Manifiesto: Pedro Engel, ancestrólogo y tarotista

Pedro Engel



Si Chile fuese una persona, sería una persona tremendamente amorosa, herida, melancólica. A Chile lo veo como mujer. Un poco pava, porque no se da cuenta de lo maravillosa que es. No se alcanza a dimensionar a sí misma. Chile es una mujer con los brazos abiertos, con un amor infinito, pero muy herida, lo que la hace llorar mucho y sufrir.

No sé prender la televisión, ahora son tan difíciles. Si no están mis nietos, no la puedo ver, entiendo la televisión más como participante que como espectador.

Lo del MIR fue una cosa de la juventud. Yo digo siempre, como decía mi abuelita: "El que de joven no es de izquierda es un huevón", pero el que tiene 67 años y es de izquierda, también es un huevón. Tengo cero relación con la política ahora. Ni sé cuándo son las elecciones. No me interesa. Viví 50 años asociado a la política, pero viví muchos sinsabores. Yo realmente pensaba que íbamos a salvar el mundo, pero hoy estoy totalmente de acuerdo con Nicanor Parra: "La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas".

Pensé en salirme de la tele después del Festival de Viña de este año. Me empecé a entristecer por la hoguera de las vanidades que puede ser la televisión. Tuve que hacer un ajuste en mi persona para volver a pasarlo bien. Entendí que mi pega no era mi relación con la gente del programa. Eso me afectó, pero me dije que yo vengo a abrazar a las personas. A esta edad yo le doy máximo seis semanas a un problema. Si dura más de seis semanas, es problema. Esto duró seis semanas, se me notaba en pantalla, pero al final el vuelco se dio en mi corazón. El público es mi jefe. Me confundí.

Nunca fui conductor de un programa, nunca tuve una clase previa. Las primeras críticas me hicieron pebre, pero lo tomé con humildad. Después me empezó a parar gente en la calle diciéndome que Abrazar la Vida le había servido para recomponer sus relaciones. No quise saber si me iba bien o mal. Y en muy poco tiempo nos unimos con el equipo y dimos vuelta el programa que Canal 13 me ofreció como un guante. Al final, creo que instalé un mensaje y un idioma en la televisión que no había.

Cuando me tratan de chanta en las redes sociales yo muchas veces les contesto. Creo en la palabra y en la capacidad de conversar.

Un día en el matinal alguien dijo que estaba enamorada de dos personas. Yo respondí, con la mayor inocencia: ¿Por qué no se puede amar a dos personas? Y dije que yo amaba a dos personas, pero que nunca lo hice a escondidas. Al día siguiente salió que yo tenía dos mujeres y se desató una cuestión como de la inquisición. Feministas ofrecieron quemar mi casa, llamaron a mis pegas de que esto era lo más inmoral que se haya visto en Chile nunca. Llegaron a decir que estaba promoviendo el femicidio. La gente prefiere que tengas a tu señora y una amante, pero si tienes dos parejas hay que quemarte en la Plaza de Armas. Fue tremendo. Me hablaban de feminismo y yo crecí en una casa feminista. Ahora la gente joven me escribe mucho sobre el poliamor. Si yo soy un precursor de eso, qué rico.

La gente le pone mucho apellido al suicidio. Yo creo que la muerte es una sola. Te puedes morir de cáncer, te pueden abducir los ovnis, pero es muerte. Mi conclusión es que si tú no te puedes dar la vida, no te la puedes quitar. Yo le quito dramatismo. Creo que hay mucha morbosidad alrededor. Siempre pensé en la muerte de mi mujer, que era tan extraordinaria en la vida, que por qué no voy a encontrar extraordinaria su muerte. Nunca la juzgué ni asumí culpa. Cuando yo vi a la Ali muerta y la abracé, dije: "La muerte. No te voy a preguntar nada ni me voy a preguntar nada".

Desde muy chico uso bufanda. La otra vez rescaté una foto en que me vi en la playa a los 12 años, en traje de baño y con bufanda. No me la saco ni en verano. El bigote me lo dejé a los 16 años. Nunca me lo corté, excepto cuando hice una apuesta en Chilevisión en el matinal con Jorge Rencoret y Lourdes Alfaya. Me lo corté y tuve que estar seis meses sin bigote. Esperé esos meses y me lo volví a dejar crecer.

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