Pasión, condena e impunidad: Hinchas que decidieron no respetar las sanciones

Edson Ortiz y Jorge Castro, seguidores de Universidad Católica, analizan sus respectivas sanciones y revelan secretos de la controvertida relación entre las barras y los clubes.




Hay historias humanas que a menudo parecen empeñadas en reforzar aquella vieja máxima que sostiene que "el fútbol no es una cuestión de vida o muerte, sino algo mucho más importante que eso". La frase siempre se le ha atribuido al técnico británico Bill Shankly. Su vigencia, la ratifican día a día testimonios como los de Edson Ortiz o Jorge Castro,  hinchas de Universidad Católica privados de acceder a los estadios de fútbol chilenos por vulnerar las disposiciones del plan Estadio Seguro, que busca erradicar la violencia del balompié nacional.

Ellos son los únicos que atendieron a La Tercera. Los únicos entre 108 seguidores de Universidad de Chile, 103 de Colo Colo, 34 de Católica, 30 de O'Higgins y 21 de Wanderers y el resto de los casos de otros clubes que en total suman 414 castigados. Ellos constan como querellados en el registro más reciente publicado por Estadio Seguro.

Castigados

"Nunca me voy a olvidar de aquel día. Era un partido por Copa Libertadores ante Olimpia. Me arranqué de la casa. Tenía 15 años y mis padres llamaron a Carabineros porque pensaron que me había ocurrido alguna desgracia". El que habla es Edson Ortiz, ingeniero de 27 años. Lo que relata es el día en que descubrió su verdadera pasión: Universidad Católica.

"Yo soy de Talca. De allá me vine con mis viejos. Un día fuimos con unos amigos al estadio, a Santa Laura, y hasta el día de hoy. Llevo en la barra Los Cruzados desde los diez u once años. 24 años en total", explica orgulloso Jorge Castro, de 35, quien trabaja como faenero en una mina y que se define a sí mismo como "uno de los coordinadores del grupo Skorias-Skoritas" radicado en Quilicura. "Católica para mí es más que una pasión, es una enfermedad, como decimos nosotros. Nosotros los barristas vivimos para esto", sentencia.

Las sanciones

Exceso de pasión. Ese fue probablemente el desencadenante de lo sucedido el 17 de agosto del pasado año en San Carlos de Apoquindo, fecha en la que la condena a Edson Ortiz se hizo efectiva. "Fue con Audax Italiano en el segundo semestre, en San Carlos. En ese tiempo estaba Lasarte y estábamos chatos de Lasarte. Fuimos a hablar con él un par de entrenamientos y ese partido empatamos y eso fue lo que agotó nuestra paciencia. Fui a esperar a los jugadores afuera del estadio, estaba bravo y tenía ganas de apretar a los jugadores", comienza a relatar Edson Ortiz, quien reconoce que fue su padre el primero en inculcarle su "fanatismo por la Católica".

"Ahí salió Ribery (José Luis Muñoz), justo el que estaba jugando bien", continúa. "Y le digo: buena Ribery, tay jugando terrible bien. Dile a los demás jugadores que mojen la camiseta igual que tú. Y él me respondió: bueno, ¿y si no quiero?. Y eso me molestó. Lo estaba alentando en buena y se lo tomó mal. Ahí empezamos a discutir muy fuerte hasta que llegó un carabinero y me llevó detenido. Fui golpeado duramente por los carabineros y ahí quedé marcado con derecho de admisión por dos años, por ir a apurar a los jugadores. Eso fue lo que me dijo el Jefe de Seguridad del club", explica el que fuera parte, hasta el pasado año, de la coordinación de la barra Los Cruzados.

En mayo de este mismo año se hizo oficial la pena de Jorge Castro, a quien se le prohibió el ingreso a los estadios de fútbol durante un período de 365 días, en opinión del propio barrista "de manera autoritaria y sin pruebas". "Me pusieron ahí -explica- como uno de los rostros visibles de la barra, porque según ellos yo manejo gente. Yo tengo gente atrás, es cierto, pero eso no quiere decir que uno los mande", asegura Castro, antes de reiterar que su sanción "no tuvo nada que ver con los incidentes que se vivieron en el partido contra La Calera (disputado en San Carlos en abril, en la última fecha del clausura y que se saldó con varios detenidos)". El faenero de minas asegura que el club identifica arbitrariamente a los barristas y los marca. "Tienen datos de nosotros desde hace mucho tiempo y dicen: 'dale derecho de admisión a este tipo, y listo'".

