Sergio Aldea: El aysenino que voló en Madrid

Sergio Aldea

De repente, un velocista chileno. Retrato del joven de 22 años que acaba de batir en España el récord chileno de 400 metros en pista cubierta. "Nací para correr rápido y distancias cortas", explica.




Nació para correr rápido y poca distancia. "Desde niño siempre me gustó correr. Es más, iba corriendo a todos los lados y en cuanto podía planteaba una carrera a mis primos y a mis hermanos. Pero había una condición", recuerda hoy Sergio Aldea, que el viernes lograba la mejor marca de la historia del atletismo chileno en 400 metros en pista cubierta (47"86). "Tenían que ser distancias cortas. No lo entendía de otra manera. Por eso no se me olvidará nunca aquel día en el que mis padres me obligaron a ir a una competencia de cross country. Tenía 11 o 12 años. Me eché a llorar para que ellos cambiasen de opinión. Pero, finalmente, fui y quedé tercero". Hoy, es un simple recuerdo de la infancia que relata con el humor de los vencedores o de los hombres que saben lo que quieren. "Después, tuve tiempo para decidir mi vida. Nadie lo ha hecho por mí y eso es lo más importante que te puede pasar", insiste a los 22 años con una madurez que seguramente da gusto escuchar.

"A los 12 años, dejé el atletismo por un tiempo. Quizá fue el síndrome de aquel cross. El caso es que empecé a hacer otros deportes: fútbol, voleibol, rugby… hasta que llegó el día en el que me pregunté: '¿qué quieres hacer realmente con tu vida?' Fue entonces cuando entendí que lo que yo quería era correr y que no había nada que me apasionase tanto", relata hoy Sergio Aldea horas después de su maravillosa carrera en la moderna pista de Gallur en Madrid en un mitin de categoría.

El cartel estaba preparado para que Genzebe Dibaba batiese el récord mundial femenino de 1.000 metros y, de repente, apareció él, que fue uno de los artistas de la tarde. "Pero no creo que hiciese la carrera perfecta. O, al menos, tengo dudas. Todavía tengo un margen de mejora importante". Y éste es el momento idóneo para señalar a la ambición: "No estoy acostumbrado a correr en pista cubierta, porque en Chile no existe una pista certificada de estas características. Así que tengo planificado volver a atacar el récord el próximo año y buscar la clasificación para el Mundial indoor que en 2018 se celebrará en Birmingham".

Sergio ha aprendido a no tener prisa. "No puedo tenerlas. Las prisas no tienen sentido". Máxime porque el tiempo juega a su favor. "Sólo llevo ocho años entrenando desde que empecé en Puerto Aysén, en mi ciudad natal". Y entonces los medios eran muy rudimentarios. "Era muy difícil entrenar, porque no teníamos ni siquiera pista. Así que, más allá de algo de gimnasio, casi todo lo hacíamos en la calle. Pero entonces aprendí que si uno quiere algo ha de perseverar".

El tiempo le dio la razón: "En 2012 dejé Puerto Aysén e ingresé becado en la Universidad de Los Lagos en Osorno a estudiar Educación Física". Y fue allí donde conoció a su actual entrenador, Bastian Carter, sin el que hoy no se podría explicar toda esta historia. "Ahora, estoy dedicado cien por cien a entrenar y no, claro que ya no es como cuando empecé en Puerto Aysén".

Los 47''86, que han acabado con los 48"40 de Pablo Navarrete que tenían una antigüedad de nueve años, no obedecen a la casualidad. "A mi lado, existe un equipo multidisciplinario que, además de mi entrenador, lo conforma un kinesiólogo, Francisco Figueroa, un psicólogo, Michael Texier, y un preparador físico, Francisco Gallardo". Todo esto para salir a la pista y correr 400 metros, pero es que preparar a un atleta de 400 es como una ciencia. "Creo que sí, porque cada detalle es un mundo", dice. Quizá por eso luchar frente al cronómetro merece tanto la pena: "Para mí, sí. Sobre todo ahora que puedo vivir de esto, algo que sé que es muy difícil en Chile. Pero desde 2016 tengo la ayuda de la beca Proddar, unos beneficios que me otorga el gobierno regional de Aysén y algunos patrocinadores". Así que, por encima de un triunfador, se declara un hombre feliz: "No sé si esto es un sueño, pero es tan lindo estar aquí, entrenar, viajar, competir en Europa, mirar a la cara a los mejores… Es fácil de imaginar, pero es tan difícil de lograr...".

La memoria del niño que fue regresa a Asafa Powell; "Cuando yo comencé, él era la estrella del momento. No paraba de verlo y de admirar su técnica, porque me parecía perfecta". Y el tiempo le ha demostrado que todo es compatible. "De repente, un día vimos aparecer al francés Lemaitre, que ha logrado derribar algunos paradigmas de la velocidad venciendo en una especialidad liderada por atletas negros". Y cuando Sergio Aldea vio a Lemaitre se le ocurrió pensar: "Si él lo ha logrado, ¿por qué no vamos a lograrlo los demás?" La respuesta no le da ningún pánico. "Al contrario. La única forma de lograrlo es intentarlo, porque ésa es la grandeza del atletismo, lo que te permite soñar no sólo con lo que vayas a hacer tú, sino con lo que pueden hacer los demás".

De ahí que ahora no deje de pensar en Van Niekerk, la gran estrella de los Juegos de Río 2016: "Me lo imagino bajando de 43 segundos en los 400 del próximo Mundial de Londres. ¿No sería maravilloso?"

Máxime porque Sergio aspira a estar en Londres en el próximo mes de agosto. Su vida maneja ahora esa prioridad. "Mi primer campeonato oficial fue un selectivo regional para unos Juegos Escolares en Coyhaique, donde mi primer entrenador, Pedro Álvarez, me sacó de la cancha de fútbol y me llevó ese fin de semana a la pista", dice. Hoy, sería imposible vivir sin recuerdos: "Gané en ese campeonato los 80 y los 150 metros planos, el salto y los relevos 4x100. Siempre pienso que ahí fue donde empecé realmente como atleta, a imaginar que algún día podría llegar a días como los de hoy".

Y en el viaje al fin del mundo ha descubierto que la dificultad es interesante: "Sé que parto con desventaja no sólo porque aquí no tengamos pista cubierta y debamos viajar a Europa o a América del Norte, sino porque también hay una brecha cultural importante. He competido estos dos últimos fines de semana en España, en Salamanca y en Madrid, y las gradas estaban llenas. Y eso es algo que nunca sucede en Chile".

La inteligencia es no desesperar: "Cada uno tiene sus propios medios. La vida es así". Al fin y al cabo, sus medios tampoco son tan malos. "Siempre tuve el apoyo de mis padres. Nunca fueron deportistas de elite, pero saben que éste es un mundo lleno de valores y demasiado importante para mí". Hoy, su edad es un cheque al portador. "A los 22 años, he de pensar que puedo bajar de los 47 segundos en 400 metros". Y ese sueño no sólo alimenta su ambición. También la del atletismo chileno que, gracias a él, pasó a la portada la tarde del viernes en Madrid sin miedo al porvenir. "¿Quién es Sergio Aldea?", preguntaba la grada imaginando que ese atleta era español.

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