Pablo Godoy: "Quedé sordo"

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#CosasDeLaVida: "Muchas veces le dije a mi señora que se buscara a otra persona porque yo ya no servía"




Eran cerca de las 12 de la noche del primero de mayo del año pasado, cuando mi jefe me llamó para contarme que habían asaltado el supermercado donde yo trabajaba de guardia en Quilicura. Mi turno ya había terminado, pero de todas formas me pidió que volviera a cubrir a mis compañeros.

Cuando llegué, me mandaron a revisar todo el lugar, incluso el entretecho que está a más de cuatro metros de altura. Entré, pisé sobre unas tablas sueltas y luego todo se volvió oscuro. Cuando caí eran las cuatro de la mañana y recién a las seis un compañero me encontró tirado en el suelo. Lo último que recuerdo haber escuchado nítidamente antes del accidente fue cuando mi señora me llamó por teléfono: "Te amo, mi amor. Hablamos más tarde".

Estuve 20 días en coma, pero cuando desperté lo primero de lo que me percaté fue que no oía ni entendía qué pasaba. Pensé que me darían unos remedios y que todo se acabaría. Con los días le pregunté al doctor y él me miró y me dijo: "Voy a ser sincero. Quedaste sordo y nunca más volverás a escuchar". Al caer me había golpeado fuertemente la cabeza y el nervio coclear de mis oídos (que permite cumplir la función auditiva) quedó fracturado.

En ese momento se me vino el mundo abajo. Sentí mucho miedo por el futuro: cómo trabajaría, me comunicaría, qué pasaría con mis hijos de tres y doce años. Pensé que me convertiría en un estorbo y que no podría valerme solo. Muchas veces le dije a mi señora que se buscara a otra persona porque yo ya no servía. Los primeros días fueron muy complicados. Mi familia me visitaba y yo no sabía de qué hablaban. Tenían que escribirme todo en un cuaderno o en una pizarra. Lo que más me dolía era cuando mi hijo me visitaba y me decía: "¡Papá, papá, en el colegio...!" y yo no le entendía. Se me partía el corazón porque no podía comunicarme con él. Lloraba cuando se iban.

Estuve dos meses internado. Aprendí a leer los labios y me rehabilité con kinesiólogos que me ayudaron a volver a aprender a caminar, ya que la fractura en el nervio además afectó mi oído medio. También perdí el olfato y el gusto, y en ese momento estaba con la mitad de la cara paralizada.

Pero antes de dejar el hospital, el doctor me dijo que había una posibilidad: que podían hacerme una operación con un implante coclear para volver a escuchar. Este es un dispositivo electrónico que envía señales eléctricas al oído interno y que estimula las células nerviosas que aún funcionan, permitiéndole al cerebro reconocer los sonidos. El problema es que nadie podía asegurarme que la intervención funcionaría porque mis fracturas eran muy graves. Yo lo único que pensé es que si tenía un cero por ciento de audición, subir a uno, ya era un éxito.

El 25 de noviembre me operaron y un mes después fui a la Clínica de Los Andes a activar el implante. Llegué muy ansioso y nervioso. A través de una pizarra me explicaron cómo se utilizaba el aparato y su valor, cerca de 15 millones de pesos. Luego, entré a la consulta del doctor. Me instalaron el audífono y lo conectaron al computador. Lo primero que escuche fue a la enfermera: "Pablo, ¿me escuchas?". "¡Sí, sí! ¡Te escucho!", respondí emocionado. Todos quedaron impresionados porque nadie pensaba que sería inmediato. Después de más de seis meses pude escuchar a mi señora e hijos. Fue como volver a nacer y tener una nueva esperanza. Desde ese momento supe que las cosas iban a cambiar.

Actualmente tengo un 50 por ciento de audición en el oído izquierdo del implante y aún no recibo el alta médica. La gente me pregunta si escucho como antes y la verdad es que no. Son voces robóticas, no puedo diferenciar una de otra, pero poder oír es un avance increíble. Los doctores están evaluando si me implantan en el oído derecho, pero es difícil debido al daño que tiene. Hay cosas que nunca podré hacer como ver televisión o hablar por teléfono, debido a la interferencia que se produce con el auricular y aún sigo en proceso de rehabilitación, aprendiendo a reconocer los sonidos. La rehabilitación no ha significado grandes gastos porque como fue un accidente laboral, la empresa debe pagar todo.

El tiempo que pasé sin escuchar me enseñó a ver la vida de otra forma, entendí que hay cosas más importantes que el trabajo y que tengo que disfrutar lo que realmente quiero: mi familia. Ya no pienso tanto en lo material, en sacarme la cresta para que no falte nada en la casa. Esto fue una segunda oportunidad y no creo que haya sido para dejarlos de lado. Al contrario, es para unirme más con ellos y valorar las pequeñas cosas.

Pablo sigue un tratamiento en el Centro Comunica, especializado en la rehabilitación que integra el tratamiento de trastornos auditivos, de lenguaje, comunicación y aprendizaje.

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