La invasión británica televisiva

[ series ] La televisión inglesa es un éxito mundial estos días, y el domingo vuelve a las pantallas locales uno de sus mejores y más aplaudidos exponentes: Black Mirror, historias perversas sobre los peligros de la tecnología.




EN TODA serie británica que se respete, tarde o temprano, ya sea solucionando un asesinato o compartiendo en un castillo, alguien tomará té. Esa particular tradición, junto con el acento encantador, se unen a lo que hace identificable a la televisión de la isla: producciones de temporadas cortas, que en los últimos años brillan en las pantallas de todo el mundo con series tan inteligentes como entretenidas. Si la televisión nórdica es oscura y la norteamericana explora lo extremo, la británica se preocupa de hacer lo de siempre, de manera ingeniosa.

Gracias al cable y los servicios de streaming, el cono sur ha podido disfrutar de maravillas como Sherlock, que no sólo le da giros modernos a los clásicos de Conan Doyle, también tiene un esfuerzo visual con efectos digitales. Está el hit Downton Abbey, que si bien ha decaído en las últimas entregas, sigue siendo esa fantasía de cenas con guantes largos. En lo de época también está la sólida Call the midwife, sobre las matronas en los años 50, o The Hour, una especie de Mad Men con periodistas. Ricky Gervais ha cambiado la cara de la comedia con sus The Office, Extras y ahora Derek. Y está la cantidad abrumante de detectives, cuyas últimas exponentes, Happy Valley y The Fall, tienen además los mejores papeles para mujeres en la televisión. El éxito más reciente que ha traspasado fronteras, aún inédito en Sudamérica, es la miniserie The Missing, sobre un secuestro como el de Madeleine McCann, que es tan adictiva como cruel.

A partir de este domingo a la 1.00 am se exhibe nuevamente en I.Sat (53 VTR, 605 Movistar) otra de sus joyas, la serie de antología Black Mirror. Dos capítulos por semana (estrenados originalmente en 2013), hasta terminar el 1 de marzo con la novedad: el especial White Christmas, con Oona Chaplin y Jon Hamm, uno de los capítulos más creativos de televisión -alabado por la crítica a ambos lados del Atlántico- que pasará por la pantalla en 2015. Black Mirror ha sido bautizada como una Dimensión Desconocida de los nuevos tiempos. Pero es tanto más que eso.

Es siete episodios, Black Mirror -creada por Charlie Brooker en 2011- presenta distintas historias independientes, cuya conexión es hacer una alerta sobre la tecnología. Está la viralización de videos en YouTube, está el avance de la robótica o el mundo de los reality y la evolución del email. Si bien no todos los capítulos son igual de buenos, hay dos que son excepcionales (y serán exhibidos el próximo domingo 15): The entire history of you presenta un futuro donde todos, en sus ojos, graban su vida, por lo que se puede retroceder lo vivido, y también compartirlo con otros. Para una pareja esto se complica cuando él comienza a sospechar que su mujer lo engaña. Y Be right back (con una sublime Hayley Atwell y el muy de moda Domhnall Gleeson), trata sobre una viuda que puede comunicarse con una versión de su esposo, creada a partir de todo lo que él alguna vez publicó en redes sociales. Lo hermoso de ambos episodios es que no se sienten de ciencia ficción, lo futurista está incorporado orgánicamente y el foco es el dolor de sus personajes.

El especial White Christmas, por su parte, que fue exhibido en diciembre pasado en Gran Bretaña y EE.UU., presenta tres historias interconectadas, que comienzan con Jon Hamm (importado directamente desde Mad Men), ayudando a hombres tímidos a comportarse en citas. El final de su hora y media tiene el ingrediente que hace adictiva a la serie: es profundamente perverso.

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