Rescatan a Inés Puyó y Ana Cortés, pioneras de la abstracción

Ambas de la generación del 28, cambiaron lo figurativo por una pintura más libre.




Más que cruzarse, las vidas y carreras de Inés Puyó y Ana Cortés siguieron caminos paralelos. Ambas fueron alumnas de Juan Francisco González en la Academia de Bellas Artes en los años 20, viajaron a París y se empaparon de las vanguardias europeas que dieron un giro en su pintura, desde lo figurativo a la abstracción. Participaron con otros artistas, como Gustavo Carrasco y Hernán Gazmuri, en el Salón de Estudiantes de 1928, donde escandalizaron con obras osadas para la época. El biministro de Hacienda e Instrucción Pública mandó a cerrar la escuela tres años para reformarla.

Hoy, tras 87 años, vuelven a encontrarse. En el Museo de Bellas Artes abrió la muestra Ana Cortés Reb/velada, curada por la académica de la U. de los Andes, Marisol Richter, y que reúne 30 cuadros y dibujos de la primera pintora en ganar el Premio Nacional de Artes en 1974 (Marta Colvin ganó antes en escultura). Las obras provienen del MAC de Santiago, el Museo O'Higginiano de Talca y el Museo de Arte y Artesanía de Linares.

Mientras, en la Casona Santa Rosa de Apoquindo, se exhibe, hasta el 17 de mayo, Una mujer moderna, cerca de 25 obras del Museo de Bellas Artes, la Pinacoteca de Concepción, el Museo de Bellas Artes de Viña del Mar y colecciones particulares, seleccionadas por el curador y coleccionista de Puyó, Sebastián Pedraza: "Puyó partió con una base muy académica, a mí me interesa presentar su obra más tardía y abstracta, que es la que tiene una carga psicológica inusual. Es capaz de trasmitir sus estados emocionales a través de la pintura. Tiende a repetir temas, pinta mucho flores y el Parque Forestal, pero siempre de distinta perspectiva. Tiene unas flores muy vivas y otras muy depresivas".

De ese trasfondo psicológico tratará la charla que el 16 de mayo dictarán, en la Casona Santa Rosa de Apoquindo, el psicoanalista Demian Leighton y la curadora del Bellas Artes, Gloria Cortés, quien ha investigado a ambas artistas en el libro Mujeres Olvidadas.

"Pertenecen a una generación de vanguardistas como María Tupper, Lily Garafulic, Henriette Petit y Marta Villanueva. Hay que derribar el mito de que no fueron reconocidas, pues fueron valoradas por sus pares. Ni Cortés ni  Puyo se casaron o tuvieron hijos. La primera porque se consagró al arte y la segunda por opción sexual, que en esa época era tabú", dice Cortés.

En París, ambas pasaron por el taller de André Lohte, referente del cubismo francés. Cortés heredó esa corriente, y varias de sus obras están teñidas por lo geométrico. Puyó, en cambio, se dejaría influenciar en su última época por el expresionismo abstracto norteamericano. Cortés fue becada por el gobierno para estudiar Artes Aplicadas en Europa. Al volver dictó la catédra de afiche por 30 años en la U. de Chile. "Aunque Puyó no formó pintores, su casa fue lugar de encuentro para muchos artistas", cuenta el curador. Tras el incendio de 1969 en el tercer piso  de la Escuela de Bellas Artes, en el edificio del Parque Forestal, Puyó ofreció su residencia en Miraflores con Monjitas a los artistas que perdieron sus talleres. Por años fue un cuartel de operaciones de la escena local. Ahí tuvieron taller Ximena Cristi, Sergio Montecinos, Carlos Pedraza, Aída Poblete y Nemesio Antúnez.

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