La surrealista bohemia santiaguina de Jodorowsky sacude Cannes

La cinta Poesía sin fin, retrato de la escena cultural de los 50, debutó ayer en el festival y logró una acalorada respuesta del público.




Si la bohemia santiaguina de los años 50 hubiera sido tan febril y vertiginosa como Alejandro Jodorowsky la describe en su nueva película Poesía sin fin, es probable que el cineasta, autor de cómics y psicomago jamás hubiera cambiado el barrio del Parque Forestal por París, el destino definitivo de su vida. Tal es el nivel de personalidad visual de su puesta en escena que el Santiago de mediados de siglo XX luce como el centro del mundo. Es parecido al efecto que provoca la propuesta de Pablo Larraín en Neruda, que también evoca una ciudad que vive más en las mentes de sus creadores que en la realidad. Coincidentemente ambas películas están en Cannes y las dos (la de Jodorowsky aún más) lograron una efusiva respuesta del público al final de su debut.

De Jodorowsky se sabe que hay un público fiel que se asemeja mucho al fan de artista pop, pero observando Poesía sin fin se entiende porque el cineasta logra esa extraña fascinación que nada tiene que ver con la razón y sí con los sentimientos. Su cine es excesivo, no muy sutil,  arriesgado y, a estas alturas, emotivo. Esa melancolía se la han dado los años y si en La danza de la realidad había nostalgia, en Poesía sin fin hay un microcosmos aún más evocador de un país que ya no existe y que aquí se muestra de bar en bar y de poeta en poeta.

El primer aspirante a artista es el propio  Jodorowsky (interpretado por Adán Jodorowsky), quien con menos de 20 años va conociendo a la fauna intelectual del país, una serie de desorbitados geniecillos condenados a la vida nocturna y alcohólica. En este territorio salvaje hay dos personajes decisivos en la vida del futuro cineasta: Stella Díaz Varín (Pamela Flores) y Enrique Lihn (Leandro Taub). La poeta colorina tiene algunos años más que Jodorowsky y se encarga de bautizarlo en la vida sentimental y carnal. Se defiende a los puños, habla claro y fuerte, usa el garabato con la misma soltura que la metáfora y ante ella, el joven Alejandro es literalmente un niño de pecho (la cámara del realizador explora con frecuencia el generoso busto de la actriz y cantante lírica Pamela Flores).

En Enrique Lihn, el joven Alejandro encuentra un alma gemela. Tiene su misma edad, también gusta de los títeres y en su pieza escribe en el piso, en las mesas y en las paredes. Con Lihn, nuestro protagonista aprende a ser un artista díscolo y enemigo de lo oficial. Se mofan de Neruda y su pesada figura, pero también del vecino común y corriente. Vagan por las callejuelas y se anclan a las tabernas. Así, Lihn se gradúa de alcohólico irredento y Jodorowsky de soñador incorregible.

En otro lugar de este escenario se ubica Nicanor Parra, que primero aparece en la película como un títere y luego personificado por el actor Felipe Ríos. Parra, a diferencia de Lihn o Díaz, no es un compañero de ruta de Jodorowsky, sino que una especie de padre poético, de mente superior y pies en la tierra. Parra está más allá del bien y del mal y en un momento de desesperación, el joven Jodorowsky le confía que se irá a París.

Siempre utilizando recursos visuales que lo emparentan con el surrealismo y Fellini (mujeres de grandes pechos, circos y payasos, enanos en masa), Poesía sin fin es además un lujo fotográfico: la película tiene una calidez y una tendencia a los tonos ocres y rojizos que probablemente tienen que ver con el trabajo de Christopher Doyle, el legendario director de fotografía de Wong Kar-Wai.

Al término de la función, Jodorowsky (87 años) habló justamente de la recreación estética que le dio a los barrios de su juventud. “Cuando era niño las películas eran blanco y negro, pero con el paso del tiempo, algunas de ellas fueron coloreadas. Al hacer este filme quise hacer algo parecido: darle color a mis recuerdos, a la tienda de mi padre, a los lugares por los que anduve. Para mí esto es un acto poético que es capaz de curar y en una película uno puede compartir esa sanación con todo el público”, afirmaba ante una asistencia  que claramente reconocía el discurso espiritual de Jodorowsky.

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