Mil refugiados para 100 habitantes

Un pueblo de 103 habitantes está obligado a recibir un campamento de mil refugiados. Sumte, ubicado en el norte de Alemania, no tiene tiendas y lo atraviesa una sola calle. El pueblo se pregunta cómo podrán convivir con los inmigrantes si ni siquiera ellos cuentan con infraestructura. Esta acción podría tener repercusiones a nivel nacional.




Hace una semana y media Grit Richter, de 52 años, recibió un llamado inesperado, que la dejó congelada: Sumte, un pequeño pueblo de sólo 103 habitantes del cual es la máxima autoridad, deberá recibir a 1.000 refugiados. La preocupación va por la línea de que no sólo la población aumentará 10 veces en un par de meses, sino que en este lugar hay sólo una calle principal, pero sin tiendas. Y los buses pasan de vez en cuando.

“No pude hacer muchas preguntas. Yo misma estaba muy sorprendida. Lógicamente lo primero que quise saber es cómo lo van a hacer, si el lugar es apto para recibir a esa gente, entre otras cosas”, cuenta Richter. “Lo encuentro extraño”, concluye.

Tras esto, Richter -que es alcaldesa de Neuhaus, la comuna donde se ubica Sumte- envió 500 invitaciones a los habitantes de los pueblos cercanos para una asamblea, que se concretó el martes en el Hotel Hannover en Neuhaus, ubicado a cinco kilómetros de Sumte.  En el encuentro, Alexander Götz, representante del Ministerio del Interior de Niedersachsen para aclarar las dudas, quien fue el mismo que llamó a Richter para comunicarle la noticia. Desde entonces el pueblo se revolucionó.

Sumte está ubicado en el estado de Niedersachsen -o Baja Sajonia-  en el norte de Alemania. Su población es más bien adulta y parte importante de sus ingresos provienen del turismo. Lo atraviesa una calle rodeada de pequeñas granjas y casas rojas de ladrillo, que termina en unas instalaciones deshabitadas de una empresa donde llegarán los mil refugiados. El día en que toda la atención de los medios alemanes estuvo puesta en este lugar, casi se duplicó el número de habitantes.

Todo comenzó un poco antes. El domingo, Dirk Hammer, de 45 años y vecino del pueblo de Sumte, subió una carta a Facebook donde manifestó su preocupación. Sus antepasados llegaron en 1674 a este lugar. En su carta planteó que ya todo esto le parece una “dictadura”. “No estoy en desacuerdo con que se instale un campamento para refugiados en Sumte, pero hay que considerar el tamaño y el comportamiento del condado. La política municipal, en mi opinión, se comporta como una dictadura moderada”, afirmó.

Consternado también está Reinhold Schlemmer, de 72 años y que vive a dos casas de donde se instalará el campamento. “Uno puede entender el enojo de la gente porque nadie sabe realmente lo que viene, y ese es el problema, que no estábamos preparados. Queremos saber lo que está pasando y ahora la información no ha sido mejor que en el tiempo de la Alemania del Este”, se quejó Schlemmer en la asamblea.

El mismo día de la reunión vecinal, Grit Richter recibió a La Tercera en su oficina. “Me pregunto cómo lo harán en un lugar donde trabajaban cerca de 300 personas y ahora recibirá a mil, que llegan ahí para vivir día y noche. Qué necesitan, qué tipo de infraestructura necesitan (...) Yo también estoy preocupada”, dice. Uno de los principales problemas en el pueblo es el agua potable y los alcantarillados.

“¡SON TODOS MUSULMANES!”

Son las 17.30 del martes y el lugar comienza a recibir a los primeros asistentes. La prensa local está expectante para transmitir en vivo y en directo, puesto que este tipo de decisiones marcan precedente en cuanto al rol que ha tomado el gobierno en la acogida de refugiados. Ya a las 18.00 dos representantes nacionalistas de Niedersachsen se manifiestan afuera del lugar y la policía registra la sala de la asamblea.

Cerca de 500 personas llenan el salón, y ya no cabe nadie más. El ambiente es tenso y el sentimiento generalizado: “Mil personas para un pueblo de 100 habitantes es mucho”.

“¡Son todos musulmanes que no nos quieren!”, se escucha desde el público. ¿A qué Kindergarten irán los niños? ¿De dónde obtendrán los alimentos? ¿Qué pasará con la seguridad? ¿Qué pasará si hay una emergencia? ¿Quién coordinará la ayuda?, se pregunta este pueblo.

Por ahora, las preguntas no tienen respuestas. Götz, el representante del gobierno, se ofrece para hacer una nueva reunión. “Debemos ser solidarios”, señala. “¡No. No tenemos por qué serlo”, responde el público y la tensión se eleva.

Lo que muchos de ellos no entienden es por qué se eligió a Sumte para instalar un campamento. Son las 21.30 y se apagan las luces.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.