Magallanes: Turismo de estancias

No sólo de las Torres del Paine vive hoy Magallanes. Aunque en Chile el turismo de estancias es incipiente en comparación con la oferta de Argentina, en la última década han aumentado las alternativas para conocer algunas de las que hay en la Patagonia chilena.




Francisco Coloane, autor de El último grumete de la Baquedano y de Cabo de Hornos, entre otros libros, describe en sus cuentos parte de sus dos años en una estancia de Magallanes bajo las órdenes de Sara Braun, dueña de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego. Muchas de sus aventuras relacionadas con la doma de caballo, esquila, arreo de ovejas, el viento y el frío quedaron más tarde plasmadas en cuentos y novelas. Hoy, de alguna manera, es posible vivir la experiencia de Coloane.

Daniela Sierralta, dueña de la agencia especializada en turismo patagónico Wild Chile, cuenta que desde hace unos años, los dueños de estancias magallánicas, “se dieron cuenta del potencial turístico además del ganadero que tienen sus propiedades”. A eso contribuyó el “terremoto blanco” de 1995, evento climático que mató a gran parte de la masa ganadera de la región e hizo que muchos estancieros se reconvirtieran al turismo. Desde entonces ha crecido la oferta, que da la oportunidad es conocer cómo es la vida en el extremo sur e “integra también la vida de estancia a caballo, combinado con trekking, experiencias culturales relacionadas con el trabajo de los gauchos con los perros y caballos, esquila, movimiento de rienda y los tradicionales asados de cordero al palo”, explica Daniela.

Por su lejanía del resto del país, muchas de las tradiciones que se desarrollan en esta zona son específicas, más patagónicas que lo que tradicionalmente entendemos por chileno. “Hasta el vocabulario es más cercano a Argentina: se habla de estancias y no de haciendas o fundos, las personas que trabajan la tierra son gauchos y no huasos, se toma mate, se usan bombachas y boinas en vez sombrero de ala”, dice Sierralta.

Estancia a caballo

Varias estancias que reciben a turistas ponen a las excursiones a caballo en el centro de su oferta. Una de las que se ha especializado es la estancia Laguna Sofía, ubicada a 30 kilómetros de Puerto Natales. Sus dueños, la familia Kusanovic Mc Leod, comenzaron hace cinco años a desarrollar turismo a través del proyecto Pingo Salvaje en este predio de más cinco mil hectáreas cuya actividad fundamental es la cría de miles de vacas y ovejas de raza Merino para lana y carne.

Para dar alojamiento cuentan con un sencillo refugio que permite acomodar hasta 15 personas en dos grandes dormitorios provistos de camas, sabanillas y sacos de dormir. Reciben a los turistas con mate, pan tibio y un atardecer que cae sobre los bosques de lenga y la laguna que le da el nombre al lugar.

Desde ahí ofrecen expediciones de dos o tres días en las que recorren a caballo valles y montañas de la zona por las rutas que tradicionalmente han usado los arrieros de esta zona para mover animales. “En nuestras expediciones, dormimos en los puestos usados hasta hoy por gauchos que cuidan el ganado del área”, cuenta Pablo Landeta, guía de la estancia y experto jinete.

Paula Tello, administradora de Pingo Salvaje, agrega: “Nos hemos dedicado a buscar la raza perfecta para estas latitudes. Hemos criado caballos mezcla de criollos, Inglés y Árabes, obteniendo un tipo fuerte, elegante y de buen paso”.

Estancia a la orilla del mar

Para llegar a Estancia Mercedes hay que cruzar el fiordo de Natales a través de un balseo. Al llegar se encuentra a los hermanos García Iglesias, quienes administran las 13 mil hectáreas ubicadas a la orilla de la península Antonio Varas, que a principios del siglo XX se adjudicó su bisabuelo José Iglesias y su hermano Manuel. Las primeras construcciones datan de 1916, y es donde hoy están parte de las instalaciones que aprovechan para desarrollar turismo.

Cuenta con un refugio en la casa patronal de la estancia, con capacidad para ocho personas, en dos habitaciones, equipadas con calefacción a leña y baño compartido. El refugio está ubicado a orillas de la bahía, con vista hacia la cordillera Moore, fiordos, cerros y canales. La estadía considera la pensión completa pues están alejados de Puerto Natales.

La estancia permite conocer las faenas típicas de la vida de campo, participar del arreo y marca de vacunos y ofrece cabalgatas a miradores. “Consiste en salir a recorrer el campo a caballo en compañía de perros, buscando el piño de animales, arreándolos hasta el corral para poder realizar la marca de los terneros”, cuenta Rodrigo. Tienen además habilitado un pequeño museo con parte de la historia del lugar y del proceso de colonización de Magallanes.

Entre sus visitas ilustres está Roman Abramovich, multimillonario ruso dueño del Chelsea de Inglaterra. “Vino el 2012 con toda su familia. Aunque venía con un gran despliegue de seguridad, lo pasó muy bien y montó a caballo. Mercedes tiene eso: las personas se desconectan del mundo y se conectan con la naturaleza, su gente y su cultura”.

Este lugar es además uno de los pocos en que aún se sigue practicando el “bagualeo” o caza de baguales, vacunos silvestres. Aunque en ésta no pueden participar turistas, pues requiere de gran destreza ecuestre y puede ser peligrosa, esta actividad les valió un reportaje especial en la revista National Geographic, en diciembre pasado.

Estancia de lujo

La estancia Cerro Guido tiene 101 mil hectáreas y está cercana a la portería Lago Sarmiento del Parque Nacional Torres del Paine. Tiene una pequeña villa, constituida por las casas de los trabajadores y sus familias. De ésta se conserva aún la antigua cocina y comedor, herrería, carpintería, taller mecánico, galpón de bomberos, galpón de esquila, caballerizas, perreras, entre otras dependencias. La Estancia pertenece a dos familias croatas con historia en la Patagonia, los Simunovic y los Matetic, quienes la adquirieron luego del “terremoto blanco” de 1995. Los nuevos dueños decidieron habilitar las instalaciones de Cerro Guido para ayudar a preservar la cultura estanciera de la Patagonia.

Cuenta Ana María Rada, administradora de turismo de la estancia, que los visitantes pueden dormir en las antiguas construcciones de Cerro Guido, las que fueron restauradas y rediseñadas. “Tienen más de cien años. Sólo en restaurarlas nos demoramos cerca de 10 años. Dormir aquí tiene la comodidad de un hotel con distinción, en un entorno espectacular”, dice y explica que el hotel tiene 15 habitaciones y que cuentan con un restorán en el que ofrecen una muestra de la gastronomía local.

Ofrecen visitas guiadas por la estancia y cabalgatas que incluyen la zona de Sierra Baguales que es de gran belleza escénica y es una de las actividades favoritas de los visitantes. Además, Ana María cuenta que desde que aparecieron restos de un dinosaurio, la zona adquirió interés científico. “El gaucho Mario Ulloa, encontró lo que creyó podría ser una madera de árbol fosilizado. Decidió pedirle a uno de los científicos que suelen visitarnos que le indicara de qué se trataba. Grande fue la sorpresa de ambos cuando se determinó que se trataba de un hueso de dinosaurio”.

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