La dinastía que rige Siria desde los 70

Los Assad provienen de la secta minoritaria alauita, una rama del chiismo islámico, que constituye menos del 12% de la población. La familia presidencial ha controlado los servicios de seguridad de Siria fuertemente, generando resentimiento entre los sunitas.




Conocido como el "León de Damasco", Hafez al Assad, el padre del actual Presidente sirio, Bashar al Assad, nació en una humilde familia del pueblo de Qardaha, en la provincia de Latakia, en 1930. Huyendo de su vida de campesino, ingresó junto a su hermano Rifaat -más tarde tristemente conocido como "El carnicero de Hama"- a la academia militar de Homs. Juntos extendieron sus redes tanto en el ámbito militar como en el político e ingresaron en el Partido Baas. Se empezaba a gestar así la dinastía Assad, bajo cuyo puño de hierro arraigaron en Siria la hegemonía partidaria y el Estado policíaco.

En noviembre de 1970, Hafez al Assad, entonces ministro de Defensa, encabezó el undécimo golpe de Estado sufrido por Siria desde que se independizó de los franceses en 1946. Así, en febrero de 1971 se convertía en jefe del Estado en funciones. Desde entonces, el Baas ha sido la única autoridad en el país árabe, los ciudadanos aprueban al presidente por referendo y no se realizan elecciones multipartidistas para la rama legislativa.

Los Assad provienen de la secta minoritaria alauita, una rama del chiismo islámico, que constituye menos del 12% de la población. La familia presidencial ha controlado los servicios de seguridad de Siria fuertemente, generando resentimiento entre los sunitas.

La muerte en un accidente de su hermano mayor convirtió en 1994 a Bashar al Assad, un joven oftalmólogo asentado en Londres, en el heredero de su padre. El ascenso al poder se produjo en junio de 2000, cuando el "León de Damasco" falleció por un cuadro de fibrosis pulmonar, enfermedad cardíaca y diabetes, a los 69 años, tras tres décadas de poder absoluto.

Elegido presidente de Siria con 34 años, la llegada de Bashar al Assad supuso la primera sucesión dinástica en una república árabe. Muchos veían en él a un joven reformista, capaz de poner un rostro humano al régimen intensamente dictatorial heredado del padre. Algo que su discurso ante el Parlamento sirio, cargado de mensajes de aperturismo y modernidad, reforzó. Sin embargo, las esperanzas de apertura democrática, alentadas por unas amnistías parciales de presos políticos y un ensayo de libertad de expresión, no tardaron en desvanecerse.

Al igual que su padre, que en 1982 reprimió violentamente una revuelta islamista en la ciudad de Homs, donde murieron 30.000 personas, Bashar al Assad no dudó en imponer mano dura tras las protestas contra su gobierno en marzo de 2011, en el marco de la Primavera Arabe. A tres años del inicio de la guerra civil, los muertos por el conflicto ya suman 191 mil, según la ONU, organismo que acusa al régimen de Assad de crímenes de guerra y contra la humanidad.

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