La trama rusa hunde a Trump

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Los vínculos de Trump con Rusia tienen al Presidente sumido en un profundo escándalo. El Departamento de Justicia nombró a un fiscal especial para que indague el tema.




El mal humor, el caos, las contradicciones y la confusión se han apoderado de la Casa Blanca desde la semana pasada, luego que se acrecentara la crisis debido a la "trama rusa": los supuestos vínculos entre el equipo de campaña de Donald Trump con Moscú para perjudicar a Hillary Clinton. La situación llega a tal extremo que -según el diario The New York Times- el mandatario ha tildado de "incompetentes" a muchos de sus colaboradores, incluyendo a su yerno Jared Kushner. A eso se suman las voces que hablan de presunta obstrucción a la justicia o de un impeachment y que suenan cada vez más fuertes.

"¡Miren la forma en que he sido tratado, especialmente por la prensa. Ningún político en la historia, y lo digo con gran seguridad, ha sido tratado peor o más injustamente!", dijo Trump a una promoción de nuevos cadetes de la Guardia Costera, haciendo referencia a su crisis.

Si durante los cuatros meses que lleva en el gobierno la tormenta por la trama rusa se encontraba contenida, ésta explotó el martes 9 de mayo, cuando Trump despidió al entonces director del FBI, James Comey, argumentando un mal manejo en el caso por los correos electrónicos de Hillary Clinton. Sin embargo, Comey también investigaba los supuestos lazos rusos en la campaña de Trump, por lo que su desvinculación despertó altas suspicacias ante una posible obstrucción a la justicia. Fue el mismo Trump quien aseguró, en una posterior entrevista, que el despido "tenía en gran parte que ver" con el tema de Moscú. Incluso, el errático manejo de esta crisis llevó a que Trump amenazara a Comey por Twitter: "Más le vale que no haya cintas de nuestras conversaciones antes de que él empiece a filtrar a la prensa". Se daba inicio así al Comeygate o al "Watergate" de Trump.

Pero el escándalo estaba lejos de terminar. El lunes, The Washington Post reveló que durante la reunión del miércoles 10 entre Trump y el canciller ruso Sergei Lavrov, el Presidente republicano reveló a los rusos información confidencial sobre un plan terrorista del Estado Islámico. Esta información supuestamente provenía de un agente israelí infiltrado en el grupo yihadista. Esta revelación cayó como un balde de agua fría, no sólo en el gobierno, sino que también en la comunidad de inteligencia, porque violaba un principio básico del espionaje: nunca delatar a una fuente.

Según The New York Times, tras el encuentro los funcionarios de la Casa Blanca batallaron para limitar el daño al contactar a la CIA y a la Agencia de Seguridad Nacional y trataron de arreglar las transcripciones de la reunión. Al igual que en el Comeygate, la Casa Blanca negó la filtración, pero a la mañana siguiente Trump lo admitió vía Twitter.

La tormenta se agudizó aún más en la tarde del martes, cuando el Times reveló un memo de Comey en el que se señala que en una reunión de febrero, Trump lo había instado a cerrar la investigación sobre Michael Flynn. El ex asesor de seguridad nacional renunció el 13 de febrero por no haber informado sobre repetidos contactos, antes y después de la elección presidencial de noviembre de 2016, con el embajador ruso, Sergei Kislyak.

En un afán de poner paños fríos a la controversia, el Presidente ruso, Vladimir Putin, dijo que estaba dispuesto a pasar la "grabación" del encuentro entre Trump y Lavrov al Congreso de EE.UU., para demostrar que su par estadounidense no entregó información clasificada. Eso sí, su portavoz aclaró luego que se trataba de la "transcripción" y no una "grabación" de la reunión.

Fiscal especial

En medio de este torbellino, Trump sufrió este miércoles otro revés, después de que el Departamento de Justicia nombrara a Robert Mueller, el antecesor de Comey en el FBI, como Fiscal especial en el caso que analiza los vínculos con Moscú. El nombramiento responde de cierta forma a un llamado que numerosos legisladores del Partido Demócrata hicieron para que se designara a un investigador especial que se encargue de las indagatorias. El secretario de Justicia, Jeff Sessions, decidió alejarse de esas pesquisas por sus propios contactos con funcionarios rusos durante la campaña.

A su vez, varios republicanos calificaron la filtración de información como "profundamente perturbadora", "problemática" y "muy seria". Al mismo tiempo, el Comité de Inteligencia del Senado llamó a Comey a testificar el próximo miércoles 24 para aclarar si Trump lo instó o no a cerrar la investigación de Flynn.

En una columna, la revista The Atlantic señaló que el caso está presionando a Trump de manera tan rápida que es peligroso proyectar que se mantenga el respaldo de su partido en el futuro. "(Algunos) republicanos lo están defendiendo no por su profunda lealtad hacia él, sino que por la alianza que tienen con Trump en cuanto a compartir intereses políticos", agregó.

De hecho, el representante republicano por Michigan, Justin Amash, dijo que si las denuncias de interferencia en la investigación sobre Flynn eran ciertas eso "constituye una justificación para un impeachment". Quien llegó más lejos fue el representante demócrata por Texas, Al Green, quien pidió en la Cámara que se le realice un juicio político. ¿Se acerca el fin de su Presidencia? Esa fue la pregunta que la prensa ha tratado de responder. Por ahora, hay coincidencia en que los partidarios de Trump no tienen aún de qué preocuparse. Por ahora.

En un plano estrictamente legal, un proceso por supuesta obstrucción a la justicia no se encuadraría dentro de los parámetros contemplados por la justicia. Sin embargo, si los demócratas logran mayoría en el Congreso en 2018, un impeachment es más probable, aunque complejo.

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