Los desplazados

La vida -o lo que les queda de ella- les ha cambiado a los fumadores. No hasta hace mucho echaban humo libremente en restoranes, colegios, oficinas, peluquerías, micros y aviones. Pero en la última década los espacios para prender un cigarro se han ido reduciendo y actualmente hay planes de erradicarlos incluso de plazas, áreas silvestres protegidas y automóviles. Pero son resilientes.




En 1994, la marca de cigarrillos Advance lanzó una serie de comerciales de televisión protagonizados por jóvenes profesionales -arquitectos, licenciados en arte, periodistas-  que hablaban de sus vidas, sus trabajos y de lo que hacían en el tiempo libre. Eran parte de una nueva generación, sofisticada, con intereses más allá de lo laboral y, obvio, fumadora. El abogado Ignacio Verdugo fue uno de ellos. Aparecía fumando en su casa, en su oficina y en la calle. Hoy, en cambio, lo hace en el patio: "Jamás entro a la casa fumando, así llueva o nieve. En la oficina tampoco, aunque esté solo,  salgo a una terraza". Pese a que no ha dejado el cigarro, admite que en estos tiempos no participaría en una campaña como la que hizo. "En esos años fumar era muy distinto, ahora tenemos más conciencia", dice Verdugo.

Dos décadas después, en Chile sigue habiendo muchos fumadores. De acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), es el país con más adultos y jóvenes de entre 13 y 15 años que consumen tabaco de América, pero cuesta mucho más encontrar gente que quiera asociarse al cigarro, porque un sinnúmero de estadísticas, organismos de salud,  ministerios y centros de estudios llevan años insistiendo en un sencillo enunciado: "el tabaco mata". De hecho en Chile se le atribuyen al tabaco 45 muertos al día, mientras que el tratamiento de enfermedades vinculadas a este vicio le cuesta anualmente al fisco un billón de pesos. 

Todo esto ha traído como consecuencia que existan cada vez más restricciones para los y las fumadoras, y a principios de mes, el Senado aprobó la idea de legislar un polémico proyecto de ley que endurece la normativa antitabaco y busca prohibir fumar en plazas, áreas silvestres protegidas y automóviles. También incluye sanciones como cárcel a quienes vendan cigarrillos a menores y multas que pueden llegar hasta los 400.000 pesos. En paralelo, además, en el marco de la Reforma Tributaria, se ingresó una indicación que aumentaría el precio de las cajetillas en un 40%.

CERCADOS PERO NO ENCERRADOS

La legislación chilena sobre tabaco partió en 1995 con la primera ley promulgada bajo el gobierno de Eduardo Frei. Pero recién en 2006, durante la primera administración de Michelle Bachelet, la normativa empezó a amenazar el metro cuadrado de los fumadores. Ese año se prohibió la venta de cigarrillos a menos de 100 metros de colegios y el consumo en hospitales, universidades, cines, supermercados, lugares de trabajo con más de 10 personas, además de recintos escolares. Bares y restoranes de menos de 100 metros cuadrados fueron obligados a declararse de "fumadores" o "no fumadores", mientras que los de mayor superficie debieron habilitar sitios específicos para echar humo. Toda una revolución.

La cruzada antitabaco siguió en 2011, cuando el gobierno de Sebastián Piñera impulsó nuevas reformas que se concretaron el 1 de marzo de 2013: la prohibición absoluta de fumar en lugares públicos cerrados, en estadios y conciertos al aire libre. "La ley tenía como objetivo proteger a la gente de la exposición del humo del tabaco, porque no hay nivel de exposición segura", asegura Sonia Covarrubias, coordinadora de Chile Libre de Tabaco.

