De Nueva York a Lisboa: la película de un caminante

rodriguez

Se estrenó El rastreador de estatuas, la cinta de Jerónimo Rodríguez sobre el viejo Chile.




Dice que una de sus principales aficiones es caminar por la ciudad. Tres, cuatro, hasta cinco horas. Así va acumulando trozos de vida, pedazos de barrios, recuerdos para el futuro. Así también el director Jerónimo Rodríguez (41) relaciona al Chile de hoy con uno que ya no existe o que existe sólo en su memoria. Ese es el mismo país que habita El rastreador de estatuas, la película que se estrenó esta semana en la sala Cine Radical y que hace un año debutó en el Festival de Cine de Valdivia.

En el encuentro austral fue también muy bien criticada por el crítico argentino Quintín (uno de los fundadores del Bafici), que la calificó de "película privada, compleja, de un humor soterrado que juega con la falsedad de lo real y la verdad de la fantasía como lo hacía Raúl Ruiz".

Exhibida en el Festival de Marsella y el Festival de Mar del Plata, este "ensayo fílmico" (como gusta definirlo su autor) es una suerte de carta de respuesta al padre ausente. "Creo que demoré 15 años en responderle a mi padre. Espero haber respondido bien", cuenta Jerónimo Rodríguez (41), cuyo progenitor era neurocirujano al igual que uno de los personajes al que constantemente alude la cinta. Estructurada como una serie de variaciones que suceden en las calles y plazas de Santiago, Nueva York y Lisboa, El rastreador de estatuas es conducida por la voz en off de Jorge (el propio Rodríguez).

Todo parte con la imagen de un busto que representa al neurólogo y Premio Nobel portugués Egas Moniz. Se lo ve en una pantalla de televisión y en rigor pertenece a un documental del cineasta español Joaquín Jordá. Luego la voz de Jorge dice que el tal Moniz le recuerda a la estatua que su propio padre le llevó a ver de pequeño en una plaza de Ñuñoa. De ahí en adelante la cinta se plantea como un viaje de calle en calle y de ciudad en ciudad para encontrar ese monumento de infancia.

"De alguna manera en la película me voy por las ramas, un poco como todos los chilenos. O como soy yo también. Este ensayo fílmico partió hace mucho tiempo y me tomó cuatro años. También se puede ver como el ejercicio de búsqueda de esa estatua que mi padre me llevó a ver de pequeño, como si un detective anduviera buscando algo y diera con una serie de pistas falsas antes de llegar a la verdadera. Suscribo lo que decía Raúl Ruiz, de que hay que perderse en las películas", comenta el director, guionista en filmes como Huacho y Aquí no ha pasado nada.

Jerónimo Rodríguez, abogado de profesión, se crió en Venezuela (donde su padre partió exiliado), luego retornó a Chile y durante varios años vivió en Nueva York, donde alimentó su espíritu cinéfilo en un programa de cine para la televisión. De vuelta en nuestro país y tras realizar el largometraje de ficción 36 veces (1999), se dedicó a recuperar los recuerdos perdidos. De esa época es la imagen de la estatua de Egaz Moniz y también de otras, como la famosa escultura del cerebro creada por Marta Colvin y que está frente al Instituto de Neurocirugía, donde trabajó su padre.

"En El rastreador de estatuas también hay una alusión a otro Chile, algo de la esencia de otro país. Hay referencias a la revista Estadio, a mi abuelo, a mi adolescencia, a las viejas plazas de Ñuñoa o incluso a la calle San Diego", explica Rodríguez, que ya trabaja en una nueva cinta-ensayo sobre la arquitectura del centro de Santiago. Su centro de operaciones es la Biblioteca Nacional, auténtico oasis de tranquilidad. Le tomará, tal vez, varios años, pero lo tiene sin cuidado.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.