Total desacato

Tras aquella acalorada discusión y la posterior intervención de los Carabineros, Edson Ortiz, quien asegura haber llegado a perderse cumpleaños familiares porque coincidían con partidos de Católica, pasó a ostentar el dudoso privilegio de convertirse en el segundo hincha del equipo universitario en ver restringido por ley su acceso a los estadios. 730 días de prohibición que, sin embargo, parecen no haberle hecho cejar por completo en su obstinado empeño por continuar disfrutando de los partidos desde la primera línea de fuego. "A veces sigo por la tele, pero también continúo entrando al estadio con otro carnet", asegura, antes de compartir su modus operandis: "Llego temprano al estadio, converso en buena onda con las personas que revisan la entrada y el carnet, y ahí la hago y me dejan entrar", revela.

Un procedimiento que el ferviente seguidor sostiene haber utilizado también en encuentros en los que el equipo juega a domicilio, con suerte dispar: "A veces viajo a regiones a ver a Católica sin saber si voy a poder entrar al estadio. Una vez viajé a Chillán y no pude entrar. De hecho en esa ocasión llamaron a Carabineros porque estaba en la lista de derecho de admisión y tuve que salir corriendo".

Algo similar, pero con una actitud mucho más rebelde, le acontece a Castro con la sanción que recibió. El barrista cruzado no duda en defender su inocencia. Dice que es una víctima inocente,  pero al mismo tiempo asegura que no puede ir solo a ninguna parte por motivos de seguridad personal. Como si su vida estuviese amenazada.

Parece tener muy claro que ninguna inhabilitación podrá privarle de gritar por su equipo desde la galería: "Mi derecho de admisión no se debe a ningún acto violento. Nosotros somos desordenados dentro de la barra, pero sólo entre nosotros. Eso no quiere decir que estemos peleando", argumenta, antes de garantizar que continuará accediendo a todos los estadios en los que juegue su equipo: "Yo sigo y voy a seguir yendo. Yo me las arreglo como sea para entrar. No tiene razón que no pueda hacerlo y nadie me va a parar", declara.

El nexo entre barra y club

Edson Ortiz, natural de Arica y residente en la comuna de Peñalolén, conoce bien todos los entresijos del grupo al que perteneció durante más de una década. "Ingresé en la barra en 2002 porque Católica es parte de mi vida. Hasta que terminé mi carrera universitaria, el año pasado, siempre usaba una camiseta de Católica, todos los días de la semana", confiesa Ortiz, que no titubea a la hora de relatar la estrecha relación que existe entre los miembros de la organización y los futbolistas del conjunto de la franja: "La relación de la barra con el equipo es muy buena. A veces nos regalan entradas. El año pasado, Fabián Cerda (hoy en Cobresal) me las regalaba, ya que soy bien amigo de él. También Cristián Álvarez nos ha llegado a regalar hasta cinco entradas. Pero sólo se ponen con entradas, con dinero, nada. Son más cagados que la cresta", sostiene, antes de reconocer que la sintonía con los máximos mandatarios de la entidad no goza de tan buena salud: "Los dirigentes nunca nos han querido a nosotros. Los jugadores son los que nos bancan, pero los dirigentes siempre nos han querido exterminar".

El relato de primera mano ofrecido por Edson Ortiz revela, sin embargo, la violación por parte de los citados jugadores de algunas de las disposiciones recogidas en el marco legal del plan Estadio Seguro, desarrollado para combatir la violencia en los estadios de fútbol y auspiciado por el Ministerio de Interior y Seguridad Pública. Concretamente en el capítulo segundo de dicho protocolo de actuación, relativo a las contribuciones a hinchas y simpatizantes, se prohibe expresamente "entregar personalmente o por interpósita persona cualquier tipo de financiamiento o apoyo económico o material a los hinchas o simpatizantes de un club de fútbol".

Este estrecho vínculo establecido, en palabras de Ortiz, entre jugadores y barristas, es negado por Jorge Castro, quien desmiente  haber recibido como miembro de la barra algún trato de favor por parte de los futbolistas o del recientemente destituido director técnico, Julio César Falcioni: "En muchos lados dicen que Falcioni nos costeaba los viajes, que nos pagaba poco menos, pero eso es totalmente mentira. Todo sale de nuestros bolsillos. A nosotros nos cuesta mucha plata seguir al equipo, pero la pasión es tal que uno no se da ni cuenta", reivindica Castro, quien declara poseer además "algunas acciones del club junto con otros barristas", que de poco les sirven a la hora de ser escuchados: "El problema es que nuestra voz no se escucha. Tenemos que hacernos escuchar  de otra forma, con cánticos o con lo que haga falta. Nosotros siempre les apoyamos, pero ¿qué quieren?, ¿qué les aplaudamos si están jugando como el forro?".

El derecho de admisión interpuesto a hinchas y barristas encausados por cometer actos de violencia en los estadios de fútbol parece no ser suficiente para aplacar el deseo de éstos por continuar asistiendo. Una pasión que se mueve en la impunidad.

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