Detrás de casi todas estas iniciativas está el senador Guido Girardi. "¿Por qué le doy tanta importancia al tabaco? Porque lo considero la actividad más matadora de la economía mundial, la más cruel e indecente", dice. Él es la cara visible de las restricciones para los grupos que defienden el derecho a prender un cigarro. El primero de esos fue "Yo quiero fumar", que surgió en 2011. "Lo hicimos porque sentíamos, y sentimos, que nos estaban quitando los espacios; creíamos, y lo mantenemos, que la ley es desmedida y no considera espacios para nosotros", cuenta el ingeniero informático Jonathan Makuc, fundador del hoy extinto grupo que se fue desinflando con el tiempo. Su posta en la defensa de la nicotina la tomó Fumadores Furiosos, quienes han adquirido cierta notoriedad por la oposición que han impulsado en contra del nuevo proyecto. "Nos están cercando cada vez más, y estamos luchando por cada metro cuadrado donde podamos botar humito", dice la periodista Carolina Yáñez, vocera del movimiento que tiene 1.500 seguidores en Twitter, y que dice estar estableciendo alianzas con grupos pro libertades civiles, como Yo quiero elegir, Red Liberal y otros en defensa del autocultivo de la marihuana.

La ley les ha cambiado la vida a los fumadores y la experiencia hoy es bastante menos placentera. Ya no es llegar y prender un cigarro mientras se disfruta el café o pisco sour o echarse para atrás en la silla de la oficina para relajarse un rato con un pucho. Ahora hay que dejar la mesa, ir lejos,  salir a la calle, pasar frío en invierno, asorocharse en el verano, fumar parado, solo o andar mendigando compañía. Se han visto obligados a cambiar su comportamiento: "Ahora trato de ir menos a restoranes, de convidar más a mi casa y de no ir a las de mis amigos no fumadores. En las comidas oficiales y no oficiales, me paro en la mitad y salgo a fumar afuera", cuenta el abogado y columnista Hernán Felipe Errázuriz, un fumador empedernido que además lleva años defendiendo las libertades de los que comparten su vicio. Pero los fumadores son resistentes y han desarrollado una lógica adaptativa para exprimir todas las instancias donde se pueda echar humo. "Nos hemos vuelto unos peregrinos del cigarro. Fumamos mucho caminando al Metro o a la micro, aprovechamos todos esos espacios al máximo", admite Yáñez.

Makuc recuerda que cuando empezó a trabajar tenía un cenicero en su escritorio. Yáñez cuenta que hoy, en cambio, la rutina en la mayoría de los lugares de trabajo es la misma: organizarse a ciertas horas para salir juntos. Existe el cigarrillo del mediodía, el de después de almuerzo, el de la media tarde y así. Pero incluso los que hoy o antes se oponían a estas restricciones han empezado a cambiar sus pautas de consumo incluso donde no hay obligación: "Con mi señora antes fumábamos en todos lados, ahora salimos a la terraza", explica Makuc.

El estudio Chile3D 2014, de la consultora GfK Adimark, también da indicios de la capacidad adaptativa que tienen los fumadores. Es decir, revela que a muchos de ellos las restricciones no los inhiben de fumar, ni tampoco de salir. Según la encuesta realizada a 3.200 personas en 23 ciudades, ellos y ellas siguen saliendo a comer, a bares, recitales o a bailar. "La ley ha desplazado el consumo de cigarros a nuevas instancias" -dice José Miguel Ventura de GfK Adimark-, "pero no han dejado de realizar las actividades que antes se temía iban a abandonar. Han adaptado el consumo a esa realidad, pero no lo han disminuido". En la versión 2013 de este estudio el 40% de los encuestados se declaraba fumador, en esta versión el 42% dijo lo mismo.

LA IMAGEN NO ES TODO

No sólo se han ido reduciendo los espacios para fumar, sino que también se ha producido un cambio en el imaginario vinculado al cigarro. Si hasta los 80 el tabaco en Hollywood no sólo era habitual sino que sinónimo de glamour incluso, hoy, si aparece, está mucho más asociado a lo malo y a los malos (ver recuadro El humo de Hollywood) y hay figuras populares, como el cantante Morrisey, que se muestran abiertamente en contra. Para Carlos Livacic, doctor en sociología y docente de la Universidad San Sebastián, en Chile aún no se termina de consolidar ese castigo social, pero cree que es cosa de tiempo: "Hoy en Europa y Estados Unidos lo cool es no fumar y nosotros vamos para allá".  La clave en eso, dice, son las nuevas generaciones, que han crecido con un discurso más fuerte sobre que el cigarro es malo y mata. "Mi hijo le dice a mi señora cuando está fumando que 'le hace mal al planeta'", agrega Livacic. De hecho, según los resultados del Décimo Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar 2013, si bien el consumo de marihuana ha subido, el de tabaco cae, lo que confirma una tendencia de los últimos años.  

