfianza, con reuniones que no terminan en nada.

¿Se puede alcanzar un equilibrio entre todos estos intereses que confluyen?

Es difícil pero no imposible. Hay que tener una mentalidad de balance, pero no ser fundamentalista, porque terminamos por encapsular la naturaleza. Por ejemplo, si una torre de repetición instalada en un bosque va a beneficiar a una población de cinco mil habitantes para que tengan mejor conectividad y mayor acceso a la salud, yo chanto la torre. En Llanada Grande –en la comuna de Cochamó, Región de Los Lagos– cuando anunciaron que iba a llegar la luz los turistas decían "¡No, no pongan cables!", y yo les respondía: "Mira, te acepto esa crítica si puedes vivir un año sin luz. Ahí te doy el derecho moral a hablar".

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