Jorge no deja que lo llamen mister

Jorge Sampaoli

Sampaoli ha logrado en dos meses el compromiso de sus futbolistas, el apoyo de la grada (pese a las sospechas que despertó inicialmente su discurso lírico y resultados) y resultados: tiene al Sevilla en los primeros lugares de la Liga y asentado en la Champions.




Estaba dentro del vestuario. Merendaba fruta. Jorge Sampaoli se había olvidado de la cita con Juan Baeza, uno de los hombres del departamento de prensa del Sevilla para realizar la única entrevista que ha concedido desde que llegó a España. Una conversación en la que Sampaoli fue fiel a su propia franquicia. Exigió que se le llamase Jorge ("nada de llamarme mister"), esa inusual norma que implantó, también en el camarín, nada más aterrizar en Sevilla. Apenas miró a los ojos de su interlocutor. Aceptó, como sucede en las ruedas de prensa, que se le preguntase por todo, sin obstáculo ninguno. Habló con suma amabilidad de fútbol durante 40 minutos (la cantidad acordada previamente, ni uno más). Y cuando miró el reloj se levantó como un resorte para salir a entrenar y hubo que convencerle de veras para que concediese cinco minutos para las fotografías. Fue Sampaoli en estado puro. Todavía no se sabe cómo lograron convencerle.

Al final, la conversación resultó tan impactante que el club optó por ir más allá de la entrevista escrita para su revista oficial. Organizó un documental, Filosofía Sampaoli, en el que a Juan Baeza sólo se le olvidó preguntar a Jorge si había ido a conocer La Giralda o el Parque María Luisa. Pero le da la impresión de que no, ni eso ni una cerveza en El Salvador, la plaza donde se reúne la gente en Sevilla a tomar algo y alejarse de la rutina. Sin embargo, Jorge parece otra cosa. Aún vive en un hotel próximo al estadio y es posible que se acueste y se levante imaginando el gol de la victoria: "Un hombre que por ahora ha venido para lo que ha venido y no le importa dejarlo claro".

Han pasado tres meses desde que Jorge llegó a Sevilla y, por supuesto, Álvaro Palomo, redactor de Estadio Deportivo, no ha tenido ninguna entrevista personal con él. "Si nos diese una en todo el año, ya nos daríamos con un canto en los dientes". Pero esa ideología era la que se esperaba de un hombre como Sampaoli, que apareció convencido de que puede cambiar la historia, de apropiarse de la pelota y de pasar horas enteras en el área rival. Un mensaje que levantó sospechas en la ciudad, acostumbrada durante los tres últimos años a la economía del Sevilla de Emery y a sus primaveras inolvidables en la Europa League: "Hizo pensar a la gente, 'a ver si este hombre va a preferir perder jugando bien a ganar jugando mal', cuando aquí de lo que se trata es de ganar. Sevilla siempre fue una ciudad muy exigente".

La realidad es que el equipo de Jorge es, por encima de todo, un grupo competitivo, capaz de ganar 6-4 al Espanyol o de aguantar 16 disparos letales del Juventus y dejar la portería a cero. Y mucho gol agónico, en el último minuto o casi, como el que le dio el sábado la victoria en Leganés en otro partido montaña rusa, que viajó del 0-2 al 2-2 hasta ese 2-3 final. En sus resultados, por lo tanto, hay de todo, incluida su propia autocritica y esa palabra ("amateurismo") que le acompaña a todas partes y que la hinchada ha admitido con cierta ironía. Todo eso pasa, en realidad, por el descomunal compromiso que Sampaoli ha logrado de sus futbolistas. "A la mayoría le ha hecho jugar en mil posiciones en tres meses. Vitolo lo ha hecho de todo. Iborra ha actuado hasta de portero... Y, sin embargo, no se encuentra a nadie que hable mal de este entrenador. Todos están con él al cien por cien".

Quizá eso tambien sea parte del planeta de Jorge, del hombre que pega los ojos a los micrófonos en vez de a las personas en sala de prensa o de sus locuras en la banda, donde nunca le reconocerán por su elegante forma de vestir. En ese sentido Europa no ha cambiado a Jorge, capaz hasta de olvidar la cita con el departamento de prensa de su club. Juan Baeza tuvo que ir a buscarle a su vestuario y, después de escucharle durante 40 intensos minutos, no le quedó ninguna duda. Mereció la pena verle en cada segundo. "Sólo sonrió cuando habló de música".

El resto fue fútbol, siempre fútbol, en un hombre, Jorge Sampaoli, que lidera un cuerpo técnico de once hombres, en el que se suman los que ha traído él y los que ya estaban(no prescindió de ninguno). De hecho, en los entrenamientos del Sevilla hay casi tantos entrenadores como futbolistas, según explica Álvaro Palomo. "Allí están casi todos juntos analizando hasta el último detalle".

Un trabajo destinado a, como le explicaba Jorge a Juan Baeza, que los futbolistas se enamoren de su idea. Y si algun día lo consigue ("que lo conseguirá", según Iborra, el capitán) tal vez entonces llegará el momento de ver a Jorge Sampaoli cantando el himno del Sevilla (de momento se queda maravillado contemplando la ceremonia sagrada del Pizjuán) y acaso tomando una cerveza en la plaza de El Salvador o saliendo a correr por el Parque María Luisa. Pero queda. Todavía queda mucho. Tenía que ser así. Europa no se conquista en tres meses.

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