En 1971, un hombre sólo conocido por el alias D.B. Cooper secuestró un avión comercial Boeing 727 en Portland, Estados Unidos. Cooper, con la amenaza de portar una bomba, logró que aterrizaran en Seattle, obtener US$ 200 mil a cambio de los rehenes, y que el avión volviera a despegar para escapar en pleno vuelo con un paracaídas y el botín. Nunca fue encontrado y el FBI lo dio por muerto.

Que se trata del mismísimo D.B. Cooper es una de las teorías que con el correr de los años han aparecido en internet para explicar el origen del cineasta y actor Tommy Wiseau, el cerebro, protagonista, director y guionista detrás de The Room (2003), cinta que ha sido definida como "El ciudadano Kane de las malas películas".

Wiseau probablemente no es Cooper, pero su origen es igual de misterioso: nadie sabe dónde nació -ha insistido ser norteamericano, a pesar de tener un marcado acento foráneo-, qué edad tiene -hoy, por lo menos 60, aunque ha afirmado tener 20 años menos- ni de dónde sacó una fortuna que le permitió gastar seis millones de dólares en una película que recaudó apenas US $ 1.800.

La figura del realizador alcanzó finalmente fama en el mundo mainstream en 2017 gracias a la película The disaster artist, en donde James Franco -quien también dirige- interpreta a Wiseau y sus esfuerzos de transformar The Room en una realidad. La cinta está nominada a dos Globos de Oro y probablemente sea nominada al Oscar a fin de mes (en Chile se estrena el 11 de enero).

Pero antes, a pesar de su estrepitoso fracaso en su debut cinematográfico, The Room y su director/protagonista fueron acumulando una fanaticada de culto a nivel mundial, principalmente por lo hilarantemente mal hecha que está. The Room -disponible gratis en YouTube- cuenta la historia de un melodramático triángulo amoroso entre Johnny (Wiseau), su sociopática prometida Lisa y su mejor amigo Mark. La cinta no sólo cuenta con algunas de las peores actuaciones de este siglo, y una calidad de imagen entre telenovela de los 80 y película pornográfica, sino que además ostenta errores insólitos de lógica: en un momento un personaje intenta matar a otro, para luego pedirle disculpas y que sigan conversando de forma natural, mientras que en otro todo el elenco masculino pasa una escena completa vestido de gala, sin explicar la ocasión.

Y eso sólo fue delante de cámaras: el comportamiento de Wiseau en el set fue tan inestable, negándose a escuchar a cualquiera que cuestionara su genio, costándole varias renuncias. Constantemente olvidaba las líneas que el mismo escribió, extendiendo las filmaciones por horas. Se negaba a pagar gastos básicos como aire acondicionado y alimentación para su elenco, pero gastó miles de dólares en hacer un set de una azotea con pantalla verde para generar por computadora el cielo de San Francisco (muy mal hecho), en vez de usar el paisaje natural.

Pero tras el estreno, Wiseau pasó progresivamente de hazmerreír a leyenda: The Room ha sido objeto de análisis, cursos y convenciones. A 15 años de su estreno, su creador incluso podría asistir a los Oscar acompañando a Franco, algo que en 2003 parecía tan plausible como secuestrar un avión.