¿Por qué no abortar?: tres testimonios de personas que siguieron este camino

El proyecto de ley que propuso el gobierno permitiría el aborto por violación, riesgo de vida de la madre e inviabilidad del feto.




Yessenia Herrera: "Preferí que mi hijo viviera"

A los 36 años, Yessenia Herrera quedó embarazada. Sus dos hijos mayores ya eran grandes, por lo que decidió que sería bueno tener otro bebé. A pesar de que era difícil, porque le habían diagnosticado menopausia temprana, ocurrió el milagro y Alonso llegó.

Cuando se fue a hacer la ecografía de los tres meses su hijo mayor la acompañó y ahí, en la consulta del médico, él fue quien se dio cuenta de que a su hermano, algo le sobresalía de la cabeza. El doctor fue claro, Alonso sufría encefalocele occipital, es decir, su cerebro crecía fuera del cráneo y no tendría posibilidades de vivir.

"A pesar de que lo pude haber hecho, nunca pensé en hacerme un aborto. Decidí continuar hasta donde se pudiera y aceptarlo como lo que era, el regalo más maravilloso. Ellos no tienen la culpa de venir así y si uno lo espera, es porque tiene la capacidad de hacerse cargo", relata.

A pesar del diagnóstico, el bebé nació a las 36 semanas. "Era una cosita tan chiquita que quedé en shock y me puse a llorar, fue impactante, y tenía mucha pena, porque no quería que se muriera", agrega. Alonso nació ciego y con 70% de discapacidad física y mental, por lo mismo, requiere de toda la atención de su madre.

"Me separé mientras estaba embarazada de Alonso y después de eso, sufrí una depresión muy grande. Lloré y sufrí mucho, pero desde que nació mi hijo, todo pasó. El le dio sentido a mi vida y es el centro de mi universo, vivo para él. Los doctores me dijeron que con estos niños nunca se sabe, por lo que me preocupo de hacerlo feliz todos los días", reflexiona.

Alonso ya cumplió un año seis meses y es el regalón de sus hermanos y abuelos y Yessenia se declara como la mamá más feliz y afortunada de tenerlo.

Paula Toledo: "Pude haber muerto, pero quise tener a mi hija"

Paula Toledo tenía tres hijos cuando quedó esperando a Trinidad y hasta la semana 15, todo indicaba que sería un embarazo como los otros, hasta que de manera sorpresiva comenzó a perder líquido amniótico. Y cuando visitó al doctor, éste le dijo algo que no imaginaba. El diagnóstico era categórico: "abortar o morir".

"Sin ningún tipo de delicadeza, me dijo que si seguía adelante con el embarazo moriríamos mi hija y yo y con toda falta de ética, se mostró dispuesto a abortarme él mismo", relata. "Pero a pesar de que me hice consciente de lo que me podía pasar, lo único que llegaba a mi cabeza y corazón era mi guagua, no mi vida, y la esperanza de que ella pudiera vivir", agrega.

Por lo mismo consultó otro médico de Santiago -ella vivía en La Serena- y en la capital encontró mayor comprensión. El nuevo especialista le entregó todas las indicaciones para evitar continuar con la pérdida de líquido y así mantener a ambas con salud. "Tuve que guardar reposo absoluto por cinco meses. Cuando uno es mamá, nunca puede estar tranquila, pero le hice caso al médico y estuve 100% quieta. Para hacerme los exámenes me venían a sacar sangre a la casa y para ir a los controles, iba en silla de ruedas", recuerda.

La pérdida de líquido continuó, pero en menor grado y al octavo mes, Trinidad, que siguió creciendo en el útero, estuvo lista para nacer. "Los niños que pierden líquido corren el riesgo de nacer con problemas musculares o no desarrollar bien sus pulmones. La Trini nació con pie pivote y sus pulmones tampoco venían bien", detalla.

A las pocas horas de nacer, la menor se puso grave. Paula acudió hasta donde estaba internada. "Allí la abracé y la conexión fue inmediata. Alcanzó a estar viva nueve horas, pero ese tiempo fue impagable", señala.

Luis Carrasco: "Yo nací de una violación"

La madre de Luis Carrasco Solís (48), Lucinda, tenía 15 años cuando un conocido la abusó sexualmente. Ella era huérfana de madre y compartía casa con otros 11 hermanos. Debido a la precariedad de sus condiciones, no se dio cuenta de que estaba embarazada hasta que tenía seis meses de gestación y partir de ahí su vida cambió.

Pero a pesar de lo violento del ataque, decidió seguir adelante. "Apenas vi a mi hijo, yo lo quise, pero antes tuve que perdonar. Yo perdoné a mi agresor y así pude continuar. Sólo me entregué a lo que Dios había decidido para mí", relata.

"En algún minuto se me pasó por la cabeza no tenerlo, pero me hice consciente de que Luis era una vida inocente que no tenía por qué pagar por algo en lo que no tuvo responsabilidad", agrega. Y cuenta que, con los años, Luis se transformó en su puntal. "Después me casé y me separé y él se convirtió en el hombre de la casa y en un padre para su hermano menor. Yo confío en él más que en nadie".

Y aunque en algún minuto Luis perdió el rumbo y estuvo a punto de crear una dependencia con el neoprén, decidió salir de ese mundo y comprendió que su misión no era seguir los vicios si no atacarlos. "Encontré a Dios, estudié una carrera y me hice pastor y desde mi posición, he podido ayudar a muchas personas", señala.

Actualmente Luis lidera una iglesia en La Florida y junto a su madre entregan su testimonio para orientar a otros. A casi medio siglo de su traumático ataque, Lucinda agradece haber optado por la vida. "Estoy muy conforme del trabajo que hice. Mi hijo es un gran hombre". De paso, afirma que sí se puede ser madre de un hijo que nace bajo esas traumáticas circunstancias. "Es cosa de tener voluntad, aceptar lo que Dios decidió para nosotros y sobre todo, saber perdonar".

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