A La Roja se le perdió el arco

la-roja

La falta de gol se agudiza, el equipo ya no genera jugadas de riesgo: dos chances en dos partidos.




Uno de los principales problemas que mostró la Roja en la Copa Confederaciones fue la falta de finiquito. Pagó caro esa falencia nada menos que en la final con Alemania, donde se desperdiciaron muchísimas ocasiones. Se habló de la ausencia de un centrodelantero de jerarquía, como Paredes o Castillo, pero quedaba la sensación de que con un poco más de precisión en el área rival, el cierre en las Eliminatorias sería sencillo.

Desgraciadamente, la realidad golpeó más duro que nunca a Chile. No sólo porque el gol sencillamente desapareció del libreto. El panorama se agravó porque ni siquiera hubo generación de juego. En 180 minutos, la Roja apenas dispuso de dos ocasiones claras para convertir. Una por partido. Y en ambas estuvo involucrada un volante: Aránguiz ante Paraguay y Vidal en La Paz. De los delanteros, ni señales de vida. Ni Sánchez ni Vargas, los habituales titulares, asomaron la nariz en el momento más necesario.

Es cierto, cuando un equipo no convierte, los primeros apuntados son los delanteros. Contando los nueve partidos oficiales de 2017 (Copa Confederaciones y Eliminatorias), la Roja sólo anotó en siete ocasiones. Registro pobrísimo, tomando en cuenta que en la formación habitual están dos de los principales goleadores de la historia de la Selección. Pero detrás de esta sequía ahora asomó un tema más de fondo. Y es que el equipo no jugó bien, y lo que es peor, las individualidades no dieron un salto de calidad.

Pizzi poco colaboró para la causa, con señales confusas desde la conformación del equipo en Bolivia, resignando un delantero por un mediocampista de corte, y con cambios durante los partidos que sólo agudizaron la pobreza del libreto. El técnico pareció perder el control del camarín en el peor momento, concediendo libertades poco aconsejables y demostrando flaquezas en el plano futbolístico que lo ponen contra la pared.

Por años, Chile se convirtió en una fuerza colectiva indomable. Que potenció a individualidades a insospechados niveles. Hoy parece cosa del pasado. Y los jugadores, en un afán de sobrevivencia, intentaron rescartar por su cuenta. En esa suma de voluntades, nunca fue suficiente para recobrar la esencia que asombró al mundo hasta hace poco tiempo atrás.

Entonces, la imagen del equipo ante Paraguay y Bolivia no es casualidad. Con Pizzi con los brazos abajo. Ya sin tiempo para meter mano, todo queda supeditado a un milagro. Y que sobre todo los delanteros de una vez por todas aparezcan. Aunque ya puede ser demasiado tarde. b

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.