La fotografía como captura del alma: la obra de Luis González Palma se exhibe en Santiago

Con una estética única, el artista guatemalteco crea atmósferas y escenas perdidas en el tiempo.




No parecía ser el camino más lógico: él era arquitecto, sus amigos eran poetas, pintores, escultores y filósofos. Sin embargo, hubo algo en la imagen fija que cautivó a Luis González Palma (1957) y lo hizo abandonar todo para convertirse en fotógrafo. Eran fines de los 80 en Guatemala, el conflicto armado seguía acaparando la labor de los fotógrafos, al igual que el tema indígena como postal del país, pero González Palma sabía que no quería contribuir a nada de eso: lo suyo era una fotografía más personal, espiritual, más allá de la realidad tangible.

"En esa época era difícil encontrar otras perspectivas, pero como no estaba ligado realmente a la foto -me formé como arquitecto-, sentía el coraje de poder faltarle el respeto al tema del registro y la causa social. Siempre quise empujar los límites de la representación hacia espacios no convencionales. No me interesa la fotografía como tal, sino como herramienta para expresarme", dice el artista, hoy convertido  en uno de los fotógrafos guatemaltecos más reconocidos en el extranjero.

El año pasado tuvo una gran retrospectiva en PhotoEspaña, el encuentro más importante de la disciplina en Hispanoamérica, y que ahora lo tiene recorriendo diferentes ciudades del país ibérico. Su trabajo también se ha exhibido en el Instituto de Arte de Chicago, EEUU; el Palacio de Bellas Artes de México; el Royal Festival Hall de Londres y el Festival de Arles, en Francia, además de bienales como La Habana, Sao Paulo y Venecia.

El artista estuvo hace unos días en Santiago, dando conferencias y exhibiendo la serie Jerarquías de la intimidad, que se inauguró el viernes en Ekho Gallery, espacio dedicado a la fotografía, donde además comparte muros con la obra de Martin Chambi, pionero de la fotografía social en el Perú del siglo XIX y que en algún momento fue uno de sus referentes.

"En los 80 me interesó mucho el trabajo de Chambi y lo indígena era muy patente en mi trabajo: aunque nunca fotografié a ninguno, sí me interesaba esa estética de retrato antiguo", afirma el guatemalteco, quien ha desarrollado un sello único mezclando técnicas tradicionales con atmósferas atemporales. Sus referentes, de hecho, no provienen del mundo fotográfico, sino más bien de la pintura: el arte barroco, el sincretismo religioso y la imaginería sagrada. El resultado son escenas que escapan de la realidad y apelan más a las emociones que a lo tangible. Su trabajo actual, de hecho, se está haciendo cada vez más abstracto.

"Mi tema es el ser humano en su dimensión más profunda. Quiero saber qué significa estar en el mundo, cómo vemos y cómo percibimos la realidad. La fotografía es una herramienta para cuestionar nuestros modelos, el cómo nos vemos y cómo somos vistos. El desafío es cómo llevar esas interrogantes a una imagen. Eso es lo que me apasiona", explica González Palma.

Radicado hace años en el interior de Córdoba (Argentina) junto a su esposa, la artista Graciela de Oliveira, el guatemalteco se ha hecho conocido por sus escenografías con personajes absortos en atmósferas melancólicas, y en un tiempo perdido. Sin embargo, ahora trabaja en el proceso de llevar sus imágenes a un nivel cada vez más escultórico. "Quiero indagar en una fotografía no narrativa, en algo totalmente abstracto, en  la expresión de lo sublime y lo sagrado. Hace poco vi en el MET de Nueva York la obra de la fotógrafa india Nasreen Mohamedi y me impresionó. Hacia alláquiero ir: a capturar un mundo secreto, lo invisible", dice el fotógrafo.

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