Narendra Modi, de vendedor de té a nuevo "hombre fuerte" de la India

El líder nacionalista hindú se ha forjado una imagen de honesto y buen gestor, con un pasado humilde que le sirvió para conquistar el sector más joven del electorado.




Narendra Modi, el hinduista que gobernará la India, es un hombre hecho a sí mismo que de niño ayudaba a su padre vendiendo té en una estación de tren y que de adulto se ha ganado al electorado con un mensaje de relanzamiento económico y un hábil uso de las nuevas tecnologías.

La popularidad del líder del Bharatiya Janata Party (BJP), avalado por su buena gestión en el estado occidental de Gurajat, que gobierna desde hace doce años, ha ido en paralelo a la caída del Partido del Congreso tras una década en el poder salpicada por la corrupción y la desaceleración económica.

El líder nacionalista hindú, en cambio, se ha forjado una

imagen de honesto y buen gestor, convirtiendo a Gurajat en uno de los estados más prósperos del gigante asiático

y en los que mejor funciona la Administración, un logro que durante la campaña electoral ha vendido como exportable al resto de la India.

Sus adversarios definen a Modi en cambio como un hombre con sed de poder, intolerante y autoritario. "Es un tipo diabólico que destruye a cualquier persona a quien considera un peligro", dice el periodista R.K. Mishra.

A sus 63 años,

NaMo

, acrónimo con que le apodan sus partidarios, ha difundido esta imagen de buen gestor de forma masiva en las redes sociales, en un país con cien millones de usuarios en Facebook, una cifra que solo supera Estados Unidos.

Modi ha llegado a dar mítines en 3D (tres dimensiones), para estar presente hasta en 140 lugares a la vez en la mayor democracia del mundo, comparándose de paso con líderes espirituales y dioses del hinduismo, que la tradición les atribuye estar en varios sitios al tiempo.

Modi ha sido elegido, entre otros sectores, por un gran número de indios jóvenes -la edad media en el país es de 27 años-, que esperan que el nuevo primer ministro cree los puestos de trabajo que se necesitan urgentemente en la industria.

Además, Modi ofrece un amplio espacio para la identificación: pertenece a una casta baja, se crió en condiciones humildes en la ciudad de Vadnagar, famosa por sus templos, y ayudó a su padre a vender té en la estación de tren.

Hoy, aparece públicamente vistiendo ropa hecha a medida y llevando gafas de diseño sin marco. 

De adolescente protagonizó un episodio oscuro al casarse a los 18 años con una joven de un poblado cercano, conforme a la costumbre de que los padres acuerden las bodas de sus hijos sin consultarles.

Modi dejó a su esposa, Jashodaben Chimanlal, a los tres años de un enlace que no figuraba en su biografía oficial, aunque durante los comicios tuvo que reconocer el matrimonio, pues la ley obliga desde septiembre de 2013 a nombrar al cónyuge para evitar casos de corrupción por transacciones de dinero ilícitas.

El abandono a su cónyuge coincidió con el fin de los estudios de Modi y su ingreso en 1971 en el Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), grupo de extrema derecha hindú que simpatizó con la Alemania nazi y del que formó parte Nathuram Godse, el asesino del Mahatma Gandhi. 

Tras más de una década de afiliación a ese grupo, Modi se hizo militante en 1985 del BJP, partido hinduista con un perfil más moderado, pero que se inspira en el ideario y la doctrina del RSS.

La carrera política de Modi ha sido desde entonces meteórica: tras ganarse la confianza de los dirigentes y escalar sin pausa en el organigrama del partido, fue

en 2001 candidato al gobierno local de Gujarat, donde aún conserva el cargo de primer ministro regional después de triunfar en cuatro comicios consecutivos. 

No obstante, la gestión de Modi en ese estado se inició con un capítulo sangriento, que ha generado el temor entre minorías como la musulmana, en un país en un 80 por ciento hinduista.

Son especialmente los musulmanes, que representan alrededor de un 15 por ciento de la población india, los que tiemblan ante la llegada al poder del nacionalista hindú. Bajo su gobierno en Gujarat, turbas hindúes masacraron, violaron, mutilaron y quemaron a más de 1.000 musulmanes. Hay estudios políticos que califican esos disturbios violentos como "pogromos", porque suspuestamente estuvieron inducidos por el poder del estado.

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