Las preguntas de Marina, la niña que quería estudiar en el Instituto Nacional

Instituto Nacional

Ella, a sus 11 años, se convirtió, sin saberlo, en la primera mujer en postular al Instituto Nacional. Marina Ascencio cuestionó una tradición bicentenaria y por primera vez, cuenta su historia.




Las dudas comenzaron cuando recién había cumplido ocho. Después de un año y medio en el taller de ajedrez de su colegio, el Guillermo Matta, en avenida Santa Rosa, Marina Ascencio decidía dejar de asistir. Le había enseñado a jugar su padre, Carlos, quien se demoró en hacerle entender que cuando el rival capturaba sus caballos, ella no podía reemplazarlos en el tablero por sus juguetes de My little pony.

Sabía perfecto la función de cada figura. Por eso se indignó cuando en junio de 2013, el profesor, sin explicación, decidió que las niñas tenían que formar parejas si les tocaba jugar contra un niño. Dos contra uno. Marina no dijo nada. Ardió de rabia y recordó cuando un par de años antes la hicieron jugar fútbol mixto en Educación Física y sus compañeros no le pasaban la pelota.

Ese día llegó a su casa y les pidió a sus papás que la retiraran del taller.

Hoy con once años, Marina recuerda esta escena en su casa en Puente Alto. Es viernes por la noche y está cansada. Viene llegando con sus padres —ambos profesores universitarios de Psicología Social— de un cumpleaños. Aun así, le queda energía para reclamar por sus clases de historia.

—Es que no puede ser. Este año tuvimos una clase sobre el voto femenino. Una. No mencionaron ningún nombre. Ni Elena Caffarena, ni Amanda Labarca. En cambio, la de Patricio Aylwin duró dos semanas— dice mientras come un pedazo de pizza arrodillada sobre una silla del comedor.

El reclamo lo hacía con conocimiento ya que, para la carta que envió en julio al Instituto Nacional para que la dejaran postular, buscó ejemplos de mujeres destacadas en la historia de Chile para respaldar sus argumentos.

Pero si hay algo que la tiene obsesionada —"pegada", según sus padres— es que digan que ella no la escribió. En los largos trayectos en auto desde su casa al colegio, en algún momento lo recuerda. Y empieza.

—Me enfurece. Han dicho que no existo, que soy un invento de mi papá para ser concejal. ¡Concejal!, por último diputado. También que fui un invento de Bachelet. Inverto. Inven... Invento. Es que me enredo con toda la materia que vi hoy en ciencias. ¿Por qué no la podría haber escrito yo—, se sigue preguntando, mientras juega con los posavasos con forma de vinilo de su padre, que en sus ratos libres es cantante de una banda de Heavy Metal llamada Demet.

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