Punto de quiebre: la historia del ingeniero civil que asaltó un banco a punta de cuchillo

Cristián Maldonado

¿Qué hace que una mañana un joven de 28 años, egresado del Instituto Nacional y la Universidad de Chile, tome un cuchillo de su cocina y vaya en pijama a asaltar un banco? Qué Pasa conversó con Cristián Maldonado y su entorno más cercano para descifrar esta incógnita.




El teléfono sonó a las 9 de la mañana y despertó a Sergio Figueroa. Aún somnoliento, vio cómo su mujer se levantó de la cama, se puso el auricular en el oído y de pronto se quedó en silencio.

—¿Qué? Me estás hueviando… —la escuchó decir.

Luego colgó y se dio vuelta, con el rostro desencajado.

Era Cristian, su yerno.

—Está en la 19 Comisaría de Providencia.

La tarde anterior, la del domingo 12 de febrero, Sergio había caminado con él, con su yerno Cristian Maldonado, por el Persa Teniente Cruz de Pudahuel. Miraron cortinas para el departamento que este se acababa de comprar con su hija Karla, y conversaron de las cosas de siempre. Pasear por ese laberinto los relajaba. Hablaron de fútbol, del trabajo, de los planes de la pareja de ser una familia, luego de haberse casado dos meses antes en una ceremonia sencilla en el Cajón del Maipo, uno de los días más felices en la vida de Sergio. Al muchacho lo quería como si fuera su hijo.

Siempre lo había sentido así, desde que había llegado a la familia una década atrás. De origen humilde como ellos, Cristian, a quien su hija había conocido en la pastoral de la Iglesia Parroquial de Santa Ana, había logrado ascender sin ayuda de nadie. Primero en el Instituto Nacional y luego en Ingeniería Civil en la Universidad de Chile. Era respetuoso, muy católico, casi demasiado formal. No tomaba, ni fumaba, y trabajaba para ayudar a su madre. Parecía el hombre perfecto para Karla, su gran orgullo: la primera de la familia en ir a la universidad, su hija ingeniera. En todos esos años, siempre se vieron felices. Pero esos últimos días las cosas estaban raras.

Una semana antes, lo había tenido que invitar a su casa en la Villa Las Flores de Maipú para que conversaran. Sergio preguntó si estaba todo bien. Su hija le había contado, asustada, que Cristian llevaba días sin dormir, que se enojaba por todo o se ponía a llorar. Sergio le dijo que podía ayudarlo con dinero, si se trataba de eso. Trabajando en una embotelladora, había logrado darles a los suyos una vida de clase media. Pero Cristian le respondió que no se preocupara.

Cuando Sergio cuenta esto, sentado en el living de su casa con las noticias policiales de fondo, se emociona y se tapa la cara. Ese domingo, mientras caminaban, intentó ofrecerle ayuda de otra forma: le dijo que podía acompañarlo al día siguiente al banco para pedir un crédito a su nombre, que lo ayudaría a pagar el departamento y el Hyundai i10 que se habían comprado con su hija. Por un momento, Cristian pareció emocionado. Su suegro no tenía cómo saber que debía casi $25 millones a varios bancos y tiendas comerciales, ni que le habían rechazado más de un par de créditos. Tampoco, que había pensado en suicidarse. En ese momento, Cristian no se lo dijo. Sólo le agradeció por ayudarlos tanto. Y quedaron de ir juntos, a la una de la tarde del día siguiente, a pedir el crédito a un banco BCI en el centro.

Luego, fueron los cuatro, con su esposa y Karla, a tomar once a la casa de la madre de Sergio, también en Maipú. Ahora repite una y otra vez, como si fuera imposible, que esa tarde no vio nada raro en él. Que se reía, que conversaba, que hasta hablaron de celebrar sus cumpleaños juntos. El último domingo de febrero Cristian cumpliría 29 años, y dos días después él cumpliría 52. Habían pensado en reunir a toda la familia, pero no pudieron hacerlo.

—Don Sergio, nos vemos a la una en el banco —le dijo Cristian esa noche al despedirse, y le dio un abrazo fuerte—. Lo llamo por teléfono en la mañana para confirmarle la hora.

Pero al otro día, su esposa colgó el teléfono, lo miró con el rostro trémulo y dijo:

—Está en la 19 Comisaría de Providencia.

—¿Qué? —respondió Sergio.

—Me dijo: "Me mandé un cagazo… asalté un banco".

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