Pero no a todos los fumadores les importan las modas globales. Hay personas que se resisten a que les sigan quitando espacios, con distintos argumentos. "Estamos frente a una dictadura de la vida sana, donde los políticos nos dicen qué hacer y cómo vivir. Esto no es Corea del Norte", alega Luis Pérez, otro vocero de Fumadores Furiosos. "Queremos que se flexibilicen algunas indicaciones del proyecto de ley, como que no nos dejen fumar en el auto; el etiquetado genérico, que consideramos afecta los derechos del consumidor; y no tener espacio en los parques", explica Yáñez. El senador Girardi agrega que la ley podría considerar espacios para ellos en plazas y parques, pero siempre que estén "resguardados" por enredaderas o plantas para que los niños no los vean. Sobre los autos, explica que si bien contempla que el conductor no pueda fumar en ningún caso, se podría autorizar a hacerlo a los pasajeros si no hay niños en el vehículo.

El  historiador y columnista Alfredo Jocelyn Holt compara la política antitabaco surgida a partir de 2006 con la de regímenes autoritarios históricos: "Las genealogías de las prohibiciones del consumo de tabaco -escribió hace poco en este diario- casi siempre nos remontan a perseguidores crónicos: a sátrapas turcos, al odioso de Jacobo I de Inglaterra posteriormente decapitado, a un Papa de triste recuerdo por lo que le hiciera también a Galileo, a la Alemania nazi y a sus campañas higienistas".

Por su parte, Hernán Felipe Errázuriz explica: "Cuando fumo soy consciente de los daños que hace el cigarro. Pero es mi decisión hacerlo, no que me lo vengan a imponer el señor Mañalich ni la señora Molina. Ellos no tienen derecho a hacer eso, lo tienen en cuanto yo afecte a una tercera persona. Yo acepto, incluso, que haya prohibiciones de fumar en un restaurante donde van no fumadores o niños, pero es inaceptable que lo hagan en lugares que todos saben que son para fumadores, donde es aceptado fumar". Según él, prohibir fumar en áreas silvestres o en el auto sobrepasa el sentido común.

La psicoanalista y panelista de Radio Paula Constanza Michelson también ha manifestado públicamente su oposición a la "dictadura del criterio médico" en relación al cigarro. Ella no usa el argumento de las libertades personales sino que critica la postura del Gobierno porque sólo toma en cuenta la dimensión biológica de la salud. "Fumar no se puede evaluar sólo desde el punto de vista médico, para algunos es un ansiolítico o produce un tipo de goce al hacerlo en medio de una conversación", apunta.

En este escenario algunos fumadores dicen estar dispuestos a llegar más allá de los reclamos. Hernán Felipe Errázuriz, por ejemplo, dice que no descarta presentar al Tribunal Constitucional una acción legal de protección de los derechos de las personas, una idea que también seduce a los Fumadores Furiosos, quienes aseguran que quieren gestionar reuniones con parlamentarios que comenzarían después del lanzamiento oficial del movimiento, el viernes próximo en un bar.

Mientras, el proyecto de ley está en la Comisión de Salud del Senado y hay plazo hasta el 29 de septiembre para presentar indicaciones. El senador Girardi, advierte en todo caso, que más allá de los resultados que tenga, él seguirá trabajando para cerrarles todos los caminos hacia los niños a las tabacaleras. "Tengo mucha paciencia y lo que no logre aprobar ahora voy a volver a presentarlo apenas termine la tramitación de este proyecto como he venido haciéndolo". Desde su rincón, los fumadores aseguran que resistirán, tratando de mantenerse fieles a sus costumbres, como el primer cigarro del día, ése que -como dice Hernán Felipe Errázuriz- "se fuma con el desayuno. A la par, nunca antes